Ya pasaron las elecciones gallegas y vascas y, como no podía ser de otro modo, el PSOE ha logrado, nuevamente, romper un nuevo suelo electoral. Esto ya es una tónica desde que Pedro Sánchez es secretario general, una especie de enfermedad crónica que, de continuar sin tratamiento, llevará al partido a una muerte agónica. Desde julio de 2014 en que Sánchez ganó las primarias el Partido Socialista no ha hecho otra cosa que romper suelos electorales. Un verdadero líder ya hubiera asumido su responsabilidad pero eso es imposible en una persona que piensa que el hecho de estar al frente de una organización es sinónimo de que ésta es él mismo. Antes de analizar las causas de esta defunción por etapas, veamos los datos de los fracasos de Pedro Sánchez:

Es cierto que el PSOE en esos comicios municipales tuvo una mayor influencia a la hora de permitir gobiernos en ayuntamientos tan importantes como Madrid, Valencia, Zaragoza o Barcelona, pero, la realidad es que el apoyo de los españoles al proyecto socialista descendió. Lo mismo ocurrió con las autonómicas de ese mismo año, donde el PSOE logró recuperar el poder en diferentes Comunidades Autónomas pero gracias a pactos con Podemos y otras fuerzas de la izquierda. Sin embargo, los resultados fueron los peores puesto que el PSOE perdió millones de apoyos por parte de la ciudadanía.

Los fracasos más estrepitosos de Pedro Sánchez se han producido en las candidaturas que él mismo encabezó, sobre todo porque en las anteriores generales el PSOE ya había obtenido los peores resultados de su historia y parecía muy complicado que alguien pudiera empeorar los resultados de Rubalcaba en 2011. Pero Pedro es el macho alfa del socialismo y, como tal, él tiene que superar records, da igual que sean positivos o negativos. En apenas dos años ha logrado que el PSOE pierda millones de votos y ha dejado a la mitad la representación parlamentaria que los socialistas obtuvieron en la última legislatura en que gobernaron, con una sangría de seis millones de votos. En la circunscripción de Madrid, en la que él era el número uno, ocupó el cuarto lugar el 20D y escaló a la tercera posición el 26J por un puñado de votos. Como ven, este hombre tiene éxito.

A nivel regional, los resultados tampoco han sido mejores, por mucho que se piense que en las regiones históricas se vote en clave autonómica y los problemas a nivel nacional se queden un poco aparcados. No es así ya que lo que los ciudadanos votan son proyectos y apoyan mayoritariamente a los que piensan que van a solucionar sus problemas. Tanto en Andalucía como en Cataluña los resultados fueron nefastos, sobre todo en tierras catalanas donde el PSC pasó de ser la referencia del progresismo a convertirse en una fuerza residual. En Andalucía la figura de Susana Díaz y la fuerza del PSOE en el ámbito rural pararon el golpe y se ganaron las elecciones aunque sin mayoría absoluta. Es la única victoria de la que puede presumir Sánchez, una victoria que ni siquiera es suya porque los socialistas andaluces no querían ni verle en la campaña. Y es que el secretario general es un «malaje» y atrae el fracaso allá donde va. Pero el mayor descalabro lo hemos visto en las últimas elecciones gallegas y vascas, donde Pedro Sánchez lo ha vuelto a hacer y ha logrado los peores resultados de la historia del Partido Socialista, con sorpasso incluido en Galicia y perdiendo el 40% de los votos en Euskadi. Este hombre no defrauda y si hay elecciones ya sabemos cuál va a ser el resultado del PSOE: romperá el suelo electoral.

