“Ser leídas da a las palabras su razón de ser”

“La técnica, la elaboración, no es cosa innata, no surge por generación espontánea”


 

La vida en sí, en su cotidianidad, en sus recovecos silenciosos y ocultos, le sirve directamente de inspiración literaria a esta joven sevillana de 18 años estudiante del Grado en Literatura Comparada por la Universidad de Granada que acaba de ganar el V Certamen de Relatos Literarios, organizado por la Biblioteca de la Universidad de Granada. En cambio el silencio remite en parte a Lorca y Cortázar, pero mantiene ante todo un sello muy personal que barrunta un valor aún por descubrir en el siempre tormentoso y apasionante universo de la literatura. La primera piedra ya está puesta, y mimbres le sobran para un futuro más que prometedor.

¿Dónde surgió la chispa creadora para En cambio el silencio?

Resulta curioso porque me vino una frase. Tan solo una frase, así, de repente, y no entendía. Estaba en el escritorio del dormitorio de la residencia estudiando no sé qué pintor italiano, no sé qué periodo artístico, y me vino una frase. La apunté de corrida, en un folio, lo dejé encima de la cama y seguí estudiando. Supongo que en ese sentido pudiera considerarse “chispa”, pero carente de cualquier hilo argumental.

El escrito se estructura en una serie de secuencias, de voces narradoras que van sucediéndose. Hubo un momento en que el relato me exigió –como en otras ocasiones me ha exigido– un cambio de orden no premeditado. La frase, la “chispa” de la que hablaba, era en un inicio el comienzo del relato. El día antes de imprimirlo intercambié la primera página y la tercera. Ahora el inicio funcionaba, tenía fuerza.

Surgió la frase como “chispa creadora”, como aliciente –o fatalidad–, pero no puedo decir que la idea, la base, el trasfondo del relato (el tiempo, el ser, la incapacidad, el otro), “surgiera”, sino que siempre está ahí.

Haber ganado este V Certamen de Relatos Literarios organizado por la Biblioteca de la Universidad de Granada supone un reconocimiento a su aún incipiente trayectoria literaria. ¿Le abruma o le da fuerzas para entrar de lleno con más ímpetu si cabe en el complicado universo de la literatura?

No me he parado a pensar si me he sentido abrumada o si me ha dado fuerzas. Este certamen, como dice, es un reconocimiento que me ha dado la oportunidad de que mi literatura –o una parte de ella– sea leída. Ser leídas –por alguien, por alguien al menos– da a las palabras su razón de ser, pero el que no sean leídas no implica que no “sean”. En este sentido, un certamen te brinda esa oportunidad, pero independientemente del resultado, del veredicto, el que escribe seguirá escribiendo porque ha de hacerlo y no hay opción. No existe un fin, ni siquiera un medio. Pero no concibo el universo de la literatura como otro mundo aparte en que haya que entrar, como otra cosa que no sea esta misma tierra que pisamos. Algo diferente es el mundo de las editoriales, el mercado, la recepción. De lo que habla la teoría de los polisistemas. Ese sí es otro universo, el universo complicado.

Como ya se imaginará pese a ser aún muy joven, la literatura y todo lo que la rodea no es un cuento de hadas, quizá sí tiene algo de novela de intriga y mucho de novela de aventuras. ¿Se siente preparada para dar el paso adelante?

Será por ciertas lecturas, tal vez por un exceso de sensibilidad que pudiera considerarse incluso desafortunado –no hablo de sensibilidad en el sentido romántico del término, en el sentido de Friedrich o de Turner, sino en el que se traduce en la necesidad de aprehender ese todo inaprehensible, la relación entre el yo, el otro y lo otro–. No sé, será por eso, pero hace tiempo ya que no concibo la literatura ni “todo lo que la rodea” como un “cuento de hadas”. No tanto de “novela de intriga” y “novela de aventuras” como de incertidumbre y riesgo.

En cuanto a lo primero que menciona –la literatura–, se trata de algo más que la fácil clasificación en géneros, metafórica o literalmente. ¡Ese terrible empecinamiento de clasificar, de encuadrar, de imprimir sobre un continuum nuestras estructuras vacías! Tratando el conjunto de la literatura y todo lo que la rodea, defiendo la misma idea. Las corrientes críticas del siglo XX señalan la función poética como rasgo identitario y predominante del texto literario, pero no contradicen la existencia de otras muchas funciones ligadas a una realidad extraliteraria –la función política, social, reivindicativa, la función emotiva, informativa, metalingüística. Entonces, lo de “aventura” e “intriga” resulta no ser tan disparatado. No es cuestión de sentirse preparada o no para dar “el” paso adelante. Eso no importa, da igual sentirse o no preparada cuando se está inserta hasta los tuétanos (permítaseme la expresión), calada hasta el cuello, hasta los huesos. Uno no decide si está preparado o no, entiende.

Se comprende que el entramado del mundo y la literatura no son definibles, no son encasillables (ni en su forma ni en su función). Y en la literatura –la ficción en el sentido en que no se corresponde con el mundo o lo real, por muy “realista” que sea– hablamos así de compromiso, de estética, de ritmo, de juego literario, de expresión, de innovación.  Es, al menos para mí, una búsqueda constante, infructuosa, una conciliación entre forma y contenido. Lo cual no excluye que sea a su vez cuento de hadas, novela de intriga o novela de aventuras.

¿Tiene musas que la visitan a menudo o su creación es más bien fruto de la constancia y el trabajo a destajo?

Ha habido una transición supongo, hay etapas. En un inicio escribía más por inspiración. “De pronto a mí me invade eso que yo llamo una «situación”, decía Cortázar, hablando de ese póster de Brenda Jackson a raíz del cual escribió “Queremos tanto a Glenda”. En este sentido recuerdo Retratos de la ciudad, mi primera recopilación de escritos en  prosa poética que nació tras la lectura de Ocnos. Entonces, tal vez, pensaba en las musas (cualquier contemplación –que no mera observación pasiva– sugería o suscitaba algo), pero inconscientemente yo buscaba lo insólito en la cotidianeidad de la ciudad, tal como intento hacer ahora. Aunque a veces esa agradable sorpresa, alguna visita. Normalmente, cuando ocurre, sólo hago un esbozo, unas pocas palabras, unos pocos versos. Dejo que el tiempo medie, luego lo escribo. Algo así como lo que decía Bécquer.

Por otro lado, la técnica, la elaboración, no es cosa innata, no surge por generación espontánea. Concibo el trabajo y la constancia más allá del acto de sentarse y mancharse las manos de tinta, de las horas sobre la silla, sobre el papel. Para mí este trabajo requiere además de un proceso de aprendizaje a través de la lectura, de la comprensión de otros escritos, y de la experiencia, de la misma vida. Ir al café, escuchar a las gentes, mirar a las personas a través del ventanal, en el autobús. A veces es difícil, es tan difícil. Pero uno no puede estar seco del todo, es decir, todo ocurre y ocurre tanto. Si no ocurre nada, ya es algo. Y no hay nada más fascinante que esculpir el silencio.

¿Qué pueden encontrar los lectores en su relato ganador?

 Intuyo que esa pregunta habría que preguntársela a cada uno de los lectores, ¿no cree?

Qué duda cabe que experimentar, literariamente hablando, no le da ningún miedo. ¿Reside ahí el encanto, en probar cosas nuevas para hallar al final la recompensa?

Ah, creo que nunca se trata de hallar la recompensa, y nunca de “final”. Es siempre la búsqueda, y cuando incluso “el camino menos transitado” resulta igual de incierto, entonces, se experimenta, se rompe y recodifica. Es decir, se sigue buscando (algunos terminaron por buscar en el agua de un río, en las piedra en los bolsillos, en un horno, una escopeta). Aunque, por supuesto, no han de olvidarse otras dimensiones igualmente válidas –lo lúdico, el juego literario, lo puramente estético, trasgresor, provocador.  Otra cosa que no debemos olvidar y que tan bien defendía T.S. Eliot es que la experimentación no es nada, es aire, se desmorona, si no está el sentido histórico, la simultaneidad del pasado y del presente, la conciencia de una tradición, aunque sea para asestarle un golpe en la nuca.

