Monedas

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Las imágenes difundidas en las redes, de unos hinchas del PSV Eindhoven arrojando monedas a unas indigentes en la Plaza Mayor de Madrid como quien arroja migas de pan a los patos de un estanque (o comparaciones aún más humillantes que pueden venirnos a la mente), dan cuenta de la ilimitada capacidad de degradación ética que podemos alcanzar los seres humanos ante determinadas situaciones. Una masa borreguil emulando los actos de un macho alfa que se cree superior a sus semejantes.

Confío en que la escena suscite el rechazo de la inmensa mayoría de ciudadanos europeos, aunque tengo serias reservas al respecto. Venimos de unas recientísimas elecciones en tres lander alemanes, en las cuales la extrema derecha ha cosechado éxitos relativos que han desencadenado la euforia en sus filas; pero es que previamente se habían dado situaciones paralelas en Francia, o vemos como en Holanda el Partido de la Libertad encabeza todas las encuestas a un año de los comicios. Kaczynski impone en Polonia el ultraconservadurismo, o desde Hungría su Gobierno hace públicas proclamas del siguiente tenor: “Si venís a Hungría, no debéis robar el trabajo a los húngaros”; al tiempo que el Gobierno de Austria blinda sus controles en la frontera con Italia para bloquear el acceso de inmigrantes. Esta es una sucinta muestra del desolador paisaje político que se dibuja hoy en nuestro Continente.

Pero la desolación no tiene límites. La misma vergonzosa escena que contemplamos sobre los adoquines madrileños, puede repetirse sobre la moqueta de Bruselas en la reunión del Consejo Europeo que debatirá el eufemístico acuerdo con Turquía para la deportación de inmigrantes irregulares que arriben a Grecia, incluidos los refugiados sirios que huyen de la guerra en su país. Porque eso, y no otra cosa, es lo que se proponen los primeros ministros de los países de la UE: arrojar sobre Ankara unas monedas para que tengan que ir tras ellas los niños, mujeres y hombres que deambulan sin protección por los anegados páramos próximos a las fronteras de Macedonia, Eslovenia, Croacia o Serbia.

Atenazados por el pánico de sus cálculos electorales, nuestros incapaces dirigentes se transforman en los más preclaros representantes del populismo que dicen combatir. Pues si es que están decididos a seguir adelante con esa estrategia de dar satisfacción al radicalismo enardecido, antes que a combatirlo con criterios de estadistas, al menos que no tomen sus decisiones emboscados tras los cálidos cortinajes de la sede de las instituciones comunitarias. Que se sienten a debatir bajo uno de los toldos que se levantan en el mal llamado campamento de Idomeni, con el barro hasta las rodillas después de caminar unos kilómetros bajo la lluvia, y si aún entonces conservan los arrestos suficientes que tomen su decisión. Entre ese barro habrán enterrado a Europa.

2 COMENTARIOS

  1. Las imágenes que hemos podido ver revuelven el estómago a cualquiera y dista mucho de los valores que debería promover el deporte. También es llamativo que, después de que haya sido noticia, los representantes del equipo no hayan hecho ninguna declaración rechazando la actitud de sus hinchas. Vergonzoso.

  2. No seáis demagogos por dios. Ojalá y me tirasen monedas a mí al suelo en lugar de venir a trabajar cada día, ya me reiría yo luego en casa. Preguntad a las que trabajan en la fresa a ver qué prefieren.

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