¿Por qué el PSOE ha llegado a esta situación? Hay muchas causas que son reales pero otras son interpretaciones que se hacen para proteger la figura del secretario general. Cuando se hacen comparaciones de resultados socialistas del pasado con los actuales los pedristas siempre dan la misma razón: hay más partidos en liza. Es cierto, hay más partidos, eso no se puede negar pero la existencia de Podemos y Ciudadanos no justifican el desastre. Más bien se trata de otra cosa porque, si miramos a la historia es un argumento que se queda cojo. Como decía Felipe González, «mentir sobre acontecimientos históricos está muy feo, además de que es absurdo». En las primeras elecciones generales el Partido Socialista era un verdadero desconocido para los españoles y el PCE de Santiago Carrillo y Dolores Ibárruri parecía que iba a alcanzar unos resultados históricos, incluso optando a gobernar porque era el partido de la izquierda, el que había luchado a rostro descubierto contra el franquismo y quien tenía el control de la calle. Por no hablar de otros partidos progresistas que contendían en el flanco de la izquierda, entre ellos el PSP de Tierno Galván que pugnaba en el mismo ámbito que el PSOE. Sin embargo, fue el Partido Socialista Obrero Español quien obtuvo un apoyo mayoritario de los españoles. ¿Por qué ocurrió esto? Muy sencillo, porque los ciudadanos vieron en el proyecto socialista el que mejor se ajustaba a sus necesidades. Es cierto que no se ganaron las elecciones pero se lograron 118 escaños en unos comicios a los que se presentaron más de 180 partidos, quintuplicando los votos del Partido Comunista.

La realidad es que el PSOE no ha sabido adaptarse a este nuevo tiempo. Parece que ni la Ejecutiva ni los dirigentes territoriales se han enterado que el gran Partido Socialista no va a volver y que tienen que contar inevitablemente con Podemos porque el partido de Iglesias Turrión ha llegado para quedarse y no es una mera anécdota. El PSOE ya no supo interpretar lo que significó el 15M y las reivindicaciones que se hicieron en las plazas y calles de España en aquella primavera de 2011 y no está sabiendo interpretar lo que significa Podemos porque, hay que reconocerlo, muchos de los millones de votos que se le han escapado a Pedro Sánchez están en el partido morado. ¿Qué tiene el proyecto de Iglesias Turrión, Errejón o Monedero para que millones de españoles hayan abandonado al PSOE en apenas cinco años? Algo sencillo: un proyecto que genera ilusión en los votantes. Se puede estar de acuerdo con él o no, pero que millones de socialistas voten a Podemos, que miles de militantes socialistas hayan abandonado el partido (más de un 10% desde que Pedro Sánchez es secretario general), es para que muchos de los que cacarean, cotorrean y se les llena la boca con el #YoConPedro se den cuenta de que el PSOE necesita una renovación total y no un enconado apoyo a quien está hundiendo al partido.

Como ocurre con todos los partidos socialistas/socialdemócratas europeos, el PSOE no se ha enterado de que los viejos proyectos ya no funcionan a causa de la ofensiva neoliberal de los partidos conservadores y de las élites económicas que quieren someter la política a la economía, además de intentar destruir el Estado del Bienestar para favorecer el libre mercado. Hay que renovarse o refundarse y recuperar valores que se han perdido con el paso de los años y por el tiempo que se ha permanecido en el poder. Hay que buscar el modo de volver a acercarse a la ciudadanía de a pie, a esa ciudadanía que se siente abandonada por el proyecto socialista o que no encuentra solución a sus problemas con lo que propone el PSOE. Hay que reconocer que el programa electoral con que se presentó el Partido Socialista era muy potente desde el punto de vista político, económico y social. Sin embargo, no sedujo a los ciudadanos. ¿Por qué? Hay varias razones.

