“El orden de los factores no altera el producto”. Así puede resumirse, en procedimiento y a la sazón en esencia, la regla matemática que nos permite afirmar que al menos en lo que concierne a la adición y a su natural derivada, la multiplicación, el libre albedrío impera a la hora de decidir el orden mediante el que nos enfrentamos el envite que se esconde tras el muchas veces denominado endiablado problema.
De dejarnos guiar por tales consideraciones, de ir un poco más allá desarrollando en este caso los corolarios que sean de razón, bien podríamos, de redundar en los escenarios analíticos destinados a contener el carisma científico que parece hoy ha de imperar a tales efectos, caer definitivamente en la tentación de sucumbir al placer que se devenga de la premisa de suponer que el Hombre, y por ende lo que le es propio (y que resumimos bajo el concepto de conducta Humanitaria); bien puede resumirse en un al menos en apariencia “simple análisis”.
Si bien la norma me obliga a decir que por desgracia (aunque mi sentir personal cree que por fortuna); el devenir que en forma de consecuencia ha de extraerse de toda conducta humana (ya sea ética o moral), lo que en definitiva llamamos responsabilidad; no puede aspirar a obtener resultados de un juicio por medio de algo tan baladí como puede ser en este caso el desarrollo de un menester matemático.
Sin entrar en ese gran debate que se abre ante nosotros a la hora de abordar la cuestión de si la realidad es aprensible por medios analíticos o sincréticos; a lo que nunca renunciaré es al placer de constatar hasta qué punto eso que todo lo impregna, y de lo que hoy por hoy todos huyen, a saber, La Ideología, muestra su condición de capital a la hora de interpretar consideraciones aparentemente inconexas o irreducibles entre sí, pero que se muestran en todo su esplendor cuando entendemos las causas que llevan a un determinado sistema a enseñar a nuestros hijos precisamente a sumar y a multiplicar; mientras que otros se empecinan en la encomiable misión de enseñarles a pensar de manera crítica, infundiendo el respeto como elemento integrador del Hombre, a la par que de la Sociedad.
Seguro que si hacen un pequeño esfuerzo llegará a sonarles. Hablo de ese debate cuya traducción en el sistema tiene como consecuencia que los jóvenes que me rodean sepan sumar y multiplicar; pero les resulte muy difícil definir con sus propias palabras “qué es el Humanismo” o “Por qué es tan importante la función de la entidad crítica dentro del pensamiento constitutivo de la sociedad occidental”.
Pero seamos más concretos. Se acuerdan de los denodados esfuerzos puestos en práctica por algunos. Esos debates que lograron restar horas a la asignatura de Historia se tradujeron en que muchos hoy no pueden ubicar con certeza ni a Leonardo DAVINCI ni por supuesto a sus obras. Debates que en cualquier caso han logrado que mediante Lógica atroz, más propia de la farfulla, pueda llegar a deducirse la conveniencia de llevar la asignatura de Filosofía a un discreto segundo plano.
Por eso levantarme hoy inmerso en una nueva realidad, la que depara un nuevo proyecto, supone para mi una alegría enorme. La que procede de constatar hasta qué punto los esfuerzos denodados desarrollados por los hoy desterrados (desgraciadamente no de manera definitiva), no han logrado su objetivo a saber, romper la continuidad de la Evolución Democrática insertando una generación entera dispuesta a dar por bueno el miedo como forma de vida.
La prueba de esto surca hoy el Mediterráneo. Ver cómo a pesar de algunos primero salvamos vidas, luego resolvemos cuestiones de orden como las referidas a la legalización de los llamados a vivir; me ha llevado a pensar que un mundo en el que las matemáticas imperen, es todavía sólo una opción.
Imaginaros si les damos tiempo, y recuperamos la Filosofía y la Historia. A lo mejor recordamos la diferencia entre Ser Humano y Persona, y los efectos que sobre nuestra sociedad ha tenido la conciencia multicultural.
Otro día hablamos de eso.