En nuestro país cada vez hay más población envejecida. Los últimos datos que ha hecho públicos el Instituto Nacional de Estadística (INE) muestran que por cada 118 mayores de 64 años hay 100 menores de 16. Una tendencia a la alza que se lleva produciendo desde finales del siglo XX y que está transformando nuestro modelo de sociedad actual.

Esto implica que, como sociedad, hemos de cambiar la concepción que tenemos del colectivo de personas de la tercera edad. El paradigma actual versa sobre la incapacidad de este colectivo, en lugar de enfocarse desde la perspectiva de la utilidad, y sobre todo de la utilidad laboral. Y no hay otra forma de verlo si se quiere dar salida a lo que será el 30% de la población en 2030, cuando se comience a jubilar la generación del fenómeno conocido como Baby Boom.

Teniendo en cuenta datos del INE, como que la esperanza de vida actual es de 83 años, en ambos sexos, habría que replantearse seriamente lo que implica la jubilación. La etiqueta de “tercera edad” debe ser más flexible ya que hay muchas personas capacitadas cuyo potencial se desperdicia por creer que estas personas solo están esperando a la Parca y no pudiendo demostrar su valía.

Catalina Hoffman, creadora del método Hoffman: trabajo de rehabilitación personalizado que abarca ámbito científico, tecnológico y económico, señala que “las personas mayores de 65 años no deberían ser una preocupación, sino una ocupación”. En otros países, se están dando pasos muy importantes en cuanto a la atención que se presta a los mayores de 65, hay que recordar que muchas personas superan esa media de 83 años y siendo así hay un nicho de mercado que no está plenamente cubierto. Desde los 65 a los 90 hay 25 años de por medio para seguir contribuyendo a la comunidad y seguir consumiendo.

Estos datos sobre población envejecida tocan un tema que se pretende olvidar por parte de la élite política, ya que no es cómodo ni popular, la problemática de las pensiones. Si de verdad pretendemos seguir con el mismo modelo de reparto, hay que tener en cuenta un dato importante: para 2052 se calcula que por cada persona activa, habrá otra que no lo sea. Lo cual quiere decir que este sistema es insostenible, al menos con el sistema de reparto actual. Tampoco quiere decir que la solución sea el sistema de acumulación. Todo pasa por analizar muchos factores y hallar una solución entre todos.

“las personas mayores de 65 años no deberían ser una preocupación, sino una ocupación”

Paco Abad, Presidente de la Fundación Empresa y Sociedad, en declaraciones a este diario, imagina unas condiciones laborales más flexibles para los mayores de 65, de manera que ellos también puedan sumar y al mismo tiempo sientan que son parte de la comunidad y no se les discrimina tan fácilmente. Añade al mismo tiempo que a “cierta edad se pierde grado de motivación, pero con otros sistemas más flexibles se atajaría el problema”

Estos son hechos. No es un problema del futuro ni mucho menos. Es por ello que se está apostando mucho por la innovación como forma de afrontar los nuevos retos. La biogerentología es parte del cambio. Esta ciencia trata de estudiar los factores clave de la longevidad y como crear tecnología que sea capaz de servirnos como base para vivir más años y sobre todo con más calidad, de manera que a nivel molecular seamos más resistentes.

¿Qué pasará cuando haya más jubilados que población activa? Si empezamos a tomar consciencia de esta nueva situación, simplemente cambiará nuestra visión de la sociedad. Los que un día se llamaban “jubilados” aportarán a la sociedad en tanto en cuanto puedan aportar, los jóvenes tendrán trabajo porque gracias a la evolución tecnológica nacen nuevas profesiones todos los años y la hucha, o no existirá, o se administrará de manera que haya para todos y no suponga una inquietud constante, como la que hemos estado viviendo estos años. Sino tomamos consciencia, el problema nos va a venir de repente y hay muchas posibilidades de que el sistema quiebre. Tomemos consciencia.

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