El sustantivo interrogante que se plantea sobre la crisis política, social e institucional que padece España, se puede definir sumariamente de la siguiente manera: ¿existe entre las fuerzas políticas progresistas que configuran la vida pública del país la capacidad intelectual, la orientación ideológica, la inteligencia estratégica y la capacidad de movilización para acometer los grandes cambios que la sociedad demanda? La crisis española, que es una crisis de poder, o mejor dicho, de sus desequilibrios y de una malformación moral y política del Estado, requiere ser superada mediante la abstracción del poder, ya que la única forma de garantizar la libertad y la igualdad, tan damnificadas con la situación actual de las cosas, sólo es posible a través de una reforma del Estado que sobresane los déficits democráticos y refunde, de manera justa y civilizada, la organización del poder. Desafecto, de esta forma, el Estado del embargo de intereses minoritarios y poderes fácticos, siempre ajenos al escrutinio de la ciudadanía, deberá adaptar su función a la realidad de la sociedad acogiendo como elementos constituyentes los que hoy son excluidos y cuyo descarte como sustantividad conforman la crisis múltiple que padece España. Por ello, la necesidad de que tenga fomento estatal la riqueza multicultural de la nación, de que España como realidad histórica y política, adquiera su plenitud si su unidad se fundamenta en la diversidad y si la cuestión social se solventa vertebrando una realidad donde el Estado no sea instrumento de unas minorías ni tenga su sesgo en atributos ideológicos.

El Estado, por tanto, como garantía de las libertades públicas, debe ser el Estado de toda la nación, no de una clase o minoría; su fin es servir a los valores universales, no a los de un grupo. En este sentido, la cuestión capital en la vida pública, y que debe orientarla, se reduce a un problema de libertad, de razón, de dignidad humana, en definitiva, la voluntad de establecer un régimen tolerable y tolerante manifiesto en un Estado más inteligente, más próximo a la moral social imperante, que aproveche mejor el valor del individuo y respete la independencia de juicio. Todo ello supone enfrentarnos con la organización del Estado del que venimos y rectificarlo en su estructura, en su funcionamiento, en sus fines y en sus medios. En este contexto, la política debe recuperar su supremacía por ser, como debiera, una función de la inteligencia, de contenido teleológico y valorativo, y por lo mismo superior a los intereses oligárquicos y económicos de las minorías.

Es una labor de la izquierda, ya que es un Estado el que hay que regenerar constituido a las hechuras de los intereses conservadores y, como consecuencia, de los intereses de las minorías estamentales y extractivas. El Partido Socialista surgido de la voluntad mayoritaria de la militancia tiene la consistencia ideológica y la voluntad de cambio para acometer la gran reforma democratizadora del Estado español. Sin embargo, tiene el problema del amotinamiento del sur, con el mesianismo susanista dispuesto al desacato, la deslealtad y la siembra continuada de avena loca, que diría el viejo arcipreste de Hita, en las orillas de la unidad del partido. Es un proceso sin precedentes y políticamente patológico donde una federación del PSOE está dispuesta a seguir las orientaciones contrarias a las congresuales implementadas por la ejecutiva federal y que se compadecen con la posición retardataria de la derecha ante los retos a los que se enfrenta el país.

Pero lo más gravoso de este momentum catastrophicum propiciado por el cabilismo imprudente del susanismo rechazado mayoritariamente por las bases del partido, es cuando se plantea el interrogante sustantivo en el que puede resumirse el problema: ¿para qué? Ningún pretexto es creíble, ni la verdad decorosa.

 

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1 COMENTARIO

  1. ¿Malformación moral y política del Estado?¿Rectificar el Estado en sus fines y sus medios? ¿Amotinamiento y desacato del Sur?
    No se si con estas opiniones te acercas a ser llamado a la Diestra del nuevo Dios-Padre Pedro Sánchez; pero a donde sí te acercas es al Fascismo primigenio,tanto en su terminología,como en su concepción del
    Estado.
    Muchos socialistas se hicieron fascistas siguiendo el mismo proceso argumental que tu sigues.

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