En primer lugar, la marca PSOE, si nos manejamos en términos de marketing, está muerta porque no tiene el respaldo de la ciudadanía. Ahora mismo, si el PSOE presentara un programa con medidas como, por ejemplo, subida inmediata del Salario Mínimo Interprofesional a 2000 euros al mes, seguiría perdiendo votos. Han sido tantas las traiciones al pueblo español perpetradas por gobiernos socialistas que se ha perdido algo que es fundamental para un partido político: la confianza. Si a esa desconfianza en el proyecto socialista le sumamos la incapacidad de ilusionar por parte del presunto líder, la implantación de estrategias basadas en la exaltación de la figura del líder y no en la ponderación del proyecto, o la transposición a la ciudadanía de conductas autoritarias a nivel interno, nos lleva a la situación que tenemos en la actualidad. Cada cita electoral es un vía crucis. En noventa días el PSOE ha perdido 37000 votos en Euskadi, es decir, un 2,7% del total del censo vasco. En el mismo periodo, en Galicia, el PSdG perdió más de 90.000 votos, un 4,55%. Por tanto, hay que revitalizar la propia marca PSOE. ¿Cómo? Más adelante lo veremos.

En segundo lugar, el mismo proyecto político del Partido Socialista está viciado porque los ciudadanos no ven en él la salida que necesitan después de años bajo la dictadura de las políticas económicas neoliberales. Aquí nos encontramos con un problema que Pedro Sánchez ha ahondado: el distanciamiento ideológico respecto a la ideología que, teóricamente, se debería defender. Digo que Sánchez lo ha ahondado porque él no es el máximo responsable de ello, aunque parezca mentira. Este problema es fundamental para comprender muchas de las cosas que están ocurriendo y que Sánchez ha empeorado. Los años en el poder provocan que las organizaciones políticas progresistas se vayan alejando de sus ciudadanos por el mimetismo con las élites de todos los ámbitos. Tener responsabilidades de gobierno, sobre todo autonómico y nacional, provoca que en el día a día sólo se esté en medio de quienes tienen acceso a las esferas de poder, es decir, los representantes de las esas élites que representan la antítesis de las necesidades de la ciudadanía. Tras la reinstauración de la democracia, el PSOE ha obtenido el apoyo mayoritario cuando ha gobernado mirando a la cara a los ciudadanos y éstos le han dado la espalda cuando se ha transformado su modo de gobierno en un remedo de la socialdemocracia del centro y el norte de Europa. En España no son válidas las soluciones que funcionan al norte de los Alpes. Por esta razón el Partido Socialista, ¿debe «podemizarse» y presentar soluciones que suenan muy bien en un mitin o en una tertulia televisiva? Evidentemente, no. El PSOE debe plantear un debate ideológico donde se ponderen los valores socialistas por encima de todo, valores que, por mucho que haya personajes que quieran modificarlo con vías como el «socialismo pragmático» de líderes como Manuel Valls o Matteo Renzi, líderes a los que ha ensalzado Sánchez, por mucho que ahora quiera subirse al tren de Corbin. Volver a los valores socialistas no es radicalizarse sino ser coherentes con el espíritu del partido porque el hecho de que el PSOE haya querido hacerse con ese espacio político utópico del «centro» lo que ha traído es una indefinición que ha tenido como traducción el abandono de la confianza en los socialistas por parte del pueblo español. Si a esta indefinición ideológica le unimos la nefasta gestión de Pedro Sánchez y su falta de empatía con los ciudadanos. Por eso, otra de las cosas que el PSOE debe afrontar es un cambio total, dar una vuelta al calcetín. Hay un hecho que demuestra esto: la pérdida del voto joven y de las grandes ciudades. Antonio Miguel Carmona afirmó en Diario16 que «un partido es decadente cuando pierde el apoyo de los jóvenes y de las grandes ciudades, que es exactamente lo que le ha ocurrido al PSOE», y ese análisis es una realidad que está haciendo mucho daño al partido.

