Foto de Agustín Millán.

Porque si se tratase de anemia, y tal y como ocurre con el tratamiento de toda dolencia cuyo origen se encuentra implícito en la carencia de un determinado elemento, de una determinada sustancia; sería suficiente con identificar el elemento en cuestión, para proceder a continuación con la adopción de medidas destinadas a retornar éste hasta los niveles óptimos, o cuando menos originales.

Mas un detenido análisis de las cuestiones que de manera perentoria redundan hoy en la confección del mapa destinado a posibilitarnos la comprensión de lo que hemos aceptado como realidad, demuestra hasta qué punto los problemas que sin el menor género de dudas vienen hoy a configurar el escenario destinado a acoger la representación de lo que a título metafórico redunda en nuestro devenir se aglutinan en realidad en un compendio cuya complejidad (ya proceda ésta de un tratamiento global, o de una revisión analítica de los mismos); sólo puede ser si no comprendida, sí cuando menos percibida si somos capaces de asumir no ya competencias que sí más bien aptitudes propias ni de uno, ni de dos, que sí más bien de una nutrida multiplicidad de profesionales cuyo compendio acabará por dibujar no ya una descripción (pues ello supondría quedarnos de nuevo en la superficie), sino una interpretación de las competencias emotivas que si bien a menudo son obviadas, a la postre podrían contener hoy gran parte de las respuestas a esas preguntas que a día de hoy casi parece que nos cuesta llegar a formular. Y tal y como es sabido si bien al hombre inteligente se le reconoce por la calidad de sus respuestas, es terreno del hombre sabio la formulación de preguntas. 

Ya sea de una u otra manera esto es, con independencia de la aptitud filosófica desde la que abordemos el problema; lo único cierto es que una vez alcanzados cuando no superados ciertos niveles, la elocuencia con la que es capaz de expresarse la realidad, absoluta en lo concerniente a semántica, y multidisciplinar en lo tocante a ejercicios de semiótica; viene a desbordar todas nuestras competencias cada vez que la resultante de sus expresiones alcanza máximos hasta ese momento sólo interpretables, que no perceptibles, tal y como ocurre con el fenómeno que aunque sólo sea con fines comprensivos, ha sido reducido a la conceptualización por todos conocida en tanto que en mayor o menor medida padecida de la crisis. 

Ahítos ya de la metabolización no ya del concepto, como sí más bien de sus competencias, no estoy dispuesto a abundar en la misma salvedad hecha de la necesidad imperiosa de llamar la atención sobre esa suerte de considerandos que si bien por separado se muestra competentes para evidenciar la existencia de un problema grave, no será sino vistos en conjunto que se revelan como los acicates adecuados para escenificar en nosotros la certeza de la magnificencia del problema al que con la inconsciencia propia del ignorante, llevamos casi un decenio plantando cara.

Porque en lo que concierne a cómo hemos tratado al problema, bastará con un somero análisis de las condiciones desde las que en su momento llevamos a cabo algo tan evidente a la par que imprescindible como es no ya el diagnóstico, siquiera la aceptación del momento en el que el fenómeno nos había alcanzado con certeza; para poder hacernos una idea del grado de intoxicación que a estas alturas está presente en el concepto, intoxicación que amenaza con extenderse utilizando como canal de difusión la corriente que en torno a las acciones encaminadas a minimizar sus efectos, tienen lugar diariamente, a lo largo y ancho de todo el mundo.

Es llegado a este preciso momento, que retomando los conceptos antes expuestos, me refiero a semántica y semiótica; los mismos nos revelan su pleno significado, un significado que fluye hasta nosotros por sí solo, argumentando con ello de manera suficiente su conveniencia.

Aplicamos pues tales concepciones a la comprensión previa y por ende incompleta que hasta el momento teníamos del fenómeno una y mil veces revisado, y es cuando de manera clara y distinta ante nosotros aparece una nueva perspectiva llamada a declinarse en cuando menos, dos grandes campos: Uno propio a la semántica, y otro propio a la semiótica.

Comenzaremos por el último, si bien no menos importante sí más propenso a la sutileza en tanto que no es sino la acción propia del procedimiento lo atinente a su naturaleza, que observamos en la conducta propia del ente social llamado por ello a desenvolverse en la actual sociedad una suerte de consideraciones tan perniciosas y destructivas que no podemos por menos que ubicar en la esencia de las mismas esa intoxicación de la que anteriormente dábamos cuenta.

Ocurre con el fenómeno social, algo parecido a lo que está llamado a suceder con la conducta del individuo visto por separado o sea, la identificación de una conducta extraña resulta más sencilla a la vez que acaba siendo imprescindible para el diagnóstico del mal, que los motivos esenciales que llevaron a la configuración de tal conducta.

Así, el hecho de que nuestro Presidente del Gobierno haya de tornar en pintoresca una Sesión de Control Parlamentaria con el fin de salir indemne de la misma, se vuelve casi jocoso máxime cuando la indolencia de los que en el uso de las atribuciones que por ende les han sido conferidas para controlar que tales comportamientos resultasen siquiera impensables termina por gestar un escenario en el que no hace falta ser inteligente, ni mucho menos sabio, para comprender que nada ocurre por accidente, que todo tiene un motivo.

