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Rajoy: de “políticos apolíticos”

Manuel Tirado Guevara
Manuel Tirado Guevara
Profesor de Lengua y Literatura y colaborador de varias revistas digitales.
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análisis

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Recuerdo haber visto una portada del semanario humorístico Hermano Lobo en la que aparecía un hombre de traje de chaqueta y puro humeante entre los dedos de las manos y que, apoyado en una caja de caudales, decía con sorna una frase que servirá de título en esta ocasión a mi artículo de hoy: “Yo pertenezco a la nueva generación de políticos apolíticos”. Esta portada que salió allá por el año 1972, como muchas de este semanario satírico, refleja una realidad que, por desgracia, sigue muy vigente en nuestros días.

Según la RAE el apolítico es “aquella persona ajena a la política o que se desentiende de ella”. Entonces ¿cómo es que puede existir la figura del político apolítico?… En principio ambos términos son antagónicos ya que el hecho de ser político implica una dedicación a dicha actividad, pero si escarbamos un poco más en la realidad de la política española, nos damos cuenta que los “políticos apolíticos” existen, es decir, los políticos que no hacen política.

Resulta bastante fácil arremeter hoy en día contra la clase política tal y como está este patio de vecinos en el que se ha convertido España donde no hay manera de que nos pongamos de acuerdo y todos prefieren que primero se les arregle su trocito de balcón roto a que se adecente la zona común y donde el jefe de la comunidad más bien es un inepto que sólo se limita a observar las broncas entre los vecinos sin hacer absolutamente nada, metiendo la mano en el cajón de las cuotas y que a pesar de que toda la vecindad sabe de sus fechorías, por muy raro que parezca, sigue saliendo elegido una y otra vez para dirigir el cotarro.

Está bastante claro que hablaba de Rajoy, el político más apolítico de la historia de la política, que se ha limitado en cientos de crisis políticas a callarse la boca, a dejar que pasen las cosas, a no hacer absolutamente nada y dejar que los asuntos le estallen en la cara. Pero al parecer esa técnica le funciona a la perfección vistos los resultados electorales y las encuestas que cada día nos desayunamos en los medios de comunicación.

Rajoy es el perfecto político apolítico. Pero visto lo visto podemos hoy asegurar que tal postura es más política que ninguna, es decir, Rajoy está haciendo política con la inacción, con vaciar la política de contenido, con convertirla en una actividad más cercana a la farándula, al nepotismo y la palabrería barata, porque en el fondo le funciona muy bien y porque Rajoy simplemente imita a la sociedad que representa, a la que en su gran mayoría no le interesa la política, la que ha cambiado la reflexión política por eslóganes hueros sobre trozos de tela que hacen la vez de banderas o sobre las camisetas de la selección española o por asuntos turbios en cualquier país lejano como Venezuela o Bolivia, que muchos seguro no sabrían ni situar en el mapamundi.

Este triunfo de la anti-política, del inmovilismo, es el fracaso de los que vinieron a decirnos que cualquiera puede hacer política, de los que vinieron a hablarnos de participación ciudadana y de que debíamos meternos en política porque si no hacíamos política nosotros directamente, alguien la haría por nosotros. Y luego resultó que la gente no quiso enfangarse con asuntos de política, entre otras cosas porque los que decían que participáramos en la cosa pública tomaban las decisiones a su antojo y sin contar con nosotros, y porque hoy más que nunca se premia la inacción, el quedarse quieto frente a los problemas.

En definitiva se premia la actitud del político apolítico, de esos que dejan que la oligarquía financiera y periodística tomen las decisiones por ellos y dejan que adoctrinen al pueblo convirtiéndolos en papagayos con los que es imposible discutir de nada.

A mí me dan miedo los políticos como Rajoy, que nunca hablan, que no debaten, que no contestan a las preguntas y que no dan explicaciones de lo que hacen. Esta actitud pasiva ante la política, que no es más que un compendio de todas las cosas que he nombrado antes, hace que no se haga política y que ésta desaparezca por completo. Y ya se sabe, cuando la política desaparece, cuando el debate se elimina…aparecen los trogloditas de siempre que sólo saben mascullar eslóganes baratos cargados de odio y resentimiento.

Quizá es lo que busca Rajoy con su silencio e inacción, con esa postura de político apolítico que tan bien le funciona, y que no es otra cosa que empiecen a aparecer los trogloditas de siempre.

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