Desde que me decidí a formarme como coach, me encuentro con que mucha gente no sabe qué es el coaching. Muchos han oído hablar de ello, pero desconocen qué es. A menudo se piensa que el coach es una suerte de psicólogo, un consejero, un terapeuta, un mentor, un consultor, un formador, un evaluador, un tutor… Pero nada de eso tiene que ver con el coaching, que es algo bien distinto.

Por otro lado, y entre las personas que sí tienen una ligera idea de en qué consiste esta disciplina, muy pocas saben en qué consiste el coaching ontológico. Me encuentro con frecuencia con gente a la que, cuando le dices que eres coach, entiende que eres coach ejecutivo. Es decir, se identifica coaching con esa rama, y se piensa que todo coaching es ejecutivo. Se desconoce, por tanto, que existen diversas modalidades de coaching. Y que una de ellas es el coaching ontológico, en cuya explicación quiero centrar mi artículo.

Pero antes de entrar en materia, sí me gustaría ofrecer algunas líneas de lo que es el coaching, así, en general, sin apellidos.

No es fácil definir coaching, y, según donde uno lea, encontrará definiciones para todos los gustos. Pero entre todas ellas podemos encontrar elementos comunes, que nos dan una idea de qué es esto del coaching.

Podemos decir que coaching es una palabra inglesa que procede del verbo to coach, entrenar. Se trata de un método que consiste en acompañar, instruir y entrenar a una persona o a un grupo de ellas, con el objetivo de conseguir alguna meta o desarrollar habilidades específicas.

El coaching, y esta podría ser otra definición, es un proceso que ayuda a la persona a llegar a donde desea estar, desde el lugar en el que se encuentra ahora.

Más: es un arte que ayuda a las personas a extraer lo mejor de sí mismas.

Las personas, a lo largo de nuestra vida, solemos plantearnos nuevos retos, metas, objetivos que alcanzar, tanto personales como profesionales. Si ante esos proyectos nos estancamos, no somos capaces de alcanzarlos, poco a poco se pierde la ilusión. El coaching proporciona la ayuda necesaria para la consecución de esas metas, cuando la persona por sí sola no puede.

Una definición más “científica”, por así decirlo, podría ser esta: el coaching es una técnica que permite llevar a cabo una ayuda individualizada, en el ámbito personal o en el profesional, ya sea a una persona o a un grupo de ellas (equipos), para liberar su talento y potencial, maximizando la efectividad de sus actividades ejecutando un plan de acción acordado.

Hay diversos elementos que se repiten en la mayoría de las definiciones que encontramos en la literatura o en Internet: liberación de potencial y de talento, maximizar la efectividad, plan de acción, mejora de resultados…

Dice Rafael Echeverría, y aquí adelantamos parte de lo que introduciremos después al hablar de coaching ejecutivo, lo siguiente: buscamos alcanzar determinados objetivos y sentimos que algo, que no logramos identificar, interfiere en su cumplimiento. El coaching (ontológico) posee las competencias necesarias para detectar y disolver esos obstáculos. Como resultado del proceso de coaching, el coachee puede ver lo que antes no percibía y así lograr lo que antes no podía.

Tenemos, entonces, que el coaching es un proceso por el cual se ayuda a una persona a alcanzar objetivos y/o a resolver problemas que por sí mismo no puede.

Hay que dejar claro, ya desde el principio, que el coaching no da respuestas. El coach nunca le dirá al coachee (su cliente) lo que tiene que hacer, ni resolverá sus preguntas. El coach lo que hace es, a través de sus preguntas y de una escucha activa, dejar que el coachee encuentre sus propias respuestas. Es un proceso mediante el cual el coachee se debe hacer plenamente responsable de su situación, y, por ende, de su propia vida. El coaching enseña a la persona a manejar los problemas por sí misma, evitando caer en el victimismo. Es un entrenamiento en la responsabilidad y el desarrollo de la confianza en uno mismo.

