La semana pasada hubo polémica sobre el «fichaje» por parte de Podemos de una actriz porno (por el momento ha participado en la campaña, como puede verse, e interviene en las charlas refiriéndose a «las compañeras»).

No vaya usted a pensar que el grito se puso en el cielo por cuestiones «puritanas», no. Lo que hizo saltar alguna que otra reacción – entre otras muchas la mía – fue la presentación de la actriz como una «voz feminista» dentro de la industria de la pornografía comercial.

No descubro la pólvora si le digo que la formación de Pablo Iglesias se caracteriza más por la imagen que por el contenido. Son muy conscientes de que es mucho más importante lo que la gente crea que defienden a lo que realmente defiendan. Puro marketing, pura mercadotecnia. Y en este caso, no podía ser una excepción. Lo que sucede es que cada vez que intentan colarnos algo como «revolucionario y rompedor» – y solamente parece importarles que se arme revuelo, pero no el recorrido ni las consecuencias – en no pocas ocasiones hacen saltar las tuercas de la coherencia de quienes llevan años luchando porque determinados mensajes lleguen al pueblo, que se visibilicen abusos y problemas… Resulta frustrante que, efectivamente, se ponga el foco sobre cuestiones relevantes pero siempre se haga, una y otra vez, de manera frívola, tramposa y sin llegar a ningún sitio (les recuerdo el bebé de Bescansa en el Congreso, del que nunca más se supo y cuestión que, salvo llenar portadas de periódicos, no tuvo más recorrido que el que hiciese la niñera que esperaba en el pasillo para llevarse al retoño).

Se genera un debate en la calle y la imaginación vuela, pero a la hora de la verdad no se concreta en nada, no se promueve ninguna medida política y no se plantea de manera rigurosa un análisis de profundidad necesaria. Más bien al contrario: fuegos de artificio que saturan al espectador para pasar página y olvidar una cuestión tras otra.

En esta ocasión, entra en escena una actriz que ahora está en pleno lanzamiento (fundamental en todo este espectáculo aprovecharse de los focos) y que se atribuye ser un estandarte de los valores feministas dentro de la industria de la pornografía. Ella se presenta así y Podemos le prepara una charla también bajo ese perfil, junto con «otras» feministas como Beatriz Gimeno.

¿Dónde está el origen del revuelo? Nadie cuestiona, al menos no desde las filas feministas, que la actriz haga lo que le venga en gana. Ninguna ponemos en cuestión su libertad, su dignidad y el respeto a lo que decida en cada momento una mujer. Así que vaya por delante que aquí no se juzga la profesión de las trabajadoras del sexo, más bien todo lo contrario.

Lo chocante – por incoherente y absurdo – viene cuando una mujer participa de la industria de la pornografía comercial pretendiendo abanderar las causas del feminismo. Sin ir más lejos, vendernos la libertad de la mujer cuando precisamente la imagen de la que vive es la de la sumisión continua – tanto la suya como la de otras mujeres – ante cualquier tipo de «fantasía» sexual. Efectivamente, según ella, todo es ficción, a la par que se encarga de dejar claro que lo hace porque disfruta (un doble juego entre «lo que ves es una actuación» y «disfruto muchísimo con estas prácticas sexuales»). Y aquí es donde quiero hacer una distinción: si justificamos la industria comercial generalizada como una ficción donde todo se interpreta, porque son profesionales que atienden al guión y al reclamo del mercado, por otro lado llama la atención justificarse diciendo que todo lo que se hace se disfruta, pues por lo tanto, no es ficción y pasaríamos ya a una comercialización de los deseos de una persona que quiere comerciar con sus prácticas sexuales. Es una fina línea, sí, pero o se plantea el debate desde el respeto a un oficio que es el de la actuación, o desde el respeto a las prácticas sexuales de una persona en su esfera íntima que quiere compartir. Mezclarlo hace un juego perverso, que en el fondo, lo único que busca es justificarse y atraer clientela. Sin más.

Las prácticas por las que se hace conocida esta mujer vienen siendo, en su mayoría, reiterativas: todo gira en torno a violaciones (irreales, claro), sadomasoquismo, sumisión. Su reclamo en el plano internacional es denominarse «adolescente», cuando no lo es, para atraer al público que fantasea con practicar sexo con menores. Efectivamente, se representa en ella esa imagen de niña, promocionando así un material pornográfico que dará excitación a los que, como Sánchez Dragó, gusten de practicar sexo – o imaginarse que lo hagan – con crías (dicho por él, relatando sus viajes a Asia, donde reconoce haber pagado por mantener relaciones sexuales con menores).

