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No es “catalanofobia”, es enfrentamiento organizado

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análisis

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Ayer publicaba un tuit que molestaba profundamente a catalanes independentistas. Decía que la catalanofobia no existe, que quieren hacernos creer que existe como tal y la utilizan para ocultar su miedo y odio a la República, pues saben que con ella se les acaba el chiringuito.

Que esto no va contra Cataluña (solamente), que es contra cualquiera que no se someta.

Pues bien, la gran mayoría entendió que yo lo que estaba haciendo era negar los agravios a los catalanes. Intenté después explicarme de nuevo, y hubo quien sí entendió lo que quería decir. Mi siguiente tuit decía que no es catalanofobia, que es ignorancia supina y una actitud “cultural” que proviene de los rescoldos que quedan de un imperalismo que se pasó la vida imponiendo, arrasando, sometiendo y ninguneando al disidente. Que esto no va contra Cataluña (solamente), que es contra cualquiera que no se someta.

De esa manera creo que intenté explicar mejor lo que yo realmente quería decir. Pero aún así, he visto reacciones que me han sorprendido. Desde la afrenta personal, a discursos tratando de demostrarme que existen insultos a los catalanes, desprecios y actitudes nefastas que les pretenden humillar y denigrar. Y entonces volví a darme cuenta de que no me estaba consiguiendo hacer entender.

No niego en ningún caso que no se haya expresado por ciudadanos españoles cualquier tipo de barbaridad como:  “habla en cristiano, puto catalán, indepes de mierda, el golpista del catalán….” Y todo lo que podamos imaginar. Que había represión en las escuelas donde a tu madre le regañaban si hablaba en catalán. Sería insultante negar la realidad. Y mi comentario no pretendía negar los agravios hacia los catalanes. No.

Lo que yo trato de exponer es que no se trata de catalanofobia, sino de fascismo. ¿Por qué digo esto? Pues porque no existe el mismo rechazo hacia unos catalanes que hacia otros. Mientras nos hemos criado viendo en la tele, escuchando en la radio, a presentadores (generadores de opinión) catalanes o vascos, siempre han sido aquéllos que se han adaptado totalmente a la línea editorial del discurso del nacionalismo español. Y solamente esos han sobrevivido siendo, de hecho, las caras más visibles de nuestros medios de comunicación y las voces más escuchadas. Por lo tanto, no. No se rechaza al catalán por el hecho de serlo. Se rechaza aquel que haga muestra de su “catalanismo”, o del que se sepa que es independentista. A esos se les ridiculiza, se les insulta, se les maltrata y menosprecia. Y usted pensará: “ya, pero cuando yo he hablado en catalán en algunos lugares me han mirado mal, me han agraviado y no saben si soy independentista”. Muy de acuerdo. Y en este sentido, lo que habría que explicar es que en España se ha vinculado la idea  del uso del catalán como una manera de reivindicar, como una “actitud” de distanciamiento con el español. Haciéndonos creer que si alguien hablaba en catalán con otra persona delante de nosotros, era una afrenta, una falta de respeto porque se da por hecho que, sabiendo como saben hablar castellano, no hacerlo es un agravio. Es evidente que en España prácticamente no se es bilingüe y no se tiene ni idea de lo que pasa cuando te acostumbras a hablar una lengua con una persona y otra lengua con otra. Aquí muy poca gente entiende que hay familias catalanas en las que, por ejemplo: la madre habla en catalán con el padre, pero en castellano con los suegros, y la abuela habla en castellano con los nietos. Siempre. Y se les hace extraño hablarle a la madre en castellano o impensable hablarle a la abuela en catalán. Y esta es una realidad natural y casi diaria en muchas familias catalanas.

En España ni se lo plantean. Ni se lo huelen. Y tienden a pensar que quien se pone a hablar en catalán delante de nosotros, lo hace para excluirnos de la conversación. Y se ofenden mucho. Muchísimo. (Algunos).

 

Por lo tanto, no. No niego que haya actitudes de agravio con los catalanes lo que niego es la manera de «catalogarlas» y su razón de ser.

