Sucedió el trece de noviembre de 2016, cuando Max Verstappen, que aún no había cumplido los veinte años y a lomos de un Jaguar, disfrazado con la marca de RedBull, realizó la carrera más fascinante que yo haya visto jamás.

Era en Brasil y llovía.

Era en Brasil y Felipe Massa había tenido que abandonar y el circuito de Interlagos parecía tener sólo ojos para él, para el héroe local, hasta el punto de que los espectadores comenzaban a olvidar la carrera.

La carrera había empezado muy tarde, con mucho retraso. Torpe y aburridamente, todas las máquinas feroces pastoreadas por un coche de seguridad.

Se paró la carrera. Volvió a empezar.

Se paró. Volvió a empezar… hasta que a la tercera: duró hasta el final.

The Amazing Max Verstappen (capaz de quitarle el adjetivo en el sueño colectivo al mismísimo Spiderman).

Estaba más allá de su coche, mas allá de las circunstancias. Como si fuera un ser de otro planeta, alguien con poderes.

Iba segundo y paró por quinta vez a cambiar neumáticos. Volvió a salir a la pista en la decimocuarta posición. Era la vuelta 55 de 74. Imposible que…

Imposible que hiciera lo que hizo. Como si fuese una película. Una artimaña de los efectos especiales. Adelantaba a campeones del mundo y pilotos expertos como si fueran aficionados con coches de calle.

Es difícil ganar el aplauso unánime. Siempre hay alguien a quien se cae mal, capaz de criticar hasta un milagro si lo ha hecho un enemigo.

En Brasil Max se ganó la unanimidad. Remontó once posiciones. En menos de veinte vueltas. Y subió al podium. Volando. Bailando. Conduciendo como si fuera el único piloto que ha existido jamás.

La victoria de Hamilton no era nada, y menos que nada el segundo puesto de Nico Rosberg que le permitía mantener la hegemonía por el campeonato mundial.

Nada era nada. Excepto Max.

Verstappen bailaba sobre sus neumáticