Va a sonar mal y los biempensantes van a leer con reparo: es verdad que Trump y el creciente nazismo xenófobo europeo, pero también Podemos y otros movimientos de izquierdas, arrancan sus votos de haber sabido entender el leguaje de la calle.

Quietos, quietos, no comparto eso de que los extremos se tocan, eso es populismo: simplificar el mensaje hasta convertirlo en demagógico. ¿Quién no es populista cuando habla en público? No va por ahí…

Por partes. Si algo sacamos en claro de quienes avisan sin distinción del peligro de los populismos es dónde se alinean; son los que nos piden que asumamos los recortes, los que nos dicen que no hay alternativa a la corrupción sistemática, que los derechos vienen y van en función de las circunstancias, que la violencia la ejerce el Estado con la Ley y si ésta se hace más rigurosa no hay defensa legítima, que nuestra única obligación democrática es votar las alternativas bipartidistas para que el cambio permita que todo siga igual: por lo visto, el camino de la prosperidad. Aquí está el virus que ha infectado mortalmente al PSOE, más vulnerable por su estética progresista, pero que en USA se ha cargado a los candidatos republicanos y ha divido a la sociedad, por lo que el PP debería empezar a remojar sus barbas.

Traen lo mismo camuflado de bofetada… y nosotros pondremos la cara

La diferencia entre el populismo totalitarista y los movimientos contestatarios, a veces también populistas, es que aquél es pura reacción: la extrema derecha disfraza de ideología la consolidación brutal de la existente, del régimen vigente (la patria, la fe, la familia, la empresa, el orden…); Trump o Le Pen o Nigel Farage (o el inolvidable pacto PPSOE) no son novedosos, son los hijos del sistema en crisis, son la protección brutalizada del núcleo central de las teorías ruinosas. Traen lo mismo camuflado de bofetada… y nosotros pondremos la cara.

La izquierda actual debe arrancar del análisis de la situación real, localizar los problemas y proponer verdaderos cambios estructurales que permitan gobernar, devolver la democracia a la gestión política para poder atemperar los focos de desigualdad e injusticia; es ideología y pragmatismo político, ya no debe pretender experimentos de ingeniería social porque debería haber aprendido que la tortura y el genocidio no son medios justificables; con la mirada en la utopía de una sociedad que evite el uso de la pobreza como regulador del nivel de vida de unos cuantos privilegiados, debe trabajar para evitar las causas que han generado el voto a Trump, el golpe tecnócrata ejecutado desde el PSOE a favor del PP, lejos de estas posturas que se ofrecen como alternativa sin serlo o la versión suave de mejor no tocar nada…

Pero esto va a costar, si se consigue, años; la tolerancia desaparecida, la riqueza del discurso aniquilada, la consciencia de la clase que no posee para invertir, la vuelta al redil del Capital ahora subido en el trono del mundo, todo eso son años de pedagogía y esfuerzo y sacrificios. La franja social que sostiene a los extremistas populistas en USA y Europa es la que considera que sus derechos le pertenecen por su carta de ciudadanía, de ahí que no deban disfrutarlos quienes no la tienen, y si no hay para repartir lo tienen claro: expulsar a los pretendientes. Hemos dilapidado los derechos sociales como los pijos que se funden la riqueza del trabajo de sus progenitores, y no asumimos que no llegan solos.

El dulce aletargamiento de esta morfina neoconservadora nos ha hecho olvidar que el Estado del Bienestar no fue la aplicación de unas dulces leyes concedidas por la gracia de Dios, sino el fruto de la guerra, la brutalidad, las revoluciones, millones de muertos y la amenaza de una guerra exterminadora de todos contra todos; que el Welfare State en el fondo fue un nuevo Contrato Social en el que los Estados (expresión política del poder dominante), arrinconados por la Historia, cedieron parte de sus privilegios y manumitieron a la Humanidad a cambio de las vidas de sus dirigentes y de poder seguir ejerciendo su poder… ¡pero con unas reglas!

Nuestra democracia ha olvidado esto metamorfoseándose en burocracia, la ciudadanía mayoritaria, esa clase media que a través de la enseñanza y el trabajo tenía la posibilidad de promocionarse y tener una existencia digna, vive ahora en un mundo feliz que se derrumba y pide como adicta su “soma” diario como si la Sanidad, el Transporte Público, los colegios o las carreteras fueran la obligación o benevolencia de alguien y no bienes públicos. Lo Público ha muerto, nadie sabe ya lo que significa ser funcionario, la separación de poderes, o en lo cotidiano el placer y la felicidad… la calle está llena de donaldtrumpitos, pongan oídos, por favor… ahí hunden sus garras los “truñamps” (permítanme este neologismo) del mundo…

La Enseñanza, la Cultura (años, años…) pero también la gestión modélica, el compromiso, la recuperación del papel notarial, fiscalizador, de auditoria permanente y transparente de lo Público por parte de un funcionariado independiente de la política y sometido al Poder Judicial, deberían devolvernos a la senda del sentido común. No hablo de ideales y filantropía, hablo de la única vía que nos aleja de la agresión… autopista transitada cada vez más: estaría bien recordar los horrores que este bicho “sapiens” ha ejecutado… y ejecuta aún hoy.

Hay que recuperar la conciencia, hay que recuperar la vida real, la ecología, la redistribución de la riqueza para evitar el abuso del poder, hay que redefinir los Estados, negociar para acabar con las monarquías y otras instituciones obsoletas, devolver a la política su función de servicio y no de promoción personal, desmontar esta complejidad apabullante que rodea a todo lo Público y que sólo beneficia a quienes profesionalmente se dedican al enredo, ser contundentes en la capacidad de redención de las penas porque la sociedad no necesita tener encerrado a nadie sino que no esté en la calle considerando como alternativa única delinquir, ejemplaridad, justicia (¿una docena de años por robar 1.000 euros en una tienda y un par de añitos sin entrar por estafar o malversar o malgastar millones?)…

No es lo mismo, no necesitamos gurús: sino mujeres y hombres que entren en política con Cultura e ideas, pero eso sólo llegan cuando la ciudadanía ejerce de aliada. Estamos muy lejos.

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