 

Como las ha habido contra los vascos. Todos eran ETA. Más o menos. El pueblo vasco daba miedo. Generaba rechazo. Y esto por no hablar de palabras como “batasuna”. ¿A qué te suena batasuna? Seguro que no me equivoco si adivino: batasuna te suena a ETA. Sobre todo si te digo “Herri batasuna”. Claro, era el nombre de una formación política y tiene una cierta reminiscencia con cuestiones ideológicas. Lo triste es que prácticamente nadie sepa que batasuna significa “unión” en castellano. Ni siquiera hemos llegado a aprender eso. Absolutamente indiferencia por conocer una puñetera palabra que hemos estado escuchando durante treinta años todos los días. Daba igual, todo era terrorismo y punto. Estaban los buenos y estaban los malos malísimos. Y se acabó. Y así hemos estado durante décadas sin que la mayoría nos percatásemos de que quizás se había construido un relato y que no todo era blanco o negro.

 

Relatos. El problema aquí son los relatos. Y llevo varios meses tratando de explicarlo. Y en alguna ocasión, incluso, tratando de desmontarlos.

 

Si yo digo que no es cierto que en Cataluña haya violencia, en España habrá muchísima gente que no me crea en absoluto. Que incluso me insulte y piense que estoy financiada por el independentismo (incluso me lo sueltan así públicamente en redes sociales). Sin embargo, si yo digo esto para un catalán, tiene toda veracidad. Y si es independentista estará aún más de acuerdo conmigo. Saben bien que el relato de la violencia es el que utilizan los unionistas, que lo han usado especialmente para criminalizar todo aquello que tuviera que ver con la República catalana. Y saben perfectamente que es la excusa para justificar aplicación de represión. Lo tienen muy claro. Eso le da votos a Ciudadanos.

 

Sin embargo, cuando yo trato de decirles que no es cierto que haya catalanofobia en España, los que no me creen son precisamente los catalanes. Y especialmente los más molestos son los indepes. Y confunden, sí, confunden el hecho de que yo sea consciente de los agravios, insultos, malos tratos que han recibido, con el hecho de denominarlo “catalanofobia”.

 

Y creo que no es catalanofobia porque soy consciente de que generar ese discurso beneficia a alguien muy concreto. Al que envenena a la población para tenerla dividida. Mientras nosotros nos saquemos los ojos, ellos pocos tendrán que hacer salvo ir metiendo en la cárcel y apaleando al que abra la boca. En realidad es un esfuerzo pequeño comparado con la ingente resistencia que muestran los catalanes independentistas.

 

Y hay una pieza clave: la desinformación, o más bien la manipulación que se encargan de hacer los medios de comunicación al servicio del régimen. Para eso están. Y ¿de qué se encargan fundamentalmente los medios españoles? De generar mal rollo contra los independentistas catalanes haciendo pensar que hay rechazo entre los dos pueblos. Y a lo bruto, a veces, lo hacen contra los catalanes en su conjunto sin especificar. Es un relato.

 

De esta manera, cuando explico muchas veces mi punto de vista a catalanes independentistas; cuando les digo que se solucionarían muchas cosas si el pueblo soberano catalán pudiera explicar directamente al pueblo no soberanista catalán y otros ciudadanos de otros territorios, muchos me responden: “yo más allá del Ebro no voy a ir porque seguro que nos pegan, allí nos odian, no podemos ir a hablar con ellos”. No es, afortunadamente una respuesta mayoritaria, pero si bastante recurrente. Y aquí puedo decir que cada fin de semana tengo la oportunidad de charlar abiertamente con distintas personas independentistas (una media de unas ochocientas cada semana).

 

Y entonces yo expreso mi punto de vista, que es el que concreté en un tuit. Trato de explicar que no es cierto que la población española odie a la población catalana. No al menos de manera específica o por el simple rechazo al catalán. Que lo que hay es una predisposición de rechazo a aquéllas poblaciones que han querido separarse de nosotros, y de ellas se suele tener un discurso basado en un relato que se ha ido normalizando durante años. Con el objetivo de criminalizar a los independentistas y a los nacionalistas, identificando su cultura y su lengua con su ideología, para meterlos a todos en el mismo “saco” y darles palos a bulto. Precisamente quienes siendo españoles estamos apoyando a los soberanistas catalanes, estamos siendo señalados, perseguidos, insultados y demonizados. No somos catalanes, pero hacen uso de las mismas técnicas que otros consideran «catalanofobia». En este caso queda perfectamente claro que el asunto no es identitario sino ideológico. 

 

Pero insisto: la trastienda de ese relato no es el odio al catalán por serlo. Es por pertenecer a una comunidad que quiere “romper la unidad de España”; dicho de otra manera, los que vienen a “joder el chiringuito”. Y eso debe frenarse a base de generar relatos. Tan sencillo como leerse cualquier auto de Llarena. Ahí podrá verse la construcción de un relato que pretende disimular la persecución a unas ideas, haciéndoles pasar por delincuentes. No son delincuentes y él lo sabe. Pero crea un relato para justificar lo que de verdad persigue.

