martes, 16abril, 2024
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Prejuicios-Órdago a la chica

Jesús Ausín
Jesús Ausín
Pasé tarde por la universidad. De niño, soñaba con ser escritor o periodista. Ahora, tal y como está la profesión periodística prefiero ser un cuentista y un alma libre. En mi juventud jugué a ser comunista en un partido encorsetado que me hizo huir demasiado pronto. Militante comprometido durante veinticinco años en CC.OO, acabé aborreciendo el servilismo, la incoherencia y los caprichos de los fondos de formación. Siempre he sido un militante de lo social, sin formación. Tengo el defecto de no casarme con nadie y de decir las cosas tal y como las siento. Y como nunca he tenido la tentación de creerme infalible, nunca doy información. Sólo opinión. Si me equivoco rectifico. Soy un autodidacta de la vida y un eterno aprendiz de casi todo.
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análisis

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El día había salido feo. Un txirimiri traslucía el horizonte. Hoy no se veían los valles lejanos, ni las montañas aún más lejanas, ni siquiera el final del camino entre las hayas que conducía, ladera abajo, a la pista forestal.

Quizá no era un buen día para abandonar la casa e ir en busca de otros seres humanos. Quizá debiera esperar a que el tiempo mejorase, pero Aniano, había trazado un plan y no quería retrasarlo. Un día más en sus veinticinco años, cumplidos el día anterior, no iba a suponer gran cosa, se dijo. Aunque uno tras otro, llevaba posponiendo la decisión tomada en el instante que encontró a sus padres como dos pajaritos, sentados en la mesa camilla, con las cabezas reposadas contra el hule, en un profundo sueño del que jamás despertaron. El CO2, se los había llevado.

Aniano había nacido allí, en la montaña. Entre grandes hayas y robustos robles. Sus padres se apartaron del mundo, tomando una vida eremita, en el momento que Matilde, la madre de Aniano, se había quedado embarazada. El mundo es un lugar peligroso, se dijeron y la sociedad ampara la maldad. En su barrio, San Blas, por aquel entonces, peregrinaban centenares de cadáveres vivientes que, como hormigas, seguían en fila india, uno tras otro, a veces en grupos de dos o tres, no más, desde la boca del metro, hasta la calle de la Porcelana, dónde encontraban el veneno que les devolvía a la vida y les llevaba a la muerte.

Aniano padre y Matilde, no querían que su hijo creciera entre jeringuillas, zombis, heroína y desesperación. Y no se les ocurrió otra cosa que mudarse a una antigua casa de pastores, en la comarca del Ukerdi navarro. Allí lejos del mundo, vivieron de la caza, las cabras y las truchas de los ríos, calentándose como toda la vida a base de leña y sin contacto con el mundo exterior. A veces, raramente, se acercaban montañeros o cazadores. Entonces Aniano hijo, corría a esconderse dentro de la casa, si se encontraba cerca, o entre los matorrales si era imposible llegar a un lugar seguro sin ser visto. Sus padres, le habían inculcado, desde pequeño, que la gente es peligrosa y que, si se le ocurría hablar con extraños, estos darían parte a las autoridades y sus padres acabarían en la cárcel y él en un orfanato.

Aniano sabía leer y escribir. Se lo había enseñado su madre. También dominaba las matemáticas y la astronomía. Sabía de animales y de plantas. Conocía los alrededores de su casa como la palma de la mano y era capaz de predecir el tiempo en los días siguientes, con aceptable garantía de acierto. Nunca había visto un periódico. No sabía lo que era la televisión ni la radio, aunque sí podía imaginar el mundo exterior a base de lecturas de Julio Verne, Emilio Salgari, Stevenson, Dickens, Mark Twain, Delibes o Pío Baroja. Aunque su favorita era Emilia Pardo Bazán y sus cuentos que había releído en multitud de ocasiones. Tenía también varios libros de matemáticas y un par sobre estrellas, planetas y la configuración del cielo. Así pasaba su tiempo libre.

