La mosca cojonera

Marcos siempre había sido un borrachín deslenguado al que los vecinos daban vino porque, con el puntito, contaba chascarrillos de los demás de forma jocosa. Todos eran conscientes del problema de salud de Marcos y sobre todo de las discusiones que mantenía con su paciente esposa cuando llegaba a casa. Harta de que se rieran de él, de verle tambalearse por las calles, de que los chiquillos le tiraran piedras y sobre todo, de que sus vecinas se enfadaran porque todo el mundo se ríe de las “cosas” de los demás, pero a nadie le gusta ser el hazmerreír, cada vez que llegaba beodo, Marcos acababa durmiendo la mona en el pajar. Eso, a su vez era la comidilla del pueblo y una de las causas por las que, cuando se presentaba en cualquiera de las bodegas de sus vecinos, éstos le llenaban el jarro.

Los lances que Marcos contaba, eran fruto de su agudeza, de saber escuchar y de atar cabos. Mientras se embriagaba, escuchaba atentamente a los demás sin intervenir en ninguna conversación. De hecho, cuando se paseaba por las bodegas y alguien le decía, – ¿Qué Marcos, un jarro? – él nunca contestaba. Se quedaba quieto, junto a la puerta y si le daban el pichel, lo aceptaba. Sino, se quedaba igual, estancado en el dintel de la puerta y escuchando lo que los demás decían. Si no había conversación, no esperaba al vino.

El día que Marcos, una tarde oscura del mes de diciembre vio salir al alcalde de casa de su cuñada, tapado hasta la tonsura, mirando a ambos lados antes de emprender la marcha,, mientras el marido de ésta, por la mañana temprano, había salido a más de seis leguas con el carro y los bueyes al molino, empezó a dejar de ser el gracioso borrachín, para pasar a ser el bocazas.

Cuando Marcos escuchó fortuitamente al secretario del ayuntamiento decirle a su mujer que, con el lío de la cuñada, el alcalde estaba perdiendo el juicio y que iban a acabar todos en la cárcel como se descubriera el pastel, empezó a ser además de bocazas, peligroso.

Cuando el vecino de Marcos le comentó que el Alcalde había comprado un carro nuevo, con filigranas y un toldo serigrafiado, al mismo tiempo que su cuñada presumía de un enorme camafeo que decía haberse encontrado en la ciudad, y cuando al día siguiente en una reunión del Concejo en el ayuntamiento, descubrieron un error en las cuentas presentadas por arreglo de los caminos, y Marcos dijo – las filigranas y las joyas, no se pagan solas –, pasó de bocazas peligroso a borracho sinvergüenza.

No era Marcos el que se había llevado el dinero de los caminos, pero si era el que había puesto el dedo en la llaga del alcalde.

 


 

Partido Populista

Dice el diccionario que Popular es aquello perteneciente o es relativo al pueblo y que populismo es la tendencia política que pretende atraerse a las clases populares.

En el partido Populista, ese cuyo símbolo es una gaviota, pájaro que le roba la carroña a los carroñeros, y la comida y los huevos a otras aves, (¿casualidad?) son expertos en la prostitución del lenguaje. Ellos, en lugar de llamarse partido populista, ya que sus mensajes siempre van centrados en agradar a los simples, esos que no ven más allá de lo que dicen en la tele, de los que arreglan España junto a los amigos con un cubata y un plato de cacahuetes, esos que “pasan” de política porque “todos son iguales” y que son mayoría respecto a los que sacan sus propias conclusiones de la lectura y del pensamiento crítico, se hacen llamar populares. Asegura, por ejemplo, la lideresa que Franco era socialista y Millán Astray un ciudadano modélico que participaba en asuntos sociales muy importantes, (gritar “muera la inteligencia” en la oreja de Unamuno, es uno de ellos, por no mencionar fusilamientos y torturas). Una persona, Aguirre, que como todos sabemos es modelo en el respeto de las normas y carece de mamandurrias. Como prueba de su buena conducta cívica y su respeto a la autoridad, salió conduciendo a toda pastilla ignorando el alto de los municipales en el suceso de Gran Vía y como excepción a su regla de las mamandurrias, entre todos, le hemos estado pagando el recibo de la luz del palacete en el que vive a través de la Comunidad Autónoma de Madrid y para que la excepción no sea única, su hijo y su hermana fueron nombrados Asesores “a dedo” en la administración.

Ahora parece que se ha ido la fiebre del uso de la palabra libertinaje. Pero aún recuerdo cuando, los que con Franco vivían mejor, decían aquello de “libertad sí, pero aquí confundimos la libertad con el libertinaje” prostituyendo la libertad y acusando de libertinos a los que practicaban conductas “aberrantes”, como divorciarse, tener relaciones sexuales sin estar casado o contemplar desde la cola de un cine el paso de una procesión de Semana Santa. Si te ponías a trabajar el domingo, a la hora de misa, frente a la iglesia del pueblo, entonces eras además un redomado sinvergüenza.

Esta prostitución del lenguaje, en la estrategia de deformar, reformar y desinformar, se ha extendido a los medios de incomunicación afines a este sistema que crea pobres, paro, recortes sociales, laborales, económicos y de esperanza de vida. Ahora a los que luchamos por lo público, los que creemos en la justicia social y en los derechos de las personas, nos llaman populistas en modo insulto.

El único interés, la única finalidad de estas descalificaciones, es evitar que los que siempre han mandado, que los que creen en la gracia de dios y en el derecho a que todo les pertenezca, decaigan en sus intereses.

