La victoria de Donald Trump en Estados Unidos hizo que una gota de sudor frío recorriera la frente de Europa. Con el reciente triunfo del Brexit y la agenda que se preparaba, los nubarrones oscuros parecían venir a gran velocidad. Y la tormenta final iba a caer el pasado fin de semana.

Según nos informaban, era prácticamente seguro que en Austria habría un gobierno de extrema derecha. Ya se veía a Norbert Hofer como Presidente y nos habíamos puesto la venda antes de tener la herida. Y a partir de estos vaticinios se articulaban discursos que solamente veían el final de Europa a la vuelta de la esquina. Manuel Valls así lo señalaba recientemente, avisando de que un triunfo de la derecha en Francia (como si él no formase parte de alguna manera de la derecha, aunque sea la socialista) supondrá un paso hacia el abismo irremediable de la muerte del sueño europeo. Entre los “populismos” y los “extremismos”, que básicamente están configurándose todos ellos en lo “mismo” este “chiringuito” de la Unión se iba a cerrar en breve. Esto ha sido lo que nos han dicho estos días. Está por ver lo que sucederá en las elecciones de Francia de 2017, pero ya podemos ir tachando de la lista de las pesadillas las que estaban previstas para ayer.

El caso es que, cuando uno se interesaba por acudir a las fuentes, esto es, hablar con algún que otro ciudadano austríaco, resulta que allí al tal Hofer no le veían como lo estábamos pintando nosotros aquí (siendo sinceros nos lo imaginábamos bajito, con bigote y el brazo derecho extendido prácticamente); para nuestra sorpresa, la ciudadanía austriaca entiende que este señor es «extrema derecha» porque en realidad todo lo que tienen está bastante centrado. O sea, que el discurso de Hofer, para que nos entendamos, podría enmarcarse perfectamente dentro de nuestro Partido Popular: la diferencia es que quizás allí hablen bastante más claro mientras que aquí, si uno se fija nada más en los discursos, la mayoría de las veces no va a saber diferenciar quién dijo qué.

¿Y quién es el nuevo Presidente de Austria? Si usted no se lo pregunta, debería. Porque la respuesta es interesante: Van Der Bellen ha cumplido ya los setenta hace un par de años, comenzó en política a los cincuenta después de una carrera como economista investigador y docente en la universidad. Proviene de las filas del partido socialista austriaco –sin duda, un referente en la familia europea, teniendo en cuenta que es de las pocas organizaciones que hasta hace poco podía reconocerse de izquierdas sin que le sacasen los colores-, padre y ecologista. Es un perfil bastante peculiar dentro del ámbito de la política. Para los austriacos es alguien bastante “normal” y precisamente ésa ha sido una de las razones de sus apoyos. Veremos en las próximas fechas cómo organizará el gobierno, aunque sin duda, los vientos de cambio que soplan desde Viena huelen a alivio.

los vientos de cambio que soplan desde Viena huelen a alivio

Y de vientos de cambio hablan también en Italia, donde hace unas horas la ciudadanía le ha dicho que NO a Matteo Renzi en su propuesta de modificar la Constitución. Calculó mal y le ha costado la dimisión. Hay que agradecerle que haya dado buen ejemplo y que, incluso antes de terminar el recuento de los votos, haya salido a reconocer su derrota. Porque prometió que si su propuesta no salía adelante, él se bajaba del carro. Y así lo ha hecho. Será hoy cuando Renzi entregue su bastón de mando al Presidente de la República Italiana y tenga que tomarse la decisión de quién ocupará su lugar. Desde el movimiento “Cinco Estrellas”, el cómico y ahora político Beppe Grillo ya ha dicho que habría que convocar nuevas elecciones cuanto antes. Y es normal que lo diga, porque los resultados electorales han ido demostrando que su formación ha subido como la espuma, interpretando además el NO de la noche de ayer como un respaldo a su mensaje. Su discurso fue contundente: no admitirán más que les consideren un movimiento “antipolítica” porque según ellos esta vez han demostrado claramente apostar por la Constitución que, si bien merece reformas, han de hacerse de manera calmada y democrática y no mediante un referéndum tramposo que daba lugar al equívoco, confundiendo un plebiscito con la introducción de muchas medidas por la puerta de atrás.

Matteo Renzi ha conseguido poner en contra tanto a los grupos que están a su izquierda política como a la derecha

Lo cierto es que Matteo Renzi ha conseguido poner en contra tanto a los grupos que están a su izquierda política como a la derecha. Por distintas razones, no se ha llegado a recibir con buenos ojos la propuesta del socialista: endurecer la ley electoral penalizando a las formaciones más pequeñas, eliminar la posibilidad de bloqueo del Senado, reducir el número de escaños y una serie de medidas que suponían el cambio de casi cincuenta artículos de la Carta Magna. Y lo han entendido, prácticamente de manera unánime desde los demás grupos políticos, como un intento de perpetuarse en el poder. Un poder al que Renzi llegó sin pasar por los filtros democráticos, por cierto.

Parece, por lo tanto, que la amenaza de los terribles nubarrones ha quedado en un susto. Ha salido el sol, aunque con frío en Austria y en Italia. El pueblo ha dicho que no al extremismo de la derecha y a una jugada extraña de los socialistas en Italia.

Aún no sabemos cuánto tiempo tardarán en llegar las siguientes nubes. Parece que se desplazan hacia Francia. Pero nunca se sabe. Aquí, en cualquier momento, nos vemos votando de nuevo, y es que a un gallego como Rajoy no le dan miedo las tormentas. Él sabe bien cómo hacer para no mojarse pase lo que pase.

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