El día 29 de octubre, escucho perpleja y triste desde mi escaño como el hasta ese momento candidato, ahora presidente, del Partido Popular, lejos de intentar “conquistar” con su discurso a los diputados que con su voto tenían la responsabilidad de asegurar la investidura, presume con prepotencia de su gestión, avisando que quiere ser presidente para imponer su programa; ni un mínimo reconocimiento de los efectos que sobre los más desfavorecidos han generado estos años las políticas del partido popular; ni un pequeño atisbo de la necesidad de replantearse actuaciones que han llevado a situaciones de pobreza, precariedad y desprotección inasumibles para cualquier gobierno; ni un solo remordimiento por la corrupción que carcome a su partido; solo un mensaje nos deja claro: que aún en minoría va a seguir siendo el rodillo de la dignidad y de los derechos y libertades de muchos ciudadanos, en aras al “logrado crecimiento económico” .

Salimos a la calle, con una sensación de derrota y humillación por lo que se ha vivido en el pleno, y sin esperarlo hay personas que se acercan de forma amable, con una sonrisa, nos dan las gracias por haber hecho resonar esos “noes” desde la bancada socialista. Los ciudadanos a pesar de los pesares nos demuestran su generosidad y su esperanza. Confirmo en ese momento que se esperaba más valentía del partido socialista; siento en ese momento que hemos puesto voz a muchas personas, a personas a las que decíamos que no podíamos soportar ni un día más las políticas austericidas y de recortes del Partido Popular, personas que nos votaron para que gobernásemos nosotros, no para que dejásemos gobernar a quien prometimos echar.

Aún quedaban unos días para conocer las intenciones del nuevo presidente. El primer movimiento de Mariano Rajoy al frente del Gobierno nos trajo la noticia de que no había noticia. La elección del nuevo Gobierno, con miembros de marcado perfil conservador, en la senda de una más que evidente línea continuista que no busca otra cosa que el mantenimiento de las políticas ya por todos conocidas, ha vuelto a poner de manifiesto a las primeras de cambio la escasa predisposición negociadora del Partido Popular. Es más, algunas voces prevén en la conformación del nuevo Gobierno, por cierto ni mucho menos paritario, una intencionalidad con la búsqueda de una legislatura corta.

Economía, empleo o estabilidad presupuestaria son líneas rojas que el nuevo ejecutivo parece no estar dispuesto siquiera a debatir o negociar. Sanidad, I+D+I, educación, investigación, cultura han sido materias que durante cuatro años han sufrido tijeretazos que han afectado gravemente al bienestar de la población incluso a sus derechos fundamentales y que, no parece que vayan a tener mejor futuro que en el pasado inmediato.

Por ser un tema que conozco especialmente, asisto con estupor al mantenimiento como Ministra de Empleo de Fatima Bañez, me pregunto si este partido que ahora nos gobierna ha estado como yo en el Congreso y en la Comisiones, escuchando una y otra vez la necesidad urgente de recuperar la dignidad de los trabajadores, de actuar contra la precarización del mercado de trabajo, de elaborar un nuevo marco de relaciones laborales, de luchar por algo tan básico como es que los trabajadores puedan vivir del trabajo sin necesidad de acudir a “la caridad”, de luchar por la recuperación de la negociación colectiva y la concertación social. Escucho indignada una vez más, el discurso de los 700.000 puestos de trabajo que han creado, recuerdo nuestras intervenciones en el Congreso explicando la falsedad de este discurso, con datos, se trabajan menos horas, no hay más empleo solo un reparto del existente, se cotiza a tiempo parcial trabajando a tiempo completo, esta forma de afrontar las políticas de empleo inciden en la garantía de las pensiones, pero ni una sola frase ha calado en el Partido Popular.

Espero con curiosidad las reacciones de los diferentes grupos parlamentarios, ante este “nuevo gobierno”. Desde el Partido Socialista, como aquel que se hace de nuevas ante una situación que ya se sabía de antemano, el Portavoz de la gestora explica a los ciudadanos, sin duda perplejos, que no es un gobierno para el diálogo y auguran que habrá serias dificultades de generar entendimiento con los socialistas en esta legislatura.

Se abre ante nosotros otra etapa compleja: para el Partido Socialista el proceso de investidura ha sido traumático y ha dejado desamparado un cambio que la sociedad esperaba; decir otra cosa sería negar lo evidente, con la abstención de parte del grupo Parlamentario Partido Socialista hemos dado el gobierno a quien representa la antítesis de nuestro modelo de sociedad, de nuestros compromisos con los ciudadanos, hemos desaprovechado el nuevo escenario que la democracia había deparado. Tenemos un Parlamento más plural que nunca, pero las fuerzas de izquierdas no lo hemos sabido gestionar y una vez que Rajoy vuelve a ocupar la Moncloa y empieza la legislatura, veo con preocupación cómo actuamos como si nada de esto hubiera pasado, hacemos públicos mensajes con todas aquellas medidas sobre las que construimos nuestro programa, como si gobernásemos y leo el enfado y coraje con el que nos responde la gente.

Inicio con preocupación esta legislatura, ya con gobierno, en la que para recuperar la credibilidad perdida llega el momento en el que el grupo parlamentario socialista debe ejercer una oposición vigilante desde el primer día, no nos podemos permitir volver a fallar a todos los ciudadanos que anhelan un cambio, y es que aunque dura y difícil, esa oposición ha de ser precisamente sinónimo de mejoras que se proyecten en la calidad de vida de los ciudadanos, mejoras en aspectos tan denostados como el empleo, la educación o la sanidad; debe ser una oposición firme, responsable y transparente, pero sobre todo ha de ser una oposición autónoma, que en ningún caso puede verse doblegada o sometida al chantaje del Partido Popular ante el escenario de que Mariano Rajoy pulse el “botón electoral”, por mucho que en el viraje del no a la abstención, nos hayan querido “reeducar” sabemos que hay cosas peores que unas elecciones, como son un mal gobierno y un partido socialista que desde la oposición falle a la sociedad, plegándose al Partido Popular.

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