La situación en el socialismo español es a día de hoy es de una calamidad sostenible cual tormenta que no termina de estallar, una vez, eso sí, que ha surtido su efecto y ya no adormece el bálsamo aplicado la pasada noche electoral, bálsamo que consistía básicamente en consolarse un ratito con la no consumación del sorpasso. Pero el PSOE afronta ahora, y no puede ser de otra manera, la peor crisis de su historia reciente, es decir, la que comenzó en la Transición con un Felipe Gonzáles reinventando un PSOE en estado de hibernación desde el final de la guerra civil. Lo ocurrido este sábado en el Comité Federal constata el estado de calamidad sostenible.

El capitán del zozobrante barco es Pedro Sánchez, que tiene una ambición de permanecer en el timón absolutamente colosal. Si lo consigue el éxito será rotundo porque tras el fracaso electoral las espadas están en lo más alto de las luchas intestinas. El PSOE es un partido que en trances como el que vive ahora tiende a devorarse sin demasiados miramientos. El PSOE asume mal los estados de crisis profunda como si la larga sombra de Felipe González impidiera a asumir que después de él las aguas no han vuelto a estar lo suficientemente calmadas.

Si Pedro Sánchez no ha pasado ya a la historia de su partido como el segundo relevo fallido (tras el intento de Alfredo Pérez Rubalcaba) de José Luis Rodríguez Zapatero es simple y llanamente porque no hay un recambio claro en el liderazgo. O mejor, porque el que se perfilaba en el horizonte con una mayor claridad, Susana Díaz, no está para tirar cohetes tras unos resultados en Andalucía más que mediocres. Con todo, la lideresa andaluza saca pecho y cada vez es más notorio que está en modo “campaña nacional”. No hay más que ver como se empeña en enviarle dardos a su secretario general haciendo valer unos resultados andaluces, los suyos, que aunque malos han sido algo mejores que los conseguidos en otras regiones de España.

Lo cierto es que el PSOE, en general acostumbrado al éxito, necesita una portentosa cura de humildad si no quiere que los laureles del pasado sean cada vez más viejos y resecos. No solamente necesita perfilarse ideológicamente ante la embestida populista de Podemos, de la que de momento no ha salido mal parado. Necesita también el PSOE elegir liderazgos contundentes. Y me inclino a pensar que en este caso será el liderazgo el que marque el rumbo más que las ponencias ideológicas. O hay un líder de fuerte personalidad que aplique el famoso “o el marxismo o yo” de Felipe (en este caso “o el populismo confuso o la izquierda comprometida con España”)  o la zozobra podría continuar hasta la derrota final. Puede que la oportunidad esté en el Congreso que se celebrará tras el verano.

El gran problema de Pedro Sánchez ha sido que siendo realmente un socialdemócrata moderadito hasta el extremo ha optado, sin embargo, por jugar la baza de un izquierdismo más radical, con lo cual ha tenido siempre un grave problema de credibilidad. Su crédito está ya muy mermado.  Los principales barones socialistas son tan contumaces en el NO a la investidura de Mariano Rajoy como en la indiferencia ante su todavía líder. Pedro Sánchez a día de hoy no tiene a nadie que le escriba casi ni una carta de consuelo, pero ha optado por la resistencia como medio de ganar la partida. No le queda otra.

DEJA UNA RESPUESTA

Comentario
Introduce tu nombre