Francisco Silvera, autor de la nueva sección "Opinión de un profesor".

El Sistema Educativo de nuestro país está en el objetivo de los políticos. Dicen que quieren hacer una gran reforma, consensuada y pactada para conseguir que, de una vez por todas, las medidas a aplicar puedan tener un recorrido lo suficientemente largo y estable como para dar frutos. Lo cierto es que, durante toda la historia de nuestra joven democracia, no ha habido un hilo conductor en este ámbito. Pero todos coinciden en que es fundamental acometer reformas importantes, de profundo calado y con una visión que ponga a la docencia en el lugar que le corresponde.

Mucho se habla de otros sistemas, tomando ejemplos como el finlandés, pero lo cierto es que no llega a concretarse un proyecto que hable claro, que entienda de manera holística un sistema educativo que no esté únicamente enfocado a crear individuos que sirvan como mano de obra, sino algo bastante más amplio y profundo: una ciudadanía crítica, analítica y creativa capaz de dirigir su propio destino y aportar a un proyecto común de sociedad sostenible.

Y precisamente quien tiene que ser escuchado, esto es, el docente, es el más silenciado. Por eso en Diario16 hemos querido poner el foco sobre las palabras de la experiencia. Y a partir de estas líneas nuestros lectores y lectoras podrán conocer qué es lo que un docente con más de veinte años de experiencia considera imprescindible para llevar a cabo las reformas necesarias en el Sistema Educativo Español. Quién sabe si esos políticos que dicen interesarse por esta cuestión echarán un vistazo a la serie que hoy comienza aquí, en la sección “La opinión de un profesor”.

Francisco Silvera ha publicado recientemente “La estafa bilingüe”, un artículo que se ha convertido en una lectura de referencia no sólo en España. A raíz de esta publicación sus críticas y propuestas se hicieron virales: periódicos, radios, televisiones, blogs, foros han reproducido el mensaje de Silvera. Nosotros, atentos al interés que ha suscitado lo que este profesor tiene que decir, hemos creado un espacio para que nos cuente lo que realmente necesitamos. Avisamos, porque él lo hace: Lo que va a decir no va a gustar ni al profesorado, ni a la Administración, ni a la Inspección ni a los padres y madres ni al alumnado, pero hay que afrontar la realidad.

 La sección contará con la colaboración especial de los viñetistas de Diario16: Ben, Iñañy & Frenchi y Jarúl Ortega.

Francisco Silvera junto a José María Conget, en la presentación de su último libro "Mar de historias. Libro decreciente"
Francisco Silvera junto a José María Conget, en la presentación de su último libro «Mar de historias. Libro decreciente»

A continuación, un anticipo:

Ando mosqueado porque la experiencia me dice que nos la van a colar otra vez; ya pronostiqué (dotes prománticas) que los partidos del bloque corporativo (PP, PSOE y C’s) iban a vender unidad con una reforma educativa, que ni les va ni les viene, para trasladarnos lo útil de la responsabilidad conservadora. Nos van a hacer otra más, otra ley inútil porque el problema es de fondo y ése no se va a tocar.

No creo que exista una legislación educativa apolítica, este calificativo encubre casi siempre un extremismo conservador que se tiene a sí mismo por aséptico, cuando suele ser parte en la pugna. Por eso no la va a haber; deberíamos aspirar a una legislación que sea efectiva y que cumpla rigurosamente con el papel otorgado a la Educación por la Constitución y las declaraciones de derechos internacionales que nos sirven como fundamento democrático, claro que más allá de los partidos: la Enseñanza es la fuerza reequilibradora más importante de un sistema político, debería ser motor de igualdad y promoción social, si no es así sólo puede ser academicismo interesado para crear sectores de población, canalizada a componer mano de obra para quienes se educan en otros sistemas pagados por ellos mismos, y así sostener la diferencia.

No voy a hacer patafísicas ni politicismos, simplemente voy a proferir lo que he vivido en veinte años de experiencia docente, y como profesional en ejercicio voy a exponer lo que jamás hasta ahora nunca nos han preguntado, lo que yo necesito para dar clase, qué es lo que me afecta en la práctica diaria del ejercicio docente.

El fracaso de la educación no es su fracaso, sino nuestro fracaso

Quiero dejar claro que si algo merece la pena en la Enseñanza es esa chavalería a quien el Sistema, de una forma u otra, incorpora para la vida ciudadana, crítica y culta. Y el Sistema funciona parcialmente, todos los cursos, sale del Bachillerato un puñado de gente maravillosa, trabajadora y bien formada que está a la altura de su tiempo; pero no hay zona intermedia, hay una gran mayoría que transcurre por todas las etapas educativas y jamás pasará del analfabetismo funcional o de ser meros técnicos sin capacidad crítica. Véanse estadísticas sobre hábitos de lectura o sobre música culta, les recuerdo que el museo más visitado de Madrid no es una pinacoteca precisamente… El fracaso de la educación no es su fracaso, sino nuestro fracaso.