Por ello es fundamental que el Partido Socialista afronte un proceso de refundación como hizo en los años 70 en los Congresos de Toulouse y Suresnes. Fue en el XXVI Congreso cuando Felipe González, recién elegido como secretario general, afirmó sin pelos en la lengua que existía «más socialismo fuera del partido que dentro», una acusación muy grave que puede ser aplicada al cien por cien a su situación actual. Por tanto, además del debate ideológico, el PSOE debe replantearse su propia estrategia política, los contenidos y las prioridades y, sobre todo, la renovación total de sus órganos. Esta renovación de la dirigencia debe ser radical y debe estar representada por personas que no estén contaminadas por el hecho de haber estado en órganos de poder institucional, ya sea a nivel nacional, a nivel autonómico o a nivel parlamentario. Aunque durante los dos años en los que Pedro Sánchez lleva ejerciendo la secretaría general se han perdido más de 20.000 militantes, el PSOE tiene cantera suficiente para elegir a unos representantes que se encarguen del partido, de su renovación o de modificar la estrategia de actuación. Estoy convencido de que el sustituto ideal para Sánchez no debe ser ninguno de los dirigentes territoriales, precisamente por esa contaminación con el poder. Por otro lado, el Partido Socialista debe hacerse a la idea de que es fundamental para el crecimiento de la organización plantearse la bicefalia, tal y como la planteó Pérez Tapias en las primarias de 2014, porque la Ejecutiva debe estar dedicada exclusivamente al partido. La actitud de Sánchez de aferrarse al sillón aprovechando los tiempos institucionales no habría sido posible si la actividad interna y la institucional estuvieran separadas.

En tercer lugar, se pone como excusa, porque es una excusa y no una razón, que Podemos ha quitado votos al PSOE para justificar los resultados catastróficos de Pedro Sánchez. Cuantitativamente podrá ser cierto pero cualitativamente no, sobre todo porque una parte importante de la base electoral del partido de Pablo Iglesias Turrión está formada por socialistas desencantados. La refundación explicada muy someramente en el párrafo anterior es la herramienta para recuperar la ilusión de esos votantes que se fueron y el único modo de recobrar la confianza de los españoles.

Pedro Sánchez dejará un PSOE destrozado, dividido y lleno de rencores entre la militancia, lo cual es muy grave. Nunca se ha visto que los afines al secretario general amenacen, incluso de muerte, a quienes son críticos o no siguen la línea oficial marcada por Ferraz. Jamás se vio que se organizaran conjuras y «comandos» para desprestigiar o insultar a los dirigentes que utilizan su libertad de expresión para hablar con libertad por mucho que lo que se diga sea contrario a lo marcado por Ferraz. Jamás se vio que se purgaran a militantes por tener una opinión opuesta a la de la dirección o que hagan críticas en medios de comunicación. Jamás se vio que se permitan actos a los afines al secretario general por los cuales fueron expulsados militantes críticos. Jamás se vio que se renunciaran a valores fundamentales del socialismo por alcanzar acuerdos de gobierno con quienes se dijo que jamás se pactaría. Son muchos jamases que han llevado al PSOE a necesitar de manera urgente un cambio de rumbo y el primero que tiene salir es Pedro Sánchez porque, de continuar al frente del partido, lo llevará a su desaparición porque, como ya hemos indicado, él no decepciona a nadie: siempre logrará superarse a sí mismo rompiendo un suelo electoral tras otro.

2 COMENTARIOS

  1. Completamente de acuerdo con su análisis. Esto ocurre cuando las ideologías no están basadas en las ideas y las ideas no se aplican para resolver los problemas de los ciudadanos. 5

  2. En algunas cosas de acuerdo y en otras no. Me centraré brevemente en las críticas. En primer lugar, no entiendo el ataque gratuito a Podemos: sus propuestas en materia económica y política están basadas en estudios serios y experiencias previas en otros países. De hecho, más quisiera el PSOE actual tener la solidez académica que hay detrás de este nuevo partido. Segundo: creo que el instinto de supervivencia egoísta de Pedro Sánchez es, paradójicamente, lo que va a salvar por ahora al PSOE. Lo que hunde al antiguo buque insignia de la izquierda española es ese socialismo caciquil del sur de España. Y lo sé de buena tinta: soy andaluz y aquí sufrimos desde hace décadas de un socialismo repugnante y vergonzoso.

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