Durante un proceso de coaching, el coachee se pregunta cosas que antes no había tenido en cuenta. Gracias a ello se conoce mejor a sí mismo y encuentra esos talentos y ese potencial del que hablábamos antes, que tenía escondido.

Básicamente, se habla de dos tipos de coaching, el ejecutivo y el personal. El primero se centra en el desarrollo profesional de la persona, y el segundo en su esfera personal, humana y social. Sin embargo, todo profesional es también persona. Por eso a menudo es difícil separar. El coaching ontológico, del que hablaremos a continuación, tiene en cuenta a la persona, independientemente de que el problema que traiga sea de tipo profesional o personal.

¿Qué es el coaching ontológico?

Empecemos por definir qué es ontología. Si nos atenemos a la etimología de la palabra, diremos que es una palabra que viene del griego y que significa, literalmente, estudio del ser. La wikipedia nos dice que se trata de una rama de la filosofía que estudia la naturaleza del ser, la existencia y la realidad. Según la RAE, es la parte de la metafísica que trata del ser en general y de sus propiedades trascendentales.

Con esto ya tenemos algunas pistas. Estamos hablando de algo que estudia a la persona. Pero sigamos profundizando.

El coaching ontológico nace en Chile, de la mano de Humberto Maturana y Fernando Flores. Después recogerán el testigo Julio Olalla y Rafael Echeverría, autor del libro “Ontología del lenguaje”, que contiene todos los postulados de esta metodología del coaching.

Maturana y Flores consideran que el coaching ontológico es una dinámica de transformación mediante la cual las personas y las organizaciones revisan, desarrollan y optimizan sus formas de ser y estar en el mundo. Es un proceso liberador del sufrimiento y de las creencias condicionantes que nos limitan.

Una definición muy esclarecedora de coaching ontológico es la citada más arriba, de Rafael Echeverría, en la que se habla de detectar y disolver obstáculos con el fin de abrir caminos y posibilidades que antes no se veían. Este tipo de coaching, en definitiva, trata de eso, de abrir nuevas posibilidades. Y lo hace trabajando con el “cambio de observador”. Pero… ¿qué es eso de “el cambio de observador”?

Decimos que cada persona es un observador que ve el mundo de una forma determinada. Esa forma de ver el mundo se ha ido creando a lo largo de la historia de la persona, a través de sus aprendizajes, de sus experiencias, de lo que le ha tocado vivir. Así, se han ido instalando en él una serie de juicios o creencias, unos estados de ánimo, unas emociones predominantes, una corporalidad determinada… Y en función de todo ello, desde esa atalaya desde la que esa persona ve el mundo, actúa, se mueve, desarrolla su vida.

El coaching ontológico ayuda a las personas a tomar conciencia de qué tipo de observador está siendo ante la vida, para, desde ahí, entender desde dónde actúa. Y, una vez que la persona es consciente de ello, se busca el cambio de observador, es decir, se busca que pueda ver las cosas, el mundo, desde un punto de vista diferente. A partir de ahí, podrá ver posibilidades que antes no veía, y podrá empezar a actuar de manera diferente a como lo venía haciendo. Y, por tanto, al llevar a cabo acciones diferentes, acabará obteniendo resultados diferentes, que es lo que buscaba.

En palabras de Miguel Ángel Velázquez, director de CIVSEM (Centro de Investigación en Valores), el coaching ontológico pretende ayudar al individuo a ser quien quiere ser, vivir como quiere vivir, y conseguir hacer de su vida lo que desea, en su anhelo de ser feliz.

Partimos de la concepción de que el ser humano se va construyendo a medida que va llevando a cabo acciones. Acción genera ser, decimos. El hombre es el resultado de las acciones que lleva a cabo en su día a día. Ser conscientes de eso es una herramienta muy poderosa, pues nos permite ser lo que queremos ser a través de nuestras acciones. Si queremos ser otra cosa de lo que venimos siendo, debemos cambiar nuestras acciones. Pero para ello es necesario un cambio de observador, un cambio de la mirada a través de la cual vemos el mundo.