Lo que voy a decir no va a gustar ni al profesorado, ni a la Administración, ni a la Inspección ni a los padres y madres ni al alumnado, pero hay que afrontar la realidad: el fracaso está ahí, no podemos seguir aplicando el mismo tratamiento si los pacientes han muerto repetidamente bajo nuestra responsabilidad: empecinarse en continuar así es ora tener interés en que siga la ruina ora ser gilipollas.

los malos resultados son una cadena de causas y efectos donde sí existe un primer motor, y deberíamos empezar por domesticarlo

En 1933, la Junta para la Ampliación de Estudios, dependiente de la Institución Libre de Enseñanza (¿eso era España?), publicaba el “Tomo I” de una “Biblioteca Literaria del Estudiante”, Fábulas y cuentos en verso, y la Colección llevaba un interesante prólogo de Ramón Menéndez Pidal; hago mías unas palabras suyas acerca del aprendizaje: “Pero nunca se tendrá bastante en cuenta que el aprendizaje […] se hace siempre a fuerza de percibir incompletamente aquellas cosas que sobrepasan la comprensión del instante y que esperan tiempo venidero para ser asimiladas de un modo más perfecto”.

Siempre he trabajado así… No se puede pretender que una alumna sepa lo que un profesor, sino que le quede el eco de su docencia, porque ése será el camino de su formación futura.

Soy profesor de Secundaria y Bachillerato, mi enfoque será desde esa perspectiva; invito a la gente de Primaria a hacer lo mismo, porque los malos resultados son una cadena de causas y efectos donde sí existe un primer motor, y deberíamos empezar por domesticarlo.

EXAMEN:

1. AUTORIDAD Y DISCIPLINA

 No se puede entrar en un aula sin Autoridad. Hay que tenerla y, sin violencia (lógicamente), o te ampara el sistema o es muy difícil. Hablamos de virguerías pedagógicas cuando muchos docentes tienen un único problema: mantener un nivel de respeto y silencio adecuados para permitir el ejercicio de la Enseñanza y el Aprendizaje; esto no tiene por qué significar aburrimiento, pero una clase no es un espectáculo para hacer reír a chavaletes. Evitar el insulto y la permanente interrupción y, sobre todo, el respeto al derecho a recibir Enseñanza de quien quiera atender, deben prevalecer sobre cualquier otra consideración; hay aulas donde la capacidad de autocontención de un adulto se pone a prueba durante sesenta minutos y así no se puede enseñar, y el final no es bueno ni digno (véanse estadísticas de bajas y pidan opinión a los profesionales).

La Educación, como la Libertad, es un Derecho y el derecho se puede perder sin menoscabo del mismo (las cárceles existen y no hay por ello menos libertad), tiene que haber una pérdida graduada normativamente para poder penalizar a quienes abusan o impiden ejercer a los demás sus derechos; la expulsión de clase, entendida como la máxima pena ante quienes no saben estar, debe estar regulada, y para ello debe haber una alternativa: no se entiende un centro docente sin unos Servicios Sociales que puedan actuar ipso facto, en el mismo centro, con quienes no tienen un contexto que les permita estar con normalidad en un aula.

Hay que usar el rigor y poner niveles de frustración y autonomía que permitan aprender que las responsabilidades tienen consecuencias; jamás hay que sustituir la autonomía de actuación de quien aprende, tiene derecho a equivocarse y también a asumir las consecuencias, sabiendo guiarlos, claro, que esto es enseñar. Hace falta personal que atienda específicamente al alumnado problemático atacando la raíz (que suele ser la familia y el entorno) desde el mismo centro educativo. Se debe contemplar la expulsión o exilio a otros centros sin menoscabo del derecho a la Educación, y los tutores legales deben afrontar las consecuencias, en incluso ser atendidos para que puedan hacerlo (desplazamientos…). Los trabajos para la comunidad para pagar desperfectos o adquirir consciencia del daño causado podrían ser una salida a la disciplina; pero hace falta personal (no necesariamente docente) que se haga cargo de esas funciones.

No proponemos un lugar autoritario, sino la protección del Derecho a la Educación de quienes quieren aprovecharlo. No pediríamos a la gente de la calle tolerar el delito para que quienes lo ejercen no pierdan la libertad; si esto es absurdo, la situación actual de los centros: también. El Sistema Educativo tiene que pelear por esto y por recuperar a quienes no lo pueden disfrutar, y eso sólo se hace poniendo medios: no abandonando al desgraciado que no puede saber qué pierde atacando a su propia salvación. Esto es realidad, y no teorías. Y Autoridad.

2. EL QUÉ

No debato sobre qué es la inteligencia, ni qué el conocimiento o el saber… eso sólo sirve para montar un curso inútil para inútiles profesores… leamos sobre eso, pero por formación general. Si no queremos mantener discusiones bizantinas, hay un axioma del que podemos arrancar sin dudas: para enseñar algo, hay que saber algo.