Tanto entonces como ahora, se trata de inculcar miedo. Hacer ver que los peligrosos son los que muestran los defectos de esta sociedad y los horrores de un sistema que, bajo las leyes dictadas por los nefastos correveidiles de los poderosos, permiten por ejemplo que usar una tarjeta de crédito encontrada para dar de comer a tus hijos te lleve cuatro años a prisión y usar una tarjeta creada para gastos de representación de una entidad bancaria (que han expoliado y llevado a la ruina para ser rescatada después con el dinero de todos) usada, desde para comprar papel higiénico, a lencería para la querida, sea calificada de actitud reprobable . Que si instalas paneles solares y no lo comunicas para ahorrarte el impuesto al sol, puedas pasar en la trena un lustro y cobrar sesenta euros de recibo eléctrico, por un consumo de cuatro, sea legal. Que si “presionas” a tu vecino, porque se va a comprar el pan a la competencia, sea delito, pero si lo haces con un diputado europeo en nombre de un consorcio azucarero, eléctrico o químico, tengas todas las bendiciones y un carnet de lobista para entrar y salir de las instituciones de la UE como Pedro por su casa.

Pero a mí, quién me da miedo, es el que presuntamente utiliza la policía para confabular contra sus oponentes políticos, el que condecora a una imagen de escayola o dice que habla con un amigo imaginario al que llama Marcelo.

Me dan miedo aquellos que en grabaciones (lícitas o ilícitas pero reales) aseguran sin pudor estar en política para forrarse. Los que pagan doscientos euros al día a una empresa de algún amigo para izar y arriar una bandera cuando forma parte del trabajo funcionarial. Los que pagan trescientos euros al mes, a otra empresa de supuestos amiguetes, por el mantenimiento de una alfombra en el ayuntamiento, mil quinientos por el alquiler mensual de una furgoneta para la policía municipal o tres mil por un coche para uso del alcalde o los que tienen un responsable de prensa, nombrado a dedo y por cuarenta mil euros al año, en un municipio que carece de noticias.

Me dan miedo los que firman contratos onerosos como el de catorce millones de euros de dinero público madrileño por el alquiler de dos naves en Marcamadrid que permanecen vacías y sin uso. Los que malvendieron los pisos pagados con el dinero de los impuestos de los madrileños a un fondo buitre que tiene, según información del diario Publico del 21.may.2015, estrechos vínculos con otro del que era Consejero el hijo de la alcaldesa y del insufrible (como le llamaba mi admirado y maestro Manolo Saco).

Me dan miedo los tejemanejes de un partido, el primero de la historia, que está siendo investigado como formación para delinquir. Me dan miedo los que se llenan la boca de ¡EsPAña! pero guardan el dinero en bancos suizos, o de las Bahamas o escondido en sociedades off shore de Gibraltar o Panamá. Me dan miedo los que están en el banquillo por casos extremos de corrupción como la Gürtel, la Púnica o Quality Food. Los Bárcenas, Rus, Barberá, Matas, Rato, …Los que usan dinero público para que el Congreso de los Estados Unidos les conceda una medalla y los que interceden en Libia, a cambio del 1% de comisión, para que empresas españolas puedan hacer allí negocio.

Me dan miedo los salvapatrias. Los que creen que son indispensables para gobernar y los que se creen en posesión de la verdad absoluta. Los que siempre tienen en la boca el sentido común, pero hacen cosas sin sentido para el común de los mortales. Los que dicen hablar en nombre de la mayoría. Los que maldicen lo público pero viven como parásitos de expoliar hasta enfermar y matar los servicios públicos.

Me dan miedo los que están dejando España sin jóvenes preparados. Los que han expatriado a más de 600.000 jóvenes como Lúa, como Cristina, o como Guillermo que, con todo el dolor de su corazón, a pesar de sus matrículas de honor, ha tenido que dejar a una madre enferma para exiliarse económicamente en Alemania. Los que están regalando lo que invertimos en educarlos y prepararlos, a Suecia, Panamá, Francia o Alemania.

Los que ignoran a los pobres. Los que coartan su libertad. Los que hacen leyes, como la mordaza, para impedir que se manifiesten. Los que regalan el dinero de nuestros impuestos a empresas sanitarias privadas mientras recortan el presupuesto de los hospitales públicos o los que regalan suelo público y construyen allí colegios privados a los que benefician con conciertos educativos mientras nuestros hijos deben soportar, en aulas minúsculas, la masificación de 37 compañeros. Me dan miedo los que permiten que millones de seres humanos mueran en el Mediterráneo como consecuencia de una guerra que han provocado y que mantienen. Los que venden armas.

Los que, como modelo de vida, nos están llevando a la sumisión, a la globalización, a la pobreza y a los que creen que siempre ha habido ricos y pobres, pero no están dispuestos ni a acercarse a éstos últimos..

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Pasé tarde por la universidad. De niño, soñaba con ser escritor o periodista. Ahora, tal y como está la profesión periodística prefiero ser un cuentista y un alma libre. En mi juventud jugué a ser comunista en un partido encorsetado que me hizo huir demasiado pronto. Militante comprometido durante veinticinco años en CC.OO, acabé aborreciendo el servilismo, la incoherencia y los caprichos de los fondos de formación. Siempre he sido un militante de lo social, sin formación. Tengo el defecto de no casarme con nadie y de decir las cosas tal y como las siento. Y como nunca he tenido la tentación de creerme infalible, nunca doy información. Sólo opinión. Si me equivoco rectifico. Soy un autodidacta de la vida y un eterno aprendiz de casi todo.

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