 

Pues lo mismo sucede con cada insulto, cada afrenta entre el pueblo español y catalán. Probablemente parezca catalanofobia, pero cuando se comprende la manipulación y la generación de mensajes, su procedencia y su objetivo, una se plantea que no: que no es catalanofobia sino fascismo y puro veneno que se inocua en la población a través de continua propaganda, para dividirla y que no tenga la menor gana de hablar y saber cuál es el otro relato, o simplemente, la realidad.

 

Y así pasa: que si mantienes a la población dividida y aislada, si le haces creer que se odia, habrá episodios que lo empiecen a corroborar (aquello de la profecía autocumplida), y después ya está todo rodado. Tal cual ha ocurrido con el 1 de octubre: generar un relato absolutamente falso ha permitido que desde entonces se haya roto la comunicación entre catalanes y personas de otros territorios, evitando así contrastar versiones.

 

Es más, mucha gente catalana (indepe) me ha contado que intenta explicarle a sus amigos o familiares lo que está sucediendo en Cataluña y tiene que desistir porque no entienden absolutamente nada. Porque se han desconectado absolutamente y ya no hay posibilidades de entenderse. No es que se enfaden (que también a veces), sino que no se entienden. Y no se entienden porque lo que se ha contado en España es absolutamente una película de miedo en comparación con lo que realmente ha ocurrido en Cataluña por parte del soberanismo.

 

¿Y por qué pasa esto?

Esta es una técnica habitual de control de masas. Bastante utilizada por cierto, para generar caos y conflicto social, sabiendo perfectamente cómo manejar los tiempos y la fuerza hasta controlar la disidencia. Y claro, los medios de comunicación son imprescindibles para ello, pues son los transmisores del relato y de las “instrucciones veladas” a la población. Sucedió de manera flagrante en conflictos como el de Ruanda, donde dos etnias, los tutsi y los hutus acabaron en una brutal guerra donde se produjo un genocidio bestial. Y en aquel caso, el papel de la Radio de las Mil Colinas fue un ejemplo que se estudia. Y en este sentido, Carles Gimenez explica que: “Existen muchos más ejemplos donde los Mass Media fueron utilizados para organizar enfrentamientos entre la población civil por parte de poderes y élites gobernantes con ansias de dominio sobre otros así como la división de la sociedad y de su propia conciudadanía para tales fines. Todos los yugoslavos recuerdan cómo la patada del futbolista Zvonimir Boban  en 1990 fue la patada que destruyó su país”. Añade Gimenez que “El fútbol yugoslavo fue el laboratorio, el mini-escenario, que recreó todo lo que después iría ocurriendo en los Balcanes hasta desencadenarse el enfrentamiento armado. El partido de fútbol entre el Dinamo de Zagreb croata y el Estrella Roja serbio fue el acontecimiento que desencadenó la posterior guerra. Tras la entrada de los ultras de ambos clubes y los enfrentamientos violentos, la policía directamente atacó a los ultras croatas.” “Ese día fatídico se saldó con apuñalamientos e intoxicaciones de gas lacrimógeno pero lo que todo el mundo recuerda fue la patada del futbolista croata Zvonimir Boban contra un agente de policía. Ese hecho fue el detonante de una situación de odio latente que desencadenaría en una de las guerras más violentas del siglo veinte y donde las convenciones internacionales y códigos civiles en períodos bélicos pasarían a la historia por su ausencia y sistemática vulneración durante la guerra.”

 

Mantenernos enfrentados supone el aislamiento del disidente.

Que nadie le apoye cuando vayan a por él. Generar un sentimiento colectivo de nula empatía. Que si aquel grita nadie acuda. Y de esa manera, el poder podrá asegurarse de que no obtendrán ningún tipo de rechazo social a la hora de reprimir a los disidentes. Y por si acaso, además, se aprueba la Ley Mordaza, garantizando que si por un casual la gente comenzase a empatizar con la autodeterminación y con las causas de la independencia, se impondrían duras sanciones.