¿Es libre de interpretar el papel que quiera y excitar así a un determinado tipo de gente? Por supuesto. ¿Es feminista promover el cliché de mujeres, niñas, sometidas, violadas, maltratadas? Por supuesto que no.

Me comentaba la actriz, en nuestra conversación pública en redes sociales, que le parecía mi crítica un tanto paternalista, puesto que determinadas «representaciones» no eran un reclamo a reproducirlas. Que los actores de cine bélico podían perfectamente ser pacifistas. Este era su argumento. Lo que yo no he escuchado jamás es a un actor decir que disfruta muchísimo «matando», «pegando» a nadie delante de las cámaras, que lo hace porque le gusta (imaginemos que se pudiera matar y pegar de verdad). Aunque parezca absurdo explicarlo, me parece un argumento que puede sonarle a alguno muy convincente, cuando no deja de ser una soberana estupidez.

¿Cómo solucionar la tendencia del cine porno referente al sometimiento y la vejación continua de la mujer? Es una cuestión fundamental, no desde una perspectiva censora, sino asumiendo que a través del porno, como a través del cine, a través de cualquier medio de comunicación, la sociedad aprende una serie de pautas de convivencia. Y aunque el porno no está pensado para ser vehículo de educación sexual, en la realidad, lo es. Y por ello, no estaría de más exigirle a la industria del porno que asuma su responsabilidad en cuanto a la influencia que de hecho, tiene (igual que se le pide responsabilidad a cualquier industria que tenga incidencia en el comportamiento humano). Para esta actriz, según explicaba en la charla, la clave está en pagar por el porno que se consume. Tal cual. Criticaba que la mayoría de la pornografía que se ve sea la gratuita, y que ésta, desde su punto de vista, es la más «salvaje». La culpa la tiene el consumidor, según ella.

Proponía que, si lo que queremos es un producto más respetuoso, que paguemos por ello, que lo busquemos – o lo creemos si no existe – y que lo fomentemos financiándolo. Ley de oferta y demanda, vaya. Lo que ella no se planteó es la responsabilidad que debería asumir quien va de feminista en el sector y no hace otra cosa más que alimentar ese tipo de pornografía que, según ella, debería quedar enterrada en pro de otra donde la mujer no sea un mero objeto de placer para el hombre.

Un interesante debate, sin lugar a duda. Sobre todo el que a mi realmente me importa, el que sí me preocupa por encima de todas las consideraciones que pudiéramos hacer sobre los temas planteados, es el de la salud y las enfermedades de transmisión sexual.

Quizás no encuentren ustedes la relación a primera vista con el feminismo. Pero la tiene. Aunque es un planteamiento, el mío mucho más holístico y general: promover, presumir y aplaudir prácticas de alto riesgo, sin lugar a dudas es reprochable. Y esa es mi línea roja fundamental. En sus «interpretaciones» es siempre la mujer la que se pone en riesgo, que parece ser objeto de excitación.

Hacer caja a costa de prácticas peligrosas es la razón fundamental por la que esta señora no debería ser presentada como referente político en ningún caso. Confundir el morbo como reclamo con la puesta en riesgo de la salud es, cuando menos, muestra de una distorsión ética rotunda. Y no, señora, no, no es que me preocupe su salud – de usted – más que la de cualquier otro individuo (porque este fue su argumento ante mi alarma, tachándome una vez más de paternalista). Me preocupa que usted genere influencia – que es lo que pretende y parece que Podemos le aplaude – en la población más joven, aplaudiendo felaciones (presumiendo además de «tragárselo todo»), penetraciones anales sin utilizar la más mínima profilaxis ante las cámaras… y un largo etcétera que distan mucho de una actitud responsable y comprometida con lo que se supone que una feminista debería defender.

Ni una sola referencia de denuncia ante los abusos que sufren miles de mujeres en el mundo de la industria de la pornografía; más bien al contrario: alegar que los datos que existen están manipulados por organizaciones católicas. Muy bien, «doña feminista», mucha sororidad la suya. Debería plantearse cuántas mujeres están frente a una cámara forzadas, siendo una parte de la industria que también existe. Le invito además a profundizar en el significado etimológico de la palabra «pornografía», que establece vínculos con la prostitución y, por ende, también con la explotación sexual. Ese es el debate que una feminista debería abordar, y que en su caso, prefiere no tocar.

