Ningún ser humano puede tacharse ni ser señalado como ilegal. El ser humano no es ilegal por naturaleza; son las fronteras de los miedos, de los poderes gubernamentales y de los intereses económicos, quienes a lo largo de la historia han dibujado líneas en los mapas con la intención de apropiarse de trozos de tierra para explotarlos y subyugar a sus habitantes y ciudadanos a la jerarquía que el poder, de unos y otros, ha decidido.
En mis múltiples visitas a la ciudad de Madrid, al pasear por diferentes lugares como Lavapiés y los alrededores de Plaza Mayor, he podido observar con bastante contundencia, en más de una ocasión, como seres humanos que intentan ganarse la vida mediante la venta de diferentes materiales en una ciudad y una sociedad asfixiada por el egoísmo económico, son perseguidos y golpeados por diferentes cuerpos policiales, y en más de una ocasión me ha cogido en mitad del incidente, y presto he tenido que refugiarme en algún bar.
Y la excusa para estas agresiones es que, son ilegales realizando actividades ilegales. Lo curioso de todo esto es que, golpea en mucha mayor medida a la economía y a la sociedad española las ilegalidades de quien sí se considera legal según los papeles, que de esos seres humanos intentando sobrevivir. No he presenciado todavía, y creo que no lo presenciaré, diferentes batidas para agredir y expulsar de las calles a quienes han desfalcado o robado o corrompido desde los poderes políticos o empresariales. No solo eso, sino que se pavonean por plazas y calles principales, y acuden a eventos donde se les reina pleitesía. Es un hecho que, como sociedad y como ciudadanos, seguimos etiquetando y pronunciando nuestros desprecios y etiquetas en función de mucha ignorancia y desconocimiento, y en relación al poder adquisitivo que se sostenga.
Lejos de entrar en ninguna dialéctica o resolución imperfecta sobre la verdad de últimos incidentes acontecidos en Madrid, de señalar a buenos o malos, y de generalizar las intenciones de todos ellos, lo que está claro es que, ninguno de todos esos que huyen son seres humanos de segunda o tercera, al contrario, son simples seres humanos intentando sobrevivir en las condiciones que, en una u otra manera, han podido obtener. Y en múltiples casos, tras lograr huir de guerras y genocidios que sucedían en sus países. Ningún ser humano, como he dicho, es ilegal; y no lo es, aunque una corporación desestime durante años un documento que indique que sí lo es; y no pueda por ello, acceder a simples trabajos donde se les remunere en relación a su labor, esfuerzo o responsabilidad. Ni tampoco acceso a derechos dignos de todo ser humano.
Puede. Pero como el ser humano en sí no es importante o imprescindible, porque a este Universo le da igual que estemos o no, somos nosotros quienes marcamos los valores. Y en eso se basa este juego. Desde tiempos inmemoriales ha habido y hay seres humanos que por sus ideologías y estatus de poder son tremendamente dañinos para la comunidad. La valoración del daño no compensa con su legalidad o ilegalidad. Eres persona, pero ¿cómo eres?. Yo estoy cansado de valorar como persona a un fascista cuando él jamás lo hará. Hay niveles y circunstancias, hay ideologías y sentimientos, todo está tremendamente encadenado y a cada acción equivale una consecuencia y una reacción.
¿Podemos partir de la base de que ningún humano es ilegal? Podemos. Pero a la hora de la verdad lo que cuenta es el comportamiento y la situación. ¿Tratar a un fascista como ganado, justo como nos tratan ellos (y que no tienen ninguna gana de dejar de hacerlo) es injusto? Pues no es ni justo ni injusto, es, sencillamente, «equilibrar la balanza».