 

Se trata, por lo tanto de una técnica de generación de odio, que en verdad no se fundamenta en cuestiones identitarias, aunque lo parezca; sino en cuestiones ideológicas. Convirtiendo así al pueblo en el peor enemigo del pueblo. Porque una parte del motor que mueve al independentismo es el sentimiento de dolor, de tristeza y de rechazo ante quienes les agreden. Por eso hay quien dice que “no es indepe pero que después de la violencia, está indepe”. Y mientras se “crean indepes”, se crean también, por otro lado y en España, los anti-indepes, que se alimentan de odio. Y la manera más fácil de justificar el rechazo es blanquear la verdadera causa y teñirla de una mucho más generadora de empatía, como viene siendo “la violencia”. Con los vascos lo consiguieron: llegaron al objetivo de que la imagen mental que tuviera la población de oros territorios fuera la de asociar la violencia al pueblo vasco. Y a los independentistas de allí, convencerles de que en España se les odiaba, que los españoles éramos todos unos fachas y unos represores. Era normal que lo pensasen, la única información que les llegaba de nosotros era esa, porque eso era precisamente lo que les enviábamos hacia allí. Eso y el turismo que pasaba de enterarse de nada, pero que a veces venían por España y te contaban que habían estado en el País Vasco y que todo de maravilla, que nada que ver con lo que nos contaban por la tele.

 

Y con Cataluña viene siendo lo mismo.

Si rompiéramos la barrera de las mentiras, del miedo y de los falsos relatos, estoy segura de que el pueblo sería capaz de entender mucho mejor lo que en realidad sucede. Y estoy segura de que despertarían con fuerza los apoyos de solidaridad con los soberanistas de Cataluña y de otros territorios. Estoy segura de que si se conociera lo que está sucediendo con Alsasua, desde España, las calles se llenarían de indignación.

Sin ir más lejos, estoy segura de que hace un año no habrían acudido tantísimos catalanes a Alsasua en la última manifestación de apoyo. Fundamentalmente porque hace un año no se habrían creído muchos de ellos la brutal represión que se aplica contra otros pueblos. Y hoy lo saben porque lo sufren. En otros lugares de España no tienen ni idea, ni lo imaginan; simplemente porque no se les ha ocurrido revelarse.

Así las cosas, me parece importante desmontar relatos falsos. Existe odio, existen agravios que pueden parecer étnicos, cuando realmente son manipulaciones que enmascaran fascismo y totalitarismo. Un nacionalismo mayor que se oculta. Y eso es precisamente lo que creo que sucede. Mientras el pueblo español no entienda que esto no es un conflicto catalán o vasco, sino un problema de democracia y libertad, seguirán sintiéndose impunes para hacer las burradas que están haciendo en nombre de un Estado.

No, no es catalanofobia. Es fascismo y manipulación. Y no deberíamos caer en la trampa. Estoy convencida de que el pueblo podrá dotarse de libertad absoluta, y decidir en libertad cuál debe ser su destino. Sobre todo, si sabe luchar uniendo objetivos y esfuerzos (cosa que no significa que deba mantenerse unido para desarrollar sus propio sistema). Se llama solidaridad entre los pueblos, y fundamentalmente es la razón por la que los internacionalistas siempre hemos defendido la autodeterminación de los pueblos. El problema no es el nacionalismo sino el nacionalismo totalitario. Y España así se comporta, machacando a cualquiera que trate de cuestionarla y usando para ello cualquier tipo de propaganda.

El pueblo español debería defender al pueblo catalán para que pueda expresarse y, en su caso, dotarse de una república si es lo que libremente decide. Y debería tenerlo claro, porque defender la democracia en Cataluña, como en cualquier lugar del mundo, es defender la democracia propia. Ponerse del lado del represor es cavarse su propia tumba. Y en ese sentido, tanto el apoyo explícito (aplicar el 155 y promover la represión con cárcel y exilio) como implícito (respaldarlo, apoyarlo o no censurarlo), son responsables de lo que sucede. Por eso inventan un relato, pues son conscientes de que si el pueblo se entera de la manipulación a la que le someten, perderían, no sé si el apoyo, pero al menos la indiferencia ante sus aberraciones contra los independentistas por parte del pueblo que les sostiene.

El pueblo español debería hacerlo por principios democráticos, pero también por su propia salud: todas las medidas represivas que se están aplicando contra el País Vasco y Cataluña, en cualquier momento comenzarán a aplicarse contra quien plante cara al régimen. Y entonces quizás, entonces, algunos catalanes vean con claridad que los ataques hacia ellos lo eran por independentistas, no por catalanes.

 

 

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11 COMENTARIOS

  1. totalmente de acuerdo con el articulo. Yo no tengo catalanofobia

    Hay una manipulacion enorme de la realidad para satisfacer las ambiciones de unos pocos. Esa manipulacion en los grandes medios de television, periodicos «discriminacion del castellano», «nos roba» etc causa de una manera natural rencor y odio.