La semiótica nos revela las formas, habremos pues de superar las cuestiones procedimentales. Si queremos llegar a saber, estamos obligados a profundizar. Y es precisamente ahí, en lo profundo, donde reside la esencia de las cosas, donde si tenemos valor hallaremos no respuestas, sino las preguntas adecuadas.

Y digo esto porque buscar respuestas resultaría ilógico. De no ser así, la sociedad, entendida como proyecto a la par que máxima acepción del Hombre, vería como su esencia se diluiría como azucarillo en corrientes mórbidas toda vez que el concepto que da vigencia al compendio de múltiples variables llamadas a integrarse en ese todo que es la sociedad, que es el hombre, parte de manera sine qua non de una contingencia cual es la identificación de la permanencia en la paradoja de lo dinámico.

 Es entonces cuando más que a nuestro rescate, la semántica acude en la naturaleza que le es propia para aportar luz en esas vaguadas que la contingencia de la complejidad forzada amenazó con dejar olvidadas, con dejar a oscuras.

Es entonces cuando la aberración en la que se han venido tornando algunas de las consideraciones llamadas a configurar nuestro aquí y nuestro ahora más cercano, y que han servido entre otras para tornar en virtud lo que otrora fue vicio (como se desprende de ese mes de locura en el que lo emotivo se impuso sobre lo racional, hasta el punto de justificar prevaricaciones y otros comportamientos deleznables amparados en que Ley y Justicia pueden ser incongruentes cuando se trata por ejemplo del enfrentamiento entre el amor de una madre, y el derecho de un padre a acceder a sus hijos)…

Y así que convergen en un largo etcétera, llamado en todo momento a consolidar una certeza en base a la cual la ruptura que siquiera simbólica se ha hecho patente en todas las crisis que han jalonado la tal vez mal llamada Historia del Hombre, adquiere su máxima resonancia en lo atinente a consolidar el núcleo del periodo caótico que conforma nuestra realidad a partir de la consideración certera de una posibilidad que por miedo o por desconocimiento todavía no ha sido objeto de un tratamiento serio; y que pasa por considerar que la desazón que invade al individuo no es de procedencia estrictamente ética, que si moral; de manera que tal desazón se muestra como la manifestación natural de algo hasta el momento tan solo percibido, si bien a la postre suficientemente confirmado, casi hasta el punto de configurar la certeza de que el Hombre actual se descompone de su quehacer social precisamente porque no solo no se identifica con la sociedad, sino que incluso la combate.

De ser así, más que ser anemia, sería sin duda anomia. Y el tratamiento es muy distinto.

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Natural de La Adrada, Villa abulense cuya mera cita debería ser suficiente para despertar en el lector la certeza de un inapelable respeto histórico; los casi cuarenta años que en principio enmarcan las vivencias de Jonás VEGAS transcurren inexorablemente vinculados al que en definitiva es su pueblo. Prueba de ello es el escaso tiempo que ha pasado fuera del mismo. Así, el periodo definido en el intervalo que enmarca su proceso formativo todo él bajo los auspicios de la que ha sido su segundo hogar, la Universidad de Salamanca; vienen tan solo a suponer una breve pausa en tanto que el retorno a aquello que en definitiva le es conocido parece obligado una vez finalizada, si es que tal cosa es posible, la pausa formativa que objetivamente conduce sus pasos a través de la Pedagogía, especialmente en materias como la Filosofía y la Historia. Retornado en cuanto le es posible, la presencia de aquello que le es propio se muestra de manera indiscutible. En consecuencia, decide dar el salto desde la Política Orgánica. Se presenta a las elecciones municipales, obteniendo la satisfacción de saberse digno de la confianza de sus vecinos, los cuales expresan esta confianza promoviéndole para que forme parte del Gobierno de su Villa de La Adrada. En la actualidad, compagina su profesión en el marco de la empresa privada, con sus aportaciones en el terreno de la investigación y la documentación, los cuales le proporcionan grandes satisfacciones, como prueba la gran acogida que en general tienen las aportaciones que como analista y articulista son periódicamente recogidas por publicaciones de la más diversa índole. Hoy por hoy, compagina varias actividades, destacando entre ellas su clara apuesta en el campo del análisis político, dentro del cual podemos definir como muestra más interesante la participación que en Radio Gredos Sur lleva a cabo. Así, como director del programa “Ecos de la Caverna”, ha protagonizado algunos momentos dignos de mención al conversar con personas de la talla de Dª Pilar MANJÓN. Conversaciones como ésta, y otras sin duda de parecido nivel o prestigio, justifican la marcada longevidad del programa, que va ya por su noveno año de emisión continuada. Además, dentro de ese mismo medio, dirige y presenta CONTRAPUNTO, espacio de referencia para todo melómano que esté especialmente interesado no solo en la música, sino en todos los componentes que conforman la Musicología. La labor pedagógica, y la conformación de diversos blogs especializados, consolidan finalmente la actividad de nuestro protagonista.

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