Lamentablemente, exigimos a nuestro alumnado lo que como docentes responsables no hacemos. Un Sistema adocenante en el que no existe carrera profesional y en el que la especialización erudita se supone (como aquel valor en las cartillas…), juega permanentemente en un vacío pedagógico en que se aspira a que el alumnado lea a los clásicos, guste del cine más allá del mero entretenimiento, paladee la música clásica, esté pendiente de las novedades cosmológicas, al día de los movimientos políticos, de la Historia, use críticamente el nuevo horizonte digital, hable idiomas… y no existe una sola herramienta que garantice que la docencia tenga adquiridos esos compromisos.

Hemos hablado de estadísticas culturales en España, ¿cómo podemos afirmar que entre el personal de magisterio y el profesorado la tendencia es mejor? No digo que no lo sea, sino que la Administración debe poner los medios para que ése sea el contexto de la Enseñanza (a lo mejor empezando por desgravar en el IRPF discos, libros, cine, informática… a los profesionales del ramo).

Podemos encontrar perfectamente un profesor que terminara su carrera, aprobara sus oposiciones y lleve décadas sin actualizarse y sin actividad intelectual alguna, ¿cómo puede promover alguien así los fines de la Educación? ¿En qué se distingue de cualquier otro profesional que se aprenda un temario? Construimos tejados sin cimentar nada; mi afirmación es sencilla: si favorecemos una formación muy profunda a la docencia y ésta no transmite, al menos podremos diagnosticar un problema metodológico; si empezamos por airear pedagogías sin debatir lo fundamental, podemos encontrar la sorpresa de que lo que está fallando es la base.

Hay que volver a la especialización, no para dar mayor cantidad de conocimientos (eso, empero, no es absurdo, no pasa nada por aprovechar los recursos al máximo nivel), sino para garantizar que quien imparte clases tiene vida intelectual, interés y objetivos lejanos y por tanto un control casi absoluto de las materias; esto es una parte importante de la Autoridad citada antes y permite mirar más allá del currículo y el aula. Los profesores y profesoras que hemos admirado eran gente culta, aunque aparentemente la causa de nuestra admiración no se cerniera exclusivamente a lo erudito de sus conocimientos.

Y por no alejarme de la realidad, mis compañeras más capaces, los mejores profesores con los que he trabajado y trabajo son gente que por vocación, más allá de sus habilidades pedagógicas, tienen una cultura amplia y viva, y casi nunca hablan mal de su alumnado ni pierden el tiempo contando chácharas de disciplina: quieren enseñar. Esto es lo que pasa en el mundo real, señorías legisladoras; el ignorante sólo sabe de partes disciplinarios, de reuniones con madres y padres, de cursos para puntuar en los traslados y de rellenar estadillos legalistas absolutamente inútiles que no sirven para saber si lo que hace tiene influencia en la vida de sus discentes (enseñante-calamar). Lo que digo es que aquéllos, además de hacer todo esto: pueden enseñar algo.

Respecto del alumnado, saber muchos contenidos no es un objetivo de la Enseñanza sino un medio, para poder tener así ideas complejas, crear hábitos, analizar, poder descifrar textos comprensivamente… Por qué ignorar si se puede saber, decía Horacio; acumular datos no molesta y puede servir; suele pensar que no quien no los controla.

1 COMENTARIO

  1. Una vez, hace cinco años ya, fui alumna de filosofía en el IES Carabelas. Recuerdo, la primera vez que oí hablar de este profesor y sus comentarios tan «modernos» (en aquél entonces) instituto palermo y toda la polémica que surgió alrededor de ellos. En realidad, eran razonamientos propios de la asignatura que impartía pero claro, tenías que hacer eso, razonar y eso a la gente no le gusta; no les gustan que se los saque de su realidad manida y repetida por generaciones y generaciones palermícolas para enseñarles otra diferente.
    Y por eso lo respeté siempre, aunque no fuera la alumna más aplicada (que definitivamente, no lo era); siempre lo respeté por querer, de hecho, ENSEÑAR y no repetir como un loro los contenidos de la asignatura porque para eso, los estudiantes ya tienen Wikipedia. De toda mi trayectoria en el IES Carabelas, sólo tres profesores me encontré así y no sabéis como de agradecido es ese aire fresco que llega con ellos.
    Francisco Silvera, no sé si alguna vez leerás esto, pero quiero agradecerte por haberme regalado el interés en la filosofía, el intentar razonar más allá de lo fácil, por haberme inculcado el ansia por saber y por último y no por ello menos importante, gracias por regalarme a Jeff Buckley (lo amo muy fuerte).
    P.D: lo creas o no, muchos alumnos del Carabelas aún se acuerdan de ti, sobretodo cuando estamos de cervezas y nos ponemos profundos c:

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