Las temáticas que dice que siempre le rondan la cabeza no son ajenas a las que mueven en definitiva el mundo: la soledad, el tiempo, el amor, el vínculo entre el yo y sus circunstancias y la relación entre las personas y el mundo. ¿Cree que la clave de la literatura no está en plasmar estas temáticas en una obra sino más bien hacérselas sentir a los lectores, servir de correa de transmisión entre los sentimientos universales y los lectores mediante el poder de la palabra?

Lo verdaderamente interesante y revelador es penetrar en los temas universales desde lo particular  y lo peculiar. Pocas veces se plasma una temática en sí, sino que es más bien un acercamiento a la misma, una concepción –o una ausencia de concepción–, una búsqueda, como decíamos antes. Los modos que tenemos para acceder a estos temas son la vivencia, la empatía, la experiencia, de manera que el sujeto participa del mismo objeto, forma parte de él.  De estos planteamientos que se plasman en la literatura, cada lector, con sus propias experiencias, sus prejuicios, su polvo sobre los hombros, e inserto en un determinado contexto cultural e histórico, percibe y siente sólo algunos de ellos, los significantes (volver a un libro después de algunos años, algunas otras lecturas, será radicalmente diferente de la primera lectura). Pero su horizonte de expectativas puede fusionarse con el horizonte del texto, del yo literario, y entonces, ambos horizontes que podían ser concebidos como limitantes en un inicio, pasan a constituir una apertura. Se establece el diálogo entre la obra y el lector. El lector pregunta y busca respuestas en el texto, pero el texto también pregunta al lector, y esto es, tal vez, lo más valioso.

Laura, la protagonista de su historia, trabaja en un tanatorio. ¡Qué mejor sitio que este para pulsar lo efímero de todo! ¿No es así?

Efímero. Qué palabra más bella y más convencional y más antropomórfica. Pero qué es el tiempo y qué es la palabra. No es cuestión de ponerse a divagar aquí sobre teorías existencialistas y relativistas.

¿Cree que el continente de la literatura, el cómo se cuenta, es tan importante como el qué se cuenta?

Decía Julio Cortázar que no hay temas buenos y temas malos, sino un buen o un mal tratamiento del tema. La forma y el fondo constituyen una unidad indivisible –si bien en escritos de diferente naturaleza, o con un propósito más allá del de la función poética, la balanza puede inclinarse algo más hacia uno de los lados. Esta relación no se dará del mismo modo en una novela que en un cuento o un poema, por ejemplo.

Depende, por supuesto, de cada autor. También del estilo, de la corriente. El automatismo puro del surrealismo supuestamente no cuidaba la forma, no la revisaba. Era la expresión de un inconsciente, de un “yo” más profundo y más “siniestro” a través de un médium. En cambio, Pizarnik, a pesar de experimentar con estas técnicas, sí sometía sus poemas a una voluntad de forma. No podemos aferrarnos a una sola concepción, existen tantas formas de literatura. Yo entiendo el vínculo entre continente y contenido como una necesidad.

Pero el “cómo se cuenta” es también, a su vez, el “qué se cuenta”. De esto hablaba Jean Cocteau en Opio, diario de una intoxicación, estando el pensamiento estrecha e irrevocablemente ligado a la expresión (de ahí la traducción como reescritura de una obra única e inimitable). La carga semántica de la estructura, los aspectos formales, la disposición misma, el carácter visual, las pausas, las cadencias, potencian y contribuyen a la idea que se desea transmitir.

¿Y ahora qué? ¿tiene nuevos proyectos con la literatura como norte y guía?

De momento trabajo en algunos poemarios. Espero a disponer de algo más de tiempo –o a que el tiempo no disponga tanto de mí– para poner en orden lo que hay y lo que no hay. Tal vez en julio… Hace unos meses que tengo una idea –ni siquiera es un proyecto, no existe ningún tipo de proyección. Es un conjunto de fragmentos, algunos en prosa poética, otros una suerte de apuntes, de “escenas” aparentemente inconexas. Lo único que los une es la idea del tiempo y cierto trasfondo que se traduce a un levísimo hilo argumental, pero tan corto y tan frágil que tal vez no llegue a fibra. Entretanto, simplemente continuar leyendo, buscando, observando a las gentes, el vuelo de las palomas, escuchando las campanas de la iglesia, dejarme caer, uno de estos días, por el café Alcázares.

 

Fotos: José Joaquín Domínguez del Castillo

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