Hace algunos días nos encogía el corazón la noticia del asesinato de otra mujer por su pareja. Como ocurre casi a diario. Pero en este caso, la cosa era diferente: la presunta asesina era su pareja, sí, pero era otra mujer. Y, como suele ocurrir cuando la realidad se nos planta en las narices, salió a colación el tema de la supuesta desprotección de las parejas homosexuales frente –siempre la comparación- con la que tienen las mujeres cuando son asesinadas por sus parejas o quienes lo fueron. Y conste que subrayo varias veces lo de “supuesta”.

Lo primero que me llama la atención de esto es que parece existir un sector que vive pendiente de cualquier suceso para atacar la ley de violencia de género y la proteección de esas víctimas. Y me llama la atención mucho porque pareciera que están hablando de una hiperprotección, excesiva y exhaustiva. Cuando la realidad de asesinatos por violencia de género nos dice exactamentee lo contrario: al menos 44 –cifras oficiales- el pasado año, y 20 en éste al cierre de estas líneas. Si esto es proteger en exceso, aviados vamos.

No deja de ser curioso que esos mismos sectores que claman por una protección “igual” de las víctimas de la violencia en parejas homosexuales son los mismos que, en otro contexto, claman también porque deje de protegerse de un modo “especial” a las víctima de violencia de género. Y atacan por el flanco de los hombres maltratados –que los hay, pero muchísimos menos- y de las supuestas denuncias falsas –que también ls hay, pero en un porcentaje anecdótico- Así que parece que lo que en realidad propugnan es que se goce o se padezca de igual desprotección. Porque resulta enormemente contradictorio pretender extender los efectos de una ley que ellos mismo denostan.

Lo que me indigna del caso es una obviedad. Se aprovecha ese asesinato para atacar a quienes defendemos la lucha contra la violencia de género como si la violencia entre parejas homosexuales no nos importara. Como se hace también cuando la víctima es un hijo o hija. Y por ahí no paso. Me niego y me rebelo ante cualquier insinuación de que discriminamos a alguien por su orientación sexual. Y quiero dejar muy claro que creo necesario que gocen de una especial protección, incluso con una ley propia, porque contemplar, regular y proteger sus particulares características no solo es conveniente sino necesario. Pero, como he dicho, con sus propias características.

También convendría dejar claras un par de cosas, no tan evidentes para muchos como pudiera parecer. La primera que, a pesar de lo que mucha gente cree, o quiere hacer creer, la ley reguladora de la orden de protección -de 2003- es anterior a la ley integral contra la violencia de género – de 2004- y no va referida a la violencia de género en particular, sino a todo el ámbito de la violencia doméstica. Pueden solicitarla en el marco de la violencia en una relación de pareja homosexual, y también en en de una relación paterno filial. Por tanto, el derecho a solicitar y obtener una orden de protección no es exclusivo de la violencia de género.

La segunda es todavía más clara. El asesinato de un hombre o una mujer homosexual por su pareja o por quien lo haya sido tiene asignada en el Código penal exactamente la misma pena que el asesinato a la pareja heterosexual, sea hombre o mujer. Algo que por más que repitamos hasta la saciedad, parace no calar.

También hay otro argumento curioso, el de que no figurarán en la estadística “oficial”. Y, por supuesto, no entrarán en la estadística de mujeres asesinadas por violencia de género porque no estan dentro de los supuestos que contempla la ley. Pero ello no implica que sean invisibles ni que no entren en la estadística de mujeres asesinadas, o en cualquier otra. Ni tampoco que la inclusión o no en un listado estadístico le otorgue un manto protector de ningún tipo.

Y todavía hay más. Sería bueno recordar que, a pesar de que hay quien pretende decir otra cosa, las mujeres trans se están protegiendo como lo que son, mujeres, al margen de lo que diga el registro civil o la biología. Algo que no siempre se cuenta.

Dicho todo esto, me gustaría explicarme con un ejemplo, quizás un poco simplón. Imaginemos que los trabajadores de la minería se sintieran discriminados en sus derechos respecto a otro colectivo de trabajadores, los artistas de circo. No parecería razonable que pidieran que se extendieran los efectos de la regulación de los artistas de circo a ellos mismos, puesto que su problemática no es en absoluto la misma. Poco tiene que ver bajar a la mina con subir al trapecio. Pero tampoco se les ocurriría clamar por la derogación de la normativa que reconoce sus derechos, sino que exigirían la regulación de su propio sector con el reconocimiento de sus derechos en función de sus propias características.

Sin embargo, con la violencia de género no pasa esto. Siempre se acaba cuestionando, pase lo que pase. Y se llega al absurdo de hacer creer que si las parejas homosexuales estuvieran incluidas en la violencia de género, el asesinato no hubiera ocurrido porque estarían protegidas. Invocando una supuesta hiperprotección basada en unos datos que retuercen a su antojo.

Por todo eso, hay que luchar por la protección de quienes puedan resultar vulnerables. Y regular, sin duda alguna, la protección de las parejas homosexuales si son víctimas de violencia en aquello que estén desprotegidas. Pero sin que ello suponga un nuevo ataque a la regulación de la violencia de género, que tanto esfuerzo ha costado. Y que sigue costando.

 

1 COMENTARIO

  1. No estaría mal si no fuera porque llamar mujer a un tío con un buen par de ovarios es hilar muy fino desde hace un tiempo sabemos que de mujeres algunas solo tienen la apariencia.
    Pero eso no creo que te sorprenda

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