Como decíamos al principio, a lo largo de su vida el individuo se plantea nuevas metas, metas que a veces no es capaz de alcanzar desde el observador que en ese momento es. Necesitará entonces modificar su mirada para abrir nuevas posibilidades, nuevos caminos que le ayuden a llegar a la consecución de dichas metas. Aparece ahí la necesidad del coaching.

En palabras de Rafael Echeverría, “tengo un problema, y no sé cómo resolverlo. Ayúdame a ver lo que yo no veo, para poder actuar de una forma que hoy no puedo”.

Mientras que el coaching ejecutivo se centra en los resultados (fija un objetivo y trabaja para conseguirlo), el coaching ontológico se centra en la persona y en el cambio de observador. Está orientado al desarrollo del potencial humano, más que a lograr objetivos puntuales. Porque, en definitiva, ese desarrollo dispondrá a la persona para conseguir lo que se proponga.

Dice María Ortiz de Zárate (Coach ejecutivo, PCC por la International Coaching Federation), que el coaching ontológico tiene la posibilidad de alcanzar un nivel de intervención más profundo o transformacional que los demás tipos de coaching. Se logran resultados extraordinarios, como en los otros —continúa diciendo Ortiz de Zárate—, pero además el coachee tiene la oportunidad de aprender, de conocerse mejor, entendiendo qué tipo de observador está siendo, cómo influye en su vida el tipo de conversaciones que está teniendo (con los demás y consigo mismo), etc.

Por tanto, el coaching ontológico parte de la capacidad que tienen las personas para diseñar su mundo y construirse a sí mismas de acuerdo a criterios y expectativas que incrementarán su felicidad.

Otro concepto importante en coaching ontológico es el de los mundos interpretativos. Decimos que cada observador tiene su interpretación de lo que ocurre en el mundo, de lo que ocurre en la vida. La realidad, en definitiva, es una construcción personal correspondiente a cada observador. Eso nos da la posibilidad de trabajar en esa interpretación, de manera que si yo logro interpretar lo que veo de una manera diferente, podré empezar a llevar a cabo acciones diferentes que me lleven a obtener resultados diferentes. Es un concepto íntimamente ligado al de cambio de observador. La función del coach, en este caso, será la de generar nuevas interpretaciones de la realidad del coachee, que tengan sentido para este.

El coach trabajará con la persona para conocerla y que se conozca, encontrando así las dificultades que están impidiendo llegar a los cambios planteados. Desde ahí, se buscará mover al individuo para que genere por sí mismo otras interpretaciones, otra mirada, que abran posibilidades que hasta ese momento estaban cerradas. De esta manera aparecerán nuevas posibilidades de actuación que permitirán alcanzar nuevas expectativas, nuevas metas, nuevos deseos.

Resumiendo, alguien acude a un proceso de coaching cuando se encuentra ante un problema, sea de tipo laboral o personal, que no sabe cómo resolver. El coach le ayudará, mediante las competencias que posee, a ver qué está pasando, cuál es el obstáculo que está impidiendo llegar a donde se quiere llegar. Y, una vez visto cuál es ese obstáculo, se buscará la forma de disolverlo y de encontrar caminos para llegar a donde se quiere llegar.

Una sesión de coaching es una entrevista entre dos personas, coach y coachee, en la que el primero hace preguntas y escucha, y, a través de esas preguntas, el segundo va, poco a poco, descubriendo cosas que antes no había visto.

No voy a profundizar aquí en las herramientas del coach, pero sí diré que su trabajo se basa en la escucha activa del coachee, al que en ningún momento juzgará. La presencia del coach en una sesión de coaching, estando con los cinco sentidos puestos en su cliente, es una de las herramientas más importantes de su trabajo. Generar confianza en el coachee es una de las labores del coach, que, entre otras cosas, debe ser una persona observadora, comprensiva, paciente, responsable, empática, humilde, capaz de generar confianza, con gran capacidad de escucha.

El coaching ontológico es, en definitiva, una potente herramienta que puede cambiar vidas.

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