  2. Una buena exposición de la situación actual. Pero (siempre los malditos peros), creo que falta un ápice de pedagogía sobre que hacer desde la nimiedad de una persona, para conseguir que esto revierta. Todo granito suma y sería necesario que cada cual pusiera el suyo para llegar a derribar el muro que separa a la gente y así poder hablar, se hace muy difícil conversar desde un lado del muro al otro y viceversa.

  3. Bea linda, no sé que te hace pensar que una cosa quita la otra.
    Lo expresaste igual de equivoco en plaza catalunya, dijiste:
    «No odian a los catalanes, odian a todo el que no piense como ellos» y ya se me quedó el chirriar de esa frase en la cabeza; tienes que entender que una cosa no quita la otra, que la catalanofobia viene de muchos siglos atrás, hay un montón de registros históricos de ella y que negándola, aunque sea para emfatitzar lo siguiente que vas a decir, urgas en nuestra herida más profunda, la del dolor de no ser vistos, de que nadie haya reconocido el rechazo y la vejación a la que hemos sido sometidos por siglos; y no por eso dejaremos de apreciarte, querida, pero entiende que si a alguien le tocas la herida salta, aunque lo hagas con la coletilla del fascismo atrás y aunque ésta sea verdad.

  4. Me sabe mal que hayas tenido que gastar tanta energia en explicarte con detalle. Pero ha valido la pena Bea. Se entiende muy bien y lo comparto totalmente. A muchos nos pasa que si pudiéramos llegar a creer que la población española llegara algún día a entenderlo no nos haría falta la independencia para nada. Lamentablemente ya es tarde. Después de las porras ya no nos queda nada. Sencillamente hemos asumido que en el ADN de la población española en general, en cuanto al tema nacional, se encuentra el fascismo puro y duro.

  5. Aprecio y valoro el esfuerzo por explicarte y por entendernos, pero no estoy totalmente de acuerdo con tu perspectiva. Mi experiencia como catalán – que ha vivido, estudiado y trabajado en distintas èpocas en Madrid (los sesenta, los ochenta y los noventa), hizo la mili en Cádiz en los setenta y trabajó en Sevilla en los noventa – no se corresponde con tu relato. Hay ambas cosas, fascismo y catalanofobia. Y en muchas ocasiones van de la mano, pero no siempre. He conocido a cualificados antifascistas en Madrid, en Cádiz y en Sevilla y muchos sentían y transmitían sin rubor su catalanofobia. Supongo que su catalanofobia iría pareja con otras fobias, pero es la que yo he sentido.

    Y no puedo compartir en absoluto tu última frase «los ataques hacia ellos lo eran por independentistas, no por catalanes», porque he sufrido esos ataques cuando yo no era independentista ni los independentistas pasaban de una minoría casi sin representación en las instituciones y, por tanto, eran algo así como una especie folclórica inofensiva que no representaba ningún riesgo para el statu quo.

  6. Querida Bea.

    Ojalá puedas leer mi respuesta a tu artículo.
    Te he leído y seguido en el follón que has montado en Twitter. Intentaré ser breve:

    Tú no eres catalana. No puedes entender la catalanofobia porque no lo has sufrido. En tus opiniones confundes el odio ideológico con el identitario. Son dos cosas distintas. A veces se intercalan o se mezclan, pero son diferentes. En Catalunya hay una parte de la población claramente catalanófoba. Les da igual si eres de izquierdas o de derechas, republicano o monárquico. Escuchan catalán y ponen cara de asco. Viven en una burbuja en su día a día huyendo de cualquier cosa que desprenda catalanidad, sea música, radio, TV… Son personas que sienten rabia y manía hacia lo catalán en general. Inadaptados en el medio que les ha rodeado desde hace décadas. Rozan en algunos casos el racismo. Yo soy gallego de nacimiento y en Galicia me criaron en el odio a los catalanes. Allí son mal vistos y se les desprecia y se habla de ellos con rabia, pero, porque son de derechas? De izquierdas? Republicanos? No, querida Bea. Porque son catalanes y rezuman catalanidad. Es un sentimiento de inquina que no se tiene contra nadie más de España, ni siquiera contra los vascos.