A pesar de lo que leía en las novelas, o tal vez por ello, Aniano tenía claro que salir de su mundo era peligroso. El mundo exterior, según había leído en muchas de sus novelas, estaba basado en la avaricia, la maldad, la mentira, la injusticia y, según sus padres, eso llevaba irremediablemente a la droga. Estaba convencido de que si se le ocurría alguna vez salir de allí, acabarían robándole (aunque él no poseía bienes, ni dinero) y tirado en una esquina con una jeringuilla clavada, (aunque para eso también debería tener con qué pagarla). Su concepto del mundo exterior, le tenía retenido en las mil hectáreas que recorría semanalmente en busca de comida. Él se consideraba libre porque podía salir de la casa y entrar cuando quisiera y, salvo las escasas ocasiones en las que divisaba extraños, elegir camino en una u otra dirección.

Todo había cambiado con la muerte de sus padres. Allí se encontraba muy solo y le dio por pensar. ¿Y si el mundo no fuera como se lo habían pintado? Las novelas eran antiguas, quizá el mundo ya no fuese de esa manera. Así que decidió, que debería ir a descubrir que es lo que había más allá de los valles.

Y lo descubrió.

 

*****

Órdago a chica

«La prueba de una inteligencia de primera clase reside en la capacidad de retener en la mente dos ideas opuestas al mismo tiempo sin que se pierda por ello, capacidad de funcionamiento. Uno debiera, por ejemplo, ser capaz de ver que las cosas son irremediables y sin embargo, estar decido a cambiarlas». (Francis Scott Key Fizgerald en la Quiebra. Mi ciudad perdida.)

Lo que a algunos nos parece sencillo y evidente, a otros, ya sea por estupidez, por desconocimiento o, peor, por mala fe, les parece complicado y extravagante. Lo que a algunos nos parece moralmente reprobable y nos enciende y nos lleva a tomar determinaciones, a veces compulsivas y que sabemos que no llegarán a buen puerto, a otros les parece liviano y sin importancia y lo que es peor, explicable y aceptable dentro de su moralidad en la que las cosas son buenas o malas, blancas o negras dependiendo de dónde vengan y de la conveniencia a sus intereses particulares.

Escuchaba el otro día en una radio (no se cuál porque cuando estoy en Valdorros escucho lo que puedo y no lo que quiero) a un tipo explicar que la corrupción no es tan mala como parece porque de ella, salen obras públicas y trabajo. Además decía que es normal que los políticos (supongo que se refería a los del Vertido Popular) sean corruptos porque por ellos, por sus manos, pasan infinidad de concesiones y contratos. Millonarias obras públicas que tienen que gestionar con un sueldo de miseria (y apostillaba que 60.000 € es lo es) y que claro, comparan cuando se van a cenar con esos grandes empresarios que cobran 300.000 euros al año y ven que ellos, con todo el dinero que mueven, no pueden tener ese nivel de vida y que, por tanto, es comprensible que piensen que, con todo lo que dan a ganar a los demás, ellos también ganen. Se olvidaba el tipejo este de la radio, que las obras públicas no son de los políticos del Vertido Popular, sino de todos los ciudadanos y que el dinero sale de nuestros impuestos y por tanto es nuestro (la pólvora nunca la paga el rey, sino sus súbditos). Además justificaba la corrupción desmintiendo que las comisiones, los sobres, los cohechos y las mordidas influyan en el precio final de una obra pública. Ya no pude escuchar más la argumentación. Tuve que cambiar de emisora porque estaba a punto de vomitar encima.

Pero esto me lleva a pensar que existen dos tipos de personas. Los que creemos que la corrupción es una epidemia a erradicar. Las que pensamos que la corrupción provoca serias mermas a los servicios públicos y en los derechos de los ciudadanos y los que, para justificar lo injustificable, ya que todo lo que hacen los suyos está bien, se inventan alegatos y dobles raseros y un todo vale que justifique cualquier cosa. Incluso aunque vaya contra sus principios religiosos. Todo vale si con ello, pueden seguir con sus latrocinios, mamandurrias y su cleptocracia.

