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¿Qué es lo que verdaderamente te apasiona y da sentido a tu vida? ¿Cuánto de tu tiempo dedicas a esa actividad?

¿A qué dedicas la mayor parte del tiempo de tu día a día?

Esas dos actividades, ¿son la misma? Si la respuesta es sí, entonces felicidades, porque, con casi total seguridad, eres una persona feliz.

Si la respuesta es no, necesitas hacerte otra pregunta: ¿te gusta eso a lo que dedicas la mayor parte de tu tiempo? Y si no te gusta, ¿para qué lo haces? ¿A qué estás esperando para dedicar tu vida a aquello que realmente te apasiona? ¿Por qué no estás donde te gustaría estar? Cuanto más tardes en decidirte, más tiempo vas a tardar en ser feliz. También tienes otra opción: lograr que aquello a lo que te dedicas, eso que te da de comer, se convierta en tu pasión.

Puede haber múltiples factores que te impidan dedicarte a lo que te apasiona. Puedes haber respondido de muchas formas a la pregunta “¿a qué estás esperando para dedicarte a lo que verdaderamente te gusta?”. Pero si reflexionas, si eres sincero contigo mismo, si estás decidido a dejar de poner excusas, reconocerás que la única respuesta verdadera, en la mayoría de los casos, es “no me dedico a lo que me apasiona porque me da miedo”. Me da miedo soltar, me da miedo arriesgarme, me da miedo perder, me da miedo la inseguridad, me da miedo la incertidumbre, me da miedo que no salga bien, me da miedo quedarme en la calle, me da miedo… Me da miedo.

Parece una frase hecha, de esas que aparecen en los libros de autoayuda, o en bellas imágenes de puestas de sol, pero al otro lado de tus miedos está la vida. Al otro lado de tus miedos está el éxito. Y si no afrontas esos miedos, si no te decides de una vez por todas a hacerles frente, nunca llegarás a ese otro lado.

Si no tomas decisiones, alguien las tomará por ti. Y seguirás dejándote llevar, seguirás a la deriva, dejando que los vientos te lleven a donde ellos quieran. Seguirás quejándote de lo infeliz que eres, y seguirás no haciendo nada para ser feliz. Seguirás tumbado encima de ese clavo que tanto te molesta pero sin tomar la decisión de levantarte.

Cuando hay un porqué siempre hay un cómo. Lo dijo Nietzsche. Aunque da igual quién lo dijera. Lo importante es que es cierto. Si quieres algo, si lo quieres de verdad, encontrarás el camino y la forma de llegar a ello. Pero recuerda una cosa: la lógica no te llevará al éxito. Lo hará la pasión que pongas en ello. Como montañero, en ocasiones me he enfrentado a retos que, en algún momento del recorrido, se me han antojado imposibles. Lo que me ha llevado al éxito, lo que me ha ayudado a llegar a la cima de esa montaña, no ha sido la lógica. No ha sido pararme a pensar en las razones que tenía para seguir adelante. Ha sido el coraje. Ha sido la pasión. Ha sido, como dice un amigo mío, agarrarme de los pelos del pecho y tirar para adelante. No hay recompensa sin sacrificio. Nadie te va a llevar a lo más alto. Tienes que llegar tú, con tu esfuerzo y con tu tesón. Y a veces con la ayuda de los demás. Pero si tú no te pones en marcha, la ayuda de los demás no va a llegar.

No son los razonamientos los que rompen las cadenas del miedo, los que disipan las dudas. Ese tipo de decisiones no son racionales sino emocionales. Por eso necesitas poner en juego la pasión. Si te paras a pensar, no lo harás. Como dice el gran Chema Martínez, no lo pienses, corre. Si lo piensas, probablemente encontrarás algo mejor que hacer. Algo que te impida ponerte en marcha. Algo que te haga decir, mañana lo hago, mañana empiezo. Deja de quejarte, deja de poner excusas. Levántate y anda.

Si no lo intentas, nunca sabrás si podías haberlo conseguido. Es mejor arrepentirse de hacer que de no hacer. Porque lo primero tiene solución. Lo segundo, puede quedarse sin ella. Aunque te equivoques, sigue tomando decisiones. Hasta que aciertes. Es la única manera de avanzar. No te limites a sobrevivir, a ver la vida pasar. ¡Vive tu vida! No dejes que los vientos te lleven, gobiérnalos tú. Date una y otra oportunidad, en lugar de seguir negándotelas.

Por último, piensa lo siguiente: ¿dónde vas a estar dentro de unos años si sigues dejándote aferrar por tus miedos y tus dudas? ¿Es ahí donde quieres estar? Si la respuesta es sí, perfecto, sigue sin hacer nada. No tengo nada más que añadir. Pero si la respuesta es no, entonces te invito a lo siguiente: cada vez que tengas miedo a algo, ve a por ello, encáralo con determinación. No lo pienses, sólo actúa. Al principio será difícil. Pero poco a poco lo irás convirtiendo en un hábito y te irás aproximando a ese lugar al que realmente quieres llegar. Eso sí, recuerda que la felicidad no está en la meta (no sólo, al menos) sino en el camino. Audentes fortuna iuvat!

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