Málaga 05/05/2011 Representación teatral del espectáculo "Masculino singular" de Miss Shangai Lily en el Teatro Echegaray. Foto: Daniel Pérez/Teatro Cervantes.

Tengo que hablar de ti mi adorada Shangay y no sé escribir lo que quiero contar, sé por intuición que hoy estás con Phoolan Devi en la sala vip del más allá descansando de la lucha terrenal.

Por aquí ordenando los recuerdos veo que vivir en la capital la magia de los encuentros es un camino directo que va al cielo, claro está que da igual el lugar, Madrid o San Borondón, pero a Shangay la conocí cerca del kilometro cero y de ahí a donde se asoman las estrellas que se ven en la capital es un momento fugaz. Hablar del hueco que dejan los amigos cuando se van es un trabajo complicado, más sencillo es hablar de todos los tropiezos unos con otros huyendo de la soledad, obligados a mirarnos es una vereda que va al cielo crepuscular.

Conocí a Shangay en el año dos mil uno casi seguro en el mes de septiembre en una cena en mi casa, en la calle San Vicente, mi compañero de piso (hoy un brillante y consagrado interiorista) también era compañero de curso de formación actoral, invitó a Shangay a cenar, se habían conocido en Marbella, se telefonean en Madrid para verse y los dos tuvieron el detalle amable de invitarme a la cena. Qué sorpresa la invitación, me hizo un montón de ilusión conocer a Shangay, ya había visto su cameo en la película “Boca boca” (el cameo es mi punto débil en el cine) de Manuel Gómez Pereira, protagonizada por el oscarizado Javier Bardem y la bella Aitana Sánchez- Gijón. Y también la veía perfecta en las apariciones televisivas. Yo con la torpeza de siempre esperaba a Shangay que llegara vestida con el turbante igual que en la tele pero Shangay llegó puntual sin tocar en el portal, directamente tocó en la vivienda y cuando abrí la puerta pensé que todo era una confusión, llegó vestida de negro, con un pantalón, un gorro y después de un rato mirándonos me dijo, “soy la misma”. La vi tan inteligente que ya no vi más la diferencia, Shangay con o sin turbante. La sobremesa terminó tarde, fue una velada muy divertida, le pregunté por todos los detalles del rodaje, me confesó su impacto ante la belleza de Aitana y lo a gusto que rodó con la pareja del año en el cine, me contó anécdotas interesantísimas de la tv y me recomendó sus libros “Hombres… y otros animales de compañía” y “Escuela de glamour”. Al poco tiempo los leí, qué cierto todo lo que escribes le dije,

“Sólo cuando los hombres aprendan a renacer en femenino, a no sentir vergüenza de la mitad de sí mismos, a no despreciar lo femenino que los creó, a comunicarse en lugar de luchar y a liberar la empatía (la capacidad de ponerse en el lugar del otro) que todos llevamos dentro, la violencia desaparecerá y empezaremos un nuevo camino hacia un futuro mejor”.

La misma noche me dijo que estaba escribiendo un proyecto nuevo, una obra de teatro alternativo que llevó a la escena dos años más tarde en La sala Ensayo 100, “Mari… ¿me pasas el poppers?”. Ahí tengo el privilegio de actuar con Shangay. ¡Quién me lo iba a decir a mí aquella noche! Lo único que sí supe es que era el comienzo de una conversación interrumpida que entablaríamos en cada encuentro para hablar cada vez más unidos y más tiempo, un timón que nos llevó a una buena amistad y ahora mismo sé que todo lo hablado es un legado, en una ocasión hablando de la homosexualidad me corrigió, “Fran, no te equivoques, para asumir la homosexualidad hay que ser muy macho, pero muy hombre”. Y entre conversación y conversación reírnos de Eva Harrington era devoción.

Varias veces acompañé a la artista en su vida social, cuando presentó su libro “Machistófeles” ahí estuve entregando a los invitados un regalo detalle creo recordar que era una flor (tengo la instantaneidad absoluta de ese día, sólo se me olvidó fotografiar el regalo) Qué noche de luna nueva, esa noche conocí a mi amor platónico y tomé un copazo con él (no es gay).

Un día Shangay me avisó, hacía un casting para dirigir la obra de teatro que ya he mencionado “Mari… ¿me pasas el poppers?”. Cuando leí el guión me maravilló la oportunidad que tenía en mis manos de crear a varios personajes tan castigados con la culpa, el rechazo o el pecado que tanto hemos arrastrado culturalmente, tener la oportunidad de actuar para cambiar el mundo es para mí una gran responsabilidad pero la pasión es mayor, me hizo sentir la seguridad de asumir el reto y actuar con Ella. Creando el teatro de Shangay encontré que la verdad no es algo estático, no tiene morada fija, ni un fin, ni una meta. Si la verdad fuera un punto fijo ya no sería la verdad. El teatro de Shangay es un arte de crítica social y temática gay para dar visibilidad a la identidad sexual gay, una realidad que ya no cabe en los armarios y en cada función es la hora de exigir los mismos derechos en ocupar iguales toda la casa, nuestro lugar en la sociedad, plantando cara al círculo conservador, jugando con muñecas nuevas y enterrando los residuos o desenterrando las raíces de la peligrosidad social. El teatro de Shangay se suma al trabajo duro de todos los que conquistaron la ampliación del derecho al matrimonio y a la adopción de parejas homosexuales. La puesta en escena recibió el aplauso emocionado condenando la homofobia, un campo de concentración donde Shangay alzó la voz por todos los homosexuales mudos y silenciados que ya no pueden contar su historia. Shangay empieza la función con un monólogo que dice así:

