Cuando no hay razones, pero sí mucho odio, prejuicios y una gran maldad, siempre injustificable; los gobiernos escupen gases manchando de dolor el rostro y los pulmones tiernos de los niños, como si fuesen apestados.

Los gobiernos perversos y aquellos otros que les ordenan, jamás se pondrán en el lugar del oprimido, porque para eso tienen pelotas de goma que fabrican con su propia mierda, y que después tiran para dañar lo más posible a mujeres, niños y hombres desarmados, que han cometido el terrible delito de huir de otros mal nacidos como ellos.
Esbirros de las alcantarillas.

Mientras tanto, los demás países miran y consienten, o miran y dan órdenes.
España, con su actual gobierno, inmoral en todos los sentidos, ocupado en proteger a ladrones, sólo mira y obedece.

Cualquiera que no sea un psicópata, comprende que si a alguien le bombardean su casa, coge a sus hijos y sale corriendo en dirección a cualquier sitio donde no haya bombas.

Es obvio, que los sirios con recursos económicos, escaparon hace tiempo de su país en avión, barco o lo que fuese, en primera clase y respetados por supuesto en sus destinos; comprando la ideología en donde estén, Europa sin ir más lejos, con una billetera cargada de poderosas razones.

A esas personas, que también huyen de la guerra, no se les llama refugiados, palabra que desampara sólo con nombrarla y baja el caché ante los mercaderes.

Por tanto, la conclusión insultante y evidente, es que no es la procedencia ni la preparación, tampoco es el color de la piel ni la educación. Mucho menos la bondad.

Sólo hay un factor seguro para que no te gaseen: el poder del dinero y las apariencias.

A los flojos mentales y los fanáticos sectarios, les hacen creer que los refugiados sirios, con sus niños, ancianos y gatos a cuestas, son todos unos terroristas que deben masacrar.

Las pocas luces hacen no ver nunca como un igual al que te manda, de otra forma, quizá, podrían darse cuenta o preguntarse quién es el amigo de mi enemigo, que también es mi amigo.

Europa, la loca, lo sabe.

Los niños, ahogándose, también.

Quo vadis?

 

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