Sólo el Partido Popular sabe qué tiene dentro de su casa y hasta dónde puede abarcar, de momento y si José María Aznar, ya ex presidente de honor, no se echa el liberalismo por montera y tira para adelante con un nuevo proyecto. De la derecha más extrema hasta un centro tangencial al que se asoma de vez en cuando según se acerque el calendario electoral, el PP es una roca. La izquierda es otro cantar y otro coser. Políticos desubicados a tropel en medio de un progresismo desnortado y dividido como nunca. Este es el panorama político que deja 2016, indudablemente el año de la Segunda Transición.

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PSOE

Del PSOE basta decir poco más que las costuras que casi siempre han estado soterradas en dulce sintonía ahora se ven en canal y sangrando por sus hilvanes. El comité federal del pasado 1 de octubre hizo saltar por los aires la unión en torno a su líder después de varias y contundentes derrotas electorales consecutivas.

La mayoría de la militancia socialista está tan desnortada y desubicada como cualquiera de los dirigentes díscolos

Sin una cabeza visible que encabece el proyecto político creado por Pablo Iglesias hace 137 años, los socialistas se afanan en volver a ser un partido “ganador” –mantra de Susana Díaz–, precisamente ahora que menos materia prima parecen tener para ello y ahora que una nueva formación surgida a su izquierda hace apenas dos años le quita espacio electoral y protagonismo día tras día.

El PSOE quiere volver a ser lo que fue, pero este país ya no es el que era porque la frase premonitoria de otro de sus históricos, Alfonso Guerra, se ha hecho realidad, para bien o para mal: “A España no la va a conocer ni la madre que la parió”. Ahora el espectro político ha crecido exponencialmente y son cuatro las formaciones políticas que se disputan el protagonismo de la representatividad democrática.

El debate abierto en el seno de un PSOE dirigido desde hace ya tres meses –¡y lo que le queda aún!– por una gestora interina se ha polarizado todavía más desde que este supuesto consejo de sabios empezó a “coser” de una forma sui géneris las heridas abiertas tras la dimisión del último secretario general, Pedro Sánchez.

Ahora existe una baronía que propugna la vuelta a un partido “ganador” sin visos de serlo a corto y medio plazo, y para ello está facilitando políticas más próximas al centro derecha –basta recapitular los distintos acuerdos firmados ya con el Partido Popular, amén de la tumultuosa abstención de su bancada parlamentaria que posibilitó un segundo mandato de Mariano Rajoy– que a estrategias socialdemócratas propiamente dichas.

Por todo ello, en el PSOE solo se ve a día de hoy, por una parte, un ‘aparato’ que intenta hacerse fuerte en la cúpula directiva facilitando políticas regresivas y, por otro lado, un grupo de desnortados políticos desubicados que sienten el respaldo abrumadoramente mayoritario de una militancia ninguneada repetidamente por el propio ‘aparato’, fuente de toda sabiduría y poder en el PSOE.

Ya lo advirtió el presidente de la gestora, Javier Fernández: “El PSOE se ha podemizado”. Y está claro que aquella visión asamblearia de participación de las bases que impulsó el último secretario general socialista no es del agrado en absoluto de los nuevos dirigentes que tomaron por asalto la dirección del partido el 1 de octubre.

El tiempo que semana tras semana parecen ganar los gestores va en una única dirección, enhebrar los mimbres para presentar un candidato o candidata fuerte que dé imagen de solidez estructural en el partido y de paso evitar que el descontento de la militancia desacredite el trabajo de las élites.

Con este panorama nada alentador, los damnificados que esta tempestad ha dejado en el seno del partido se pueden contar por decenas. A los díscolos diputados del PSC (siete) se les sumaron en el “no es no” a Mariano Rajoy otros ocho. Quince en total que ya han tenido por respuesta de Ferraz severas reprimendas y castigos. Todos ellos sin excepción. Con riesgo serio incluso de que los socialistas catalanes se queden fuera de las votaciones del próximo secretario general, un factor determinante para que la andaluza Susana Díaz pueda optar sin este lastre de peso en su candidatura inminente.

Pero el desnorte de buena parte de los dirigentes díscolos ha llegado a tal extremo que incluso están divididos entre los que desean la vuelta de Sánchez al primer lugar que lo descabalgó el comité federal del 1 de octubre y los que prefieren que sea una tercera vía la que dé el paso que aglutine el sentir mayoritario de la militancia, tan desnortada y desubicada en estos momentos como cualquiera de los dirigentes díscolos.

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PODEMOS

El aparente juego a lo Epi y Blas que han reiterado entre risas y besos los dos líderes de las supuestas dos corrientes mayoritarias en la formación morada ha terminado de la manera más abrupta posible y de la menos deseada por parte de un partido con poco más de dos años de vida y, según los últimos sondeos, la principal formación de oposición al PP, por encima incluso del PSOE. Querer mantener la atención mediática en todo momento y a toda costa tiene estos riesgos y los líderes de Podemos no han sabido calibrar los peligros del juego.