“La nación gay es única”. Al igual que la judía, la gitana, la kurda o la tibetana es una nación en constante exilio. Pero, al contrario que estas, lo que define a nuestra nación no son sus creencias espirituales o ideológicas, los intrincados rituales que hayan surgido a partir de estas, ni una extraña pureza de raza o ADN. No, a la nación gay se la define por… ¡el sexo! Esto marcaría hasta la vida emocional de un robot. Nosotros –por mucho que yo haya conocido a maricas verdaderamente sosos- no somos robots. Muy al contrario, si de algo hemos pecado ha sido de ser demasiado humanos.”

Ahora que releo el monologo tengo que añadir un dato nuevo “La nación gay está de luto por Miss Shangay Lily”. Sí, seguimos de luto pero mirando a los hombres con dignidad. Shangay tu teatro nos valió para llorar con la cabeza alta y condenar sin miedo la doble moral. Recuerdo a un conocido periodista que ya falleció, que después de ver la función entró el primero en el camerino y le dijo llorando a La Diva, “me veo en todos los espejos de tu obra.” La noche del estreno me acompañó mi familia al completo y conocí a un gran amigo el pintor William Rand.

El brillo de la estrella de Shangay era su sentido del humor, tengo muchas anécdotas pero se me ocurre contar aquí un ensayo en el Teatro San Juan Evangelista (el mismo escenario del último concierto de Camarón de la Isla) creando el personaje de Jacobo un hetero que se tira a un tío en el baño del corte inglés, Shangay me pide que lo haga con más asco pero yo no era capaz de respirar todo el asco que ella quería, después de varios métodos que no me funcionaron, se fue al baño y trajo la escobilla del váter, me la puso a un milímetro de la cara y me hizo trabajar así todo el ensayo, ya se pueden imaginar lo bien que lo hice, así era La Diva de original. Llegado a este punto de nostalgia quiero mandar un beso inmenso a mi amada Paloma Linares, gracias por tu corazón…

Estaba en Tenerife el día que Shangay me telefoneó para hablar sobre su enfermedad, curiosamente por esos días estábamos un poco distante, a mi madre le habían diagnosticado un año antes un cáncer con pocas esperanzas pero afortunadamente se ha curado milagrosamente y en ese tiempo me desconecté del mundo, sin responder llamadas ni mensajes para no explicar nada y una de las llamadas sin responder era de Shangay, motivo por el que estaba muy enfadada conmigo pero cuando le expliqué todo lo que me había pasado me entendió. Shangay y mi madre hablaron al día siguiente largo y tendido, existía entre ambas una profunda admiración, recuerdo que Shangay le regaló a mi madre unas flores que le habían regalado a Ella en el mismo momento que se conocieron y esos detalles son eternos.

Shangay se encontraba con más fuerzas y con más ganas que nunca de seguir en primera línea amando y creando y con toda la vida puesta en su libro póstumo “Adiós, Chueca”, libro que tengo ahora mismo en mis manos con las fuerzas que necesito para leerlo, donde narra desde los orígenes del barrio de chueca a la marca gay que denuncia sin piedad en el capítulo “Orgullo gay o marca gay”:

“Y es que necesitábamos tanto pertenecer, formar parte de algo que no fuese el odio de la sociedad, el desprecio, la mortal homofobia que habíamos tenido que llevar desde niños como etiqueta identificadora. Era tan dulce esa pertenencia, esa identidad, ese sentimiento de comunidad, que habríamos levantado un barrio gay hasta en el Pozo del Tío Raimundo”

Estaba convencido que acompañaría a Shangay en la presentación del libro y que superaría la enfermedad, pero se me olvidó que la vida… cuando quiere te deja y cuando quiere te lleva.

Ahora mismo no necesito mirar alto para ver el cielo, sólo tengo que dar las gracias por todas las personas que se han cruzado en mi vida con la velocidad de una estrella fugaz y me han dejado lo mejor de la suya y se han llevado lo mejor de la mía, y MI AMADA MISS SHANGAY LILY ES UNA DE ELLAS, UNIVERSAL.

Shangay va por ti; madre: (yo) “La culpa es mía. Nunca debí dejarle jugar con aquella muñeca”.

1 COMENTARIO

  1. Cuando uno, definitivamente, no consigue acceder a un determinado estatus, y entonces su resentimiento lo encauza a dedicar su vida a criticarlo públicamente (sin que ello suponga que no tenga razón en cuanto expone, lo cual convierte todo en algo más grotesco y cínico todavía). No hay más.

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