Y no se confunda mi crítica, porque es un tema que lleva años preocupándome: soy defensora de la regulación de la situación de las trabajadoras y trabajadores del sexo. Muy partidaria de visibilizar sus problemas y darles voz para hallar soluciones. Y precisamente en este sentido he procurado siempre estudiar y escuchar a voces que para mí, siempre han sido referentes – aunque no comparta sus puntos de vista en muchos casos – como Lidia Falcón o Beatriz Gimeno. Sin embargo, en la charla celebrada la semana pasada, esta última tuvo una intervención nerviosa, huidiza y que en ningún momento puso de manifiesto lo que ella realmente piensa sobre el sometimiento de la mujer. Beatriz siempre ha sido muy vehemente con la defensa de la posición abolicionista de la prostitución (que yo no comparto) y, sin embargo, en una mesa de debate sobre pornografía y feminismo, junto a esta actriz «feminista» – habrá notado ya el lector mi decisión de no participar en la promoción del producto obviando la marca comercial -, no quiso plantear ni por asomo ninguno de sus argumentos, lo que me causó una profunda decepción.

Para poder presentarse legítimamente como «voz del feminismo» hace falta echarle valor desde la coherencia y la responsabilidad. Y no confundirlo todo sin sentido, buscando más el escándalo que la concienciación y el entendimiento ante un problema que está siendo, aún en nuestros días, muy difícil de atajar: la violencia de cualquier tipo contra las mujeres por el simple hecho de serlo. A Podemos no le veo yo por la labor de respetarnos, más allá del mero discurso, que en este caso que hoy comentamos, ni si quiera lo fue. Eso sí, atendiendo quizás a que la mayoría de sus votantes son hombres, más bien parece que todo vale con el fin de arañar algunos votos. Y para eso, qué mejor que el uso de imágenes como la que acompañan a este artículo para hacer campaña.

20 COMENTARIOS

  1. Si a Beatriz talegon le hubieran dado el cargo de diputada de podemos que buscaba estaríamos leyendo un artículo completamente diferente. Por cierto, Beatriz, te recomiendo que veas la charla y abras un poquito el enfoque, que eso de decirles a las mujeres que su comportamiento no es el adecuado no es más que patriarcado disfrazado de feminismo.

  2. Análisis muy certero. La coherencia en el discurso político-mediático ni está ni se le espera. El cartel lo dice todo.
    Como lo que importa es la «marca» no lo van a criticar, si fuera de otra formación dirían que es denigrante y digno de Torrente… o peor.

    La televisión dirige al rebaño. La gente prefiere seguir al líder que pensar por sí misma.

  3. Patético artículo. Talegón sigue frustrada por no ir en las listas de Podemos y ahora se dedica a echar mierda contra la formación de Iglesias día sí día también.

    Y se autodenomina «analista política». xDDD Vaya tela.

  4. Excelente artículo. Amarna Miller no puede dar lección alguna de feminismo ni de nada, máxime cuando sus videos giran principalmente sobre la degradación femenina ¿que a ella le gusta? Perfecto Hay personal que le gusta practicar zoofilia y no se erigen en «defensores de los animales». Desconocía su fichaje en P´s. Eramos pocos y parió la abuela.

  5. Está claro que esta actriz porno es de las más reconocidas a nivel mundial. He visto varias películas de esta actriz y sin duda que lo hace muy bien, la industria pornográfica la tiene muy bien valorada, eso sí, hay que destacar que en España tanbién tenemos a grandes actrices del porno muy bien cotizadas hoy en día que no tienen nada que envidiar a estas grandes pornostars.

  6. «la formación de Pablo Iglesias se caracteriza más por la imagen que por el contenido» Si en vez de Palo Iglesias hubiéramos leido Beatriz Talegón Ramos casi todo el mundo lo hubiéramos entendido.

  7. Amarna Miller es una de las mejores porno stars españolas y quien lo niegue miente. Escena tras escena se nota que ha nacido para esto. Hay 5 o 6 españolas conocidas internacionalmente y ella es una de las top. Desde Colombia la amamos. Un saludo hermanos.

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