El proyecto transversal de Errejón es ese objeto de deseo que muchos ciudadanos de izquierdas sienten como más afín a sus inquietudes

El experimento se les fue de las manos a Pablo Iglesias y a Íñigo Errejón. Las últimas purgas, abruptas y en absoluto medidas en sus consencuencias, ya no esconden la encarnizada pugna por el liderazgo que ambas corrientes pretenden mantener hasta la asamblea ciudadana de Vistalegre 2 el próximo febrero.

Pablo Iglesias va indudablemente ganando, pero su poder de respaldo entre la militancia, otrora atronador e incontestatario, ahora vence por la mínima al proyecto transversal de Errejón, ese objeto de deseo que muchos ciudadanos de izquierdas sienten como líder más afín a sus inquietudes.

Errejón es el gran desubicado en Podemos, y con él todos aquellos dirigentes y militantes que apuestan por un partido más integrador y displicente con otras fuerzas de izquierdas como pudo ser el PSOE de Pedro Sánchez, el gran desubicado socialista por excelencia en estos momentos. Dos desubicados en sus respectivas formaciones políticas que aglutinan líneas de actuación demasiado parecidas en muchas ocasiones.

Cuando Pedro Sánchez reconoció en la entrevista con Jordi Évole que se había equivocado con Podemos lo dijo probablemente por las manos tendidas que vio en Íñigo Errejón más que en las del número uno de la formación morada, siempre con el puño en alto antes que con la mano ofrecida. Un hombre de calle frente a un dirigente de negociación en despachos. Dos formas de ver la política que tarde o temprano terminarán por tomar caminos diferentes. Así lo determinan las leyes no escritas de la política.

Pero en contra de la recurrente línea transversal de Podemos están los propios resultados electorales del 26-J, ya con IU integrada en el proyecto morado. Dos más dos no fueron cuatro, como advirtió Errejón, y un millón de potenciales votantes de izquierdas afines a Podemos y a IU prefirió quedarse en casa ese día antes que votar el proyecto de los círculos.

Y eso que Iglesias había transigido en lo de mutar de la noche a la mañana en socialdemócrata de toda la vida, incluso alabando a José Luis Rodríguez Zapatero y la estrecha amistad que le unía al ex presidente socialista.

Ahora todo parece terreno expedito para los planes de Iglesias y de ahí las purgas sin contemplaciones que está realizando de cargos claramente errejonistas, como el ya ex portavoz de Podemos en la Asamblea de Madrid, José Manuel López. Sabe Iglesias, que la tercera corriente en liza de su partido, los anticapitalistas, son el apoyo que necesitaba para que Vistalegre 2 sea un triunfo para sus tesis, pero en absoluto un camino de rosas, como ya se está viendo por las advertencias del propio Errejón. “Así no”, dijo en Twitter al conocer el cese sin previo aviso de López. Los pablistas no lo dudaron un momento y contraatacaron en las redes sociales con el lema #ÍñigoAsíNo. Definitivamente el juego de Epi y Blas ha terminado. Ya todo se parece más a Juego de Tronos, pese a los deseos de todos sus dirigentes de hacer de Podemos el partido del amor y la sonrisa permanente.

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Izquierda Unida

El coordinador federal de Izquierda Unida y coportavoz de Unidos Podemos, Alberto Garzón, es hoy por hoy otro gran desubicado de la izquierda política de este país. Carga sobre sus espaldas el peso de haber presuntamente dejado en sus casas a un millón de potenciales votantes el pasado 26-J después del histórico abrazo con Pablo Iglesias en la puerta del Sol madrileña y su posterior celebración con botellines de cerveza.

Garzón carga con el peso de haber dejado en sus casas a un millón de potenciales votantes el 26-J

Todavía hoy no se lo perdonan los más fieles militantes de la federación de izquierdas, que aglutina en su ser el histórico Partido Comunista de España (PCE). Tampoco la Izquierda Abierta del ex coordinador general de IU Gaspar Llamazares ve con buenos ojos la integración de IU en Podemos. Por si fuese poco, también ha tenido algún encontronazo reciente con el coordinador general que le precedió en IU, Cayo Lara, en relación con la venta de la vivienda protegida que el dirigente de Podemos Ramón Espinar vendió con unas ganancias de 20.000 euros.

Alberto Garzón, pese a todo, se siente fuerte en su papel de coportavoz parlamentario de Unidos Podemos, aunque es consciente de que esa unión estable aunque temporal puede acabar engullendo a IU. De hecho, la federación de izquierdas sigue teniendo solo dos representantes en el Congreso de los Diputados. Así se quedó el 20-D con el 3,67% de los sufragios, cuando venía de tener 11 diputados en las elecciones generales de 2011, y así está tras el 26-J, cuya unión a Podemos no solo no ha dado los frutos deseados a priori sino que ha evidenciado la desafección de buena parte de su electorado tradicional tras su unión con la formación morada. Un millón de potenciales votantes así lo certificó con su abstención.

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