Este Día Internacional de la Mujer Trabajadora se celebra, a mi juicio, en un contexto poco auspicioso para las celebraciones. Lo cierto es que, por ejemplo, en España hay un total de 2.358.834 mujeres en paro. Esto representa un 8,2 por ciento más que hace un año. Eso ya, de por sí, es violencia de género. Creo que con celebrar solamente no se están resolviendo las cuestiones centrales de la convivencia ciudadana. Tampoco con la aparente victoria de reunir acuerdos luego de días de lucha. No debemos engañarnos. No son de fiar aquellos y aquellas que han entregado a las mujeres al retroceso y a las antiguas penurias. Las promesas y la creación de grupos de trabajo forman parte de las viejas artimañas que las camarillas utilizan para desactivar las movilizaciones de los grupos sociales.

La violencia de género con sus episodios cada vez más numerosos y sangrientos, corrobora el fracaso del sistema de protección a la mujer. Como tampoco lo está haciendo con otros colectivos excluidos. El derrumbe es general. Las soluciones ausentes. El activismo arrinconado por la represión y el coro mediático afín a las tesis de los ultra fundamentalistas que han tomado el poder.

Recordemos que los Presupuestos Generales del Estado para 2016 contemplaron, por ejemplo, una reducción del 22% del presupuesto para prestaciones por desempleo. El impacto de muchas de sus efectos sobre la desigualdad se ha podido verificar a lo largo de 2016 y 2017. Según los datos contenidos en el Informe Sobre Violencia de Género 2016, con datos de junio de 2016, el número de víctimas de violencia de género protegidas por la Policía era de 17.231, lo que supone 5.000 menos que en 2011. Es un descenso del 24%, cuando el número de denuncias no ha sido inferior a otros años. En junio de 2011, la policía protegía de forma permanente a 25 mujeres. En el mismo mes de 2016 sólo a 4, lo que supone un 84% menos. También ha caído el seguimiento policial de aquellos casos diagnosticados como de riesgo algo, que ha pasado de 306 a 135. El porcentaje de mujeres asesinadas que habían presentado denuncia se encuentra en el 40%, cifra que debe hacer pensar en si el sistema de protección es el adecuado y si siempre tienen que caer todos los perjuicios sobre la mujer o hay que empezar a que sea el agresor el que padezca las medidas y sobre él recaiga la vigilancia.

La mayoría de las mujeres no es consciente de la situación en que se encuentra, mientras agradecen sumisamente contratos basura y relaciones laborales esclavistas. Hasta se celebra, en una campaña de una aplicación para móvil de búsqueda de empleo, que el objetivo a festejar de una joven sea el convertirse en camarera. ¿En qué nos estaremos equivocando aquellos que defendemos la igualdad y el respeto al ser humano?

El presupuesto para la prevención de la violencia machista se ha recortado un 26% desde 2010. A pesar de la subida del 6,32% para 2016, la partida se queda en 25,2 millones de euros, lejos de los 34,3 millones de hace 6 años (lo que cuestan 8 km de autovía), y aunque el presupuesto se incrementa respecto a 2015, no soluciona los recortes acumulados en estos años ni se acerca a las cifras de 2009. Por lo que nos quedamos como estamos; subimos un 6% en violencia pero bajamos un 5% en igualdad.

El ministro de Cultura confirma que el IVA de los toros bajará del 21% al 10%. Mientras los servicios de apoyo a los colectivos en riesgo se desmantelan. Por mucho que trate de ver motivos de celebración, lamento decir que no soy optimista en relación a que cambien las condiciones de la mujer trabajadora en particular, y la protección a las maltratadas y a los excluidos en general.

Esta gente no lo tiene entre sus prioridades. Si no, al tiempo.

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