    El problema es que te has metido en un tema muy complejo de carácter emocional que está marcado a fuego en el corazón del pueblo catalán. Y cuando hablo de catalanes me refiero a aquellos que así deciden sentirse y que lo expresan integrándose en la sociedad catalana sin rabia ni odio hacia lo catalán, sin importar sin han nacido o no en Catalunya. Yo me siento catalán y me identifico así normalmemte. Adoptado quizás, pero después de 20 años soy catalán porque así lo he decidido yo.

    Se agradece mucho tu lucha pero entiende que es un tema muy complicado para alguien de fuera. Si llevases muchos años viviendo día a día en Catalunya seguro lo entenderías mejor.

    Un saludo! Y no tengas en cuenta a los que se pasan de frenada contigo. Sé comprensiva porque estas cosas afectan mucho y hay muchas emociones envueltas.

  7. «Sin ir más lejos, estoy segura de que hace un año no habrían acudido tantísimos catalanes a Alsasua en la última manifestación de apoyo. Fundamentalmente porque hace un año no se habrían creído muchos de ellos la brutal represión que se aplica contra otros pueblos.»
    No estés tan segura. Esto demuestra que a pesar todo desconoces la esencia de la sociedad catalana y el grado de información que hemos tenido sobre lo que sucede en el Pais Vasco o en cualquier parte de España, algo que en muy pocos casos ha sido recíproco. A pesar de compartir gran parte de los argumentos que expones creo que no sólo equivocaste el enfoque del tuit sino también la manera de intentar remediarlo.
    Admiro tu valor al defender cosas que fuera de Cataluña son peor que un pecado capital, pero permíteme discrepar en el fondo del relato.
    Un abrazo

  8. Para mi la catalanofobia existe. Si quieres como un subtipo de fascismo español. Claro que hay también odio contra otros pueblos dentro del estado español, en Cataluña siempre hemos sido conscientes de esto. El nacionalismo español no tolera la diversidad. Pero decir que la catalanofobia no existe es querer simplificar demasiado. Es como decir que el nazismo no existe porque es fascismo. Las dos cosas existen, las dos son verdad.
    Yo entiendo catalanofobia como odio a todo aquel/aquello relacionado con la lengua y/o la cultura catalana. La única versión de ciudadano catalán aceptable es el nacionalista español que proviene de Cataluña. Si hablas catalán ya estás condenado. Yo incluso me he encontrado en alguna situación donde eso ni hace falta, solo por decir que soy de Barcelona (conversación en castellano sin contenido político alguno) he oído comentarios de «putos catalanes».
    Y claro que hay también españoles no catalanófobos. Como la mayoría de catalanes tengo familia y amigos no catalanes en España, sabemos muy bién que no todos los españoles odian lo catalán. Pero decir que la catalanofobia no existe es querer negar la realidad actual.

  9. Bea, admiro tu corage y tienes todo mi agradecimiento y de miles de personas simplemente honradas y demócratas. Ojalá tuvieses razón, en que se trata de un tema de fascismo y manipulación que un gobierno democrático pudiera solucionar. No, es catalanofobia que contamina la mayoria de la sociedad española, és xenofòbia contra un pueblo determinado, una minoria útil para cohesionar el nacionalismo español. Siempre he pensado, como tu, que lo mejor seria que pudieramos entendernos pero tras tantas demostraciones de odio generalizado contra los catalanes no veo otra solución que huir de España. No soy nacionalista, huyo del nacionalismo antidemocrático español. Este que mantiene en silencio vergonzoso a partidos y personas que se atreven a llamarse demócratas.
    Bea, el tema viene de lejos, en 1965, tenia 14 años y fui destinado a la Universidad Laboral de Cordoba donde había chicos de toda España, a mi nadie me habia educado contra España y los españoles y me quede muy sorprendido (en choc) de los insultos y desprecios que me llegaron en pocos días de la mayoria de jovenes de toda España, ellos sí habían sido adoctrinados en el odio contra Cataluña. Escuchar el «habla cristiano, coño» «catalan tenias que ser», «tu madre por si acaso» incluso alguno mas elaborado como «zangano de la periferia» fueron insultos cotidianos. Hicimos amigos y aceptamos sin mas esta situación.
    Solo faltaba que se impulsase desde el gobierno este sentimiento para que el tema explotase. Incluso, ingenuo de mi, escribi a Rubalcaba y le pedí que hiciese pedagogía contra la catalanofóbia. Vaya pedagogía hemos tenido de los socialistas!!!!
    Estamos cansados de xenofobia, por esto que tu eres un soplo de aire fresco y un grito en el desierto antidemocrático i catalanofobo español. Infinitas gracias !!!

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