No hay día que no leamos en la prensa filtraciones siempre interesadas de posibles cambios de bando con el único fin de desestabilizar al contrario; también se nos presentan, con el mismo fin, posibles postulaciones a la sucesión de cargos tanto orgánicos como institucionales; pero lo que más abunda últimamente es el perfil. Y no se trata precisamente del perfil de Facebook u otra red social, sino de un perfil que, como postura, no mira ni a un lado ni a otro, ni se decanta a favor o en contra de nada; un perfil anodino y gris que, – no nos confundamos -, tras una aparente indiferencia, se mantiene expectante para decantarse, cual portero de fútbol, hacia el lado adecuado en caso de penalti.

A estos, a los “perfileros” quiero dedicarle este artículo.

Para la militancia, que es quien vota y elige en primera instancia, a día de hoy no existen más que dos posturas posibles: O estás conmigo, o estás contra mí.

Podrá parecer una enorme simpleza resumir así el sentir de la mayoría; pero esta polarización trae causa en las dos formas, que a la vista están, de hacer política de partido: la de toda la vida, la del dedazo y mesa camilla, representada por los que hoy fichan en Ferraz; y, la de la consulta, debate y participación de todos en las decisiones importantes, que representa como ya hemos visto, la forma de hacer de Pedro Sánchez.

A día de hoy, Pedro Sánchez, está en posesión de esa auctoritas, que dirían los romanos, entendiendo como tal la capacidad y fuerza moral para emitir una opinión cualificada sobre una decisión.

Me refiero a esa auctoritas que se vio silenciada y a la vez reforzada cuando, atendiendo a espurios intereses de ciertos personajillos que a día de hoy no representan ni a su comunidad de vecinos, se impidió que la palabra dada por él fuera vinculante, aún a sabiendas de que estaba respaldada por el sentir de la mayoría de la militancia y votantes – ya que ningún socialista en su sano juicio habría votado al PSOE para regalar, como así ha sido, el gobierno al Partido Popular – lo que provocó de forma torticera su dimisión.   De ahí la auctoritas que le atribuyo al compañero Sánchez.

Por otro lado, con actitud totalmente opuesta, está la Gestora, como también dirían los romanos ostenta la potestas, bajo el envoltorio de una legalidad, a mi juicio más que dudosa, y que ejercen con más o menos legitimidad y “manu militari” en toda la geografía española.

Donde pueden, manipulan; donde llegan, deshacen; donde les dejan, imponen; y siempre expresando, a través de sus actos, verbos cargados de connotaciones negativas.

La razón impone, y sería moralmente justo, que la potestas la pueda ejercer quien está en poder de la auctoritas, y no somos pocos los que nos empeñamos en que sea así muy pronto..

En estos últimos meses, compartiendo muchas horas de trabajo y conversación con militantes de todas las Federaciones, he aprendido a abandonar el provincialismo político, esa acotación mental que considero uno de los grandes males que sufrimos en el PSOE y que no nos deja ver más allá de nuestro ombligo.

Es momento de observar nuestro partido de forma global y alertarnos y reaccionar a tiempo aplicando soluciones o, simplemente impidiendo que ciertos acontecimientos se precipiten provocados por matrimonios muy poco convenientes.

Que a nadie le quepa la menor duda de que las bases se mueven y están organizadas, que están completamente decididas a dar la que posiblemente sea la lucha final; que el candidato preferido por una inmensa mayoría se llama Pedro Sánchez y que por supuesto, los “perfileros” no tienen cabida, como no la tienen quienes desde posiciones de fuerza no son capaces de transformar – como diría Rousseau – su fuerza en derecho y la obediencia en deber.

 

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