Deberíamos recordar a este tipo de personajillos indecentes que mientras en Madrid, nos robaban a manos llenas, estos cagabandurrias amigos de lo ajeno, dejaron sin becas de libros a los niños más pobres. También sin becas de comedor. Impidieron que miles de chavales aptos para el estudio, tuvieran un futuro prometedor. Que mientras concertaban con colegios privados, de los que luego revertían comisiones y donaciones, y a los que, además, cedían terrenos destinados a colegios públicos para edificar centros privados , querían cobrarles 3 euros/día a los chavales de primaria por CALENTAR el tupper en un microondas. Que el ratio de alumnos por clase en primaria pasó de 20 a 25 alumnos, en secundaria de 30 a 35 y en Bachiller de 35 a 40 alumnos. Que además han hecho del Bachiller una educación no obligatoria a la que no prestan ninguna ayuda (si el centro es público) y desantienden, de tal forma que no puedes elegir rama porque no todos los institutos se prestan todas las opciones, ni hay plazas para todos, con la consiguiente merma educativa y el inconveniente para quién no puede pagarse un centro privado.

Que mientras pagaban 21 millones de euros por la Sociedad de aguas Emissao en Brasil, empresa que apenas valía 3 millones, la lista de espera para operar aumentaba en un 128% 

Podría seguir dando datos obscenos que han supuesto mermas importantes en nuestras vidas, como la rebaja del salario medio, el aumento del paro, el fin del trabajo estable, el aumento imperdonable de la pobreza, el exterminio de derechos laborales y sociales, de los subsidios de desempleo y de las ayudas para personas necesitadas, mientras ellos llenaban sus cuentas en paraísos fiscales.

Y daría igual. Porque cuando estos energúmenos, practicantes del hijoputismo más fascistoide, estaban en la oposición, atendiendo a su doble moral, obligaron al Ministro de Justicia a dimitir por asistir a una cacería con el Juez Garzón, que por aquel entonces instruía un sumario contra la corrupción de miembros del Vertido Popular. Luego ya se encargaron de expulsar también al Juez, que a la vista de los hechos, los casos y las investigaciones, estaba en el camino correcto. Ahora, sin embargo, el Ministro de Justicia, además de afinar fiscales, remite SMSs dando ánimo a los corruptos. Y no pasa nada. Y los vertimedios, que entonces hicieron de aquello un problema nacional que iba a acabar con el estado, ahora pasan de puntillas y sin hacer ruido.

Aquí todo da igual. Somos cuatro quijotes luchando contra enormes gigantes que se empeñan en decirnos que son molinos. Gigantes que controlan la prensa a base de subvenciones públicas y publicidad institucional. Gigantes que ponen y quitan jueces y fiscales ascendiendo a capricho. Jueces y fiscales que sufren extraños asaltos en sus domicilios cuando no se atienen a las pautas marcadas y llevan casos que pueden comprometerles.

Vivimos en un país de indolentes zoquetes. O peor, de hooligans que se comportan en política como lo hacen en los campos de fútbol: insinuando, utilizando la violencia, envenenando al contrario con comentaros ofensivos y cerrándose en banda si razonar. Y da igual si el Ministro del Interior en un lapsus mental reconoce la corrupción. Da igual porque es de los suyos.

Tenemos la batalla perdida. Porque, a falta de jueces independientes que apliquen el artículo 10 apartado a) de la Ley de Partidos y disuelvan esa asociación criminal (la AN dixit), no importa si la Moción de Censura es oportuna y necesaria para desalojar del gobierno a estos indeseables. Los medios de incomunicación, adoctrinamiento y difusión del pensamiento único, han hecho mella y hasta los votantes de Podemos creen sus mentiras. Entre las meteduras de pata por intentar asistir a un medio hostil como PRISA, y la desvergüenza de PSOE y Ciudadanos que no sólo han hecho que Rajoy siga desgobernando y consintiendo, sino que, ahora se niegan a destronarlo. El trolismo periodístico lo tiene muy fácil cuando quién debiera estar en la oposición es simple comparsa y cómplice de la corrupción.

El Vertido Popular tiene más de TREINTA casos de corrupción en los juzgados y más de 900 de sus dirigentes y afiliados encausados por delitos de corrupción, cohecho, tráfico de influencias, sobrecostes, mordidas, etc. Ni la Cosa Nostra italiana llegó a tanto. Pero eso da igual. Porque aquí lo importante es Venezuela, el Madrid y Nadal.

Tenemos que tirarnos de este tren, aunque esté en marcha. Solo así tendremos una posibilidad. Porque va directo a estrellarse. Eso sí, antes, los jefes del tren, desengancharán el vagón de cola dónde seguirán disfrutando del espectáculo.

Iam tempus est agi res.

Salud, república y más escuelas.

 

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