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Nocaut en el 18

Jorge Luis Fuentes Carranza
Jorge Luis Fuentes Carranza
Conferencista, participante y delegado en múltiples eventos internacionales en Azerbaiyán, Francia, Argentina, Cuba, Costa Rica, El Salvador, Nicaragua, Panamá, Venezuela, Colombia, Ecuador, República Dominicana, Perú y Brasil. Escribo en Milenio Diario y asesoré a los secretarios de gobierno de Puebla y de la Ciudad de México. Soy el único mexicano que ha presidido la Conferencia Permanente de Partidos Políticos de América Latina y el Caribe, en su apartado juvenil (COPPPAL-Juvenil). Egresé de la Facultad de Derecho de la UNAM y me he especializado en derecho electoral. A los 27 años competí por una diputación local en Puebla. Actualmente estoy convencido de la regeneración nacional en MORENA, y trabajo para ello, en Huauchinango, Puebla, donde nací.
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análisis

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Ante la inexistencia de una sociedad democrática que permita ganar el debate de las ideas entre una ciudadanía informada, crítica y participativa, sólo una ola de votantes puede romper una estructura fraudulenta que de otra forma hace imposible una alternancia real.

Ésa ola se está fraguado y va en ascenso, Reforma le llamó recientemente el “Efecto AMLO” . En él, el precandidato presidencial de la alianza “Juntos Haremos Historia”, tiene una amplia aceptación, muy por encima de sus contendientes.

Una aceptación que crece en la medida en la que aumenta el nivel educativo de los encuestados, pasando de 26% entre quienes sólo tienen primaria, hasta 39% entre los encuestados con educación universitaria. En el efecto contrario está el PRI y su candidato, quien arranca con 20 por ciento hasta descender a 13 puntos porcentuales en la misma escala.

Con 12 y 14 puntos de ventaja sobre Anaya y Meade, respectivamente, López Obrador pareciera ir en caballo de hacienda rumbo a Palacio Nacional; habiendo incrementado mes con mes desde hace al menos un año esa distancia. Sin embargo, en estos últimos seis meses antes de la contienda, aún hay muchos que se ufanan en afirmar que llegó a su límite, que no puede subir más.

Pero la terca realidad ha sido diferente. La continuidad errática del gobierno peñista que un día sí y otro también se da balazos en el pie en consonancia con un candidato hecho desde el escritorio, no invita a imaginar cómo podría comenzar a levantar en las preferencias.

En la tercera esquina del “trilatero” está Anaya, quien dejó en el camino de su apretada postulación toda clase de cadáveres dispuestos a frenar su paso a la presidencia, ya sea por estrategia o por simple desahogo emocional. Comenzando por los rivales de “casa”: Margarita Zavala y Rafael Moreno Valle.

Si a ello le sumamos el desgaste de dos sexenios panistas en los que fue más de lo mismo, pocos mexicanos se creerán su cantaleta del cambio.

Siendo así, ¿qué lleva a Morena a hacer una alianza con el PT y el PES?

Mientras México viva en una ilusión democrática en donde los ciudadanos no tengan el derecho a elegir mediante elecciones libres, transparentes, equitativas y plurales a sus gobernantes, ninguna alternativa al régimen imperante será posible por mejor que ésta sea.

En el ínterin, la viabilidad electoral se construye sumando esfuerzos, no restándolos. Ante un régimen autoritario como el priista, la única alternativa real de triunfo se basa en una maquina electoral que arrolle al fraude.

Así, los chilenos le ganaron a la dictadura militar de Pinochet haciendo una alianza entre los demócrata cristianos y los socialistas en 1989, que continuó hasta el 2010. Lula fraguó en Brasil una alianza sumamente pragmática con el Partido Liberal en 2002 y con el Republicano Brasileño en 2006. Ambas veces ganó.

La izquierda predominante en México en aquéllos años, aplaudió esos triunfos, así como a sus gobiernos, particularmente a los de Lula. Dos años antes, Cuauhtémoc Cárdenas se había aliado en su última embestida presidencial al Partido Alianza Social, sinarquista, el ala a la derecha de la derecha. Sólo que no ganó.

En cambio, la alianza de ahora con el Partido Encuentro Social está implicada en una clara visibilidad de triunfo. Se sube al tren, pero se le permite por la necesidad de sumar votos y defensores de votos.

Morena es ante todo un movimiento social transformado en comité de campaña propulsado por una locomotora llamada Andrés Manuel; mientras que el PES tiene una afilada, aunque pequeña, estructura en algunos sitios del centro y sureste mexicano, pero con posibilidades de irradiar en una red social cada vez más numerosa y activa, capaz de ver y obstruir, por su presencia moral, a los operadores en tierra del fraude.

El Partido del Trabajo lleva una larga vida electoral, con lideres experimentados en la negociación, que en el Estado de México demostró su alcance de miras al declinar a su candidato por Delfina Gómez en una elección que cerró por unos cuantos votos; lo que le consiguió un lugar privilegiado en las afinidades del precandidato presidencial. Su suma es importante, vista su capacidad de resta en otras elecciones.

Faltan muchas otras alianzas que no se harán ante el INE, pero que serán necesarias para una victoria con una diferencia lo más grande posible; tan amplia que se le gane al fraude, al dinero, a las trampas, la pobreza, al militarismo y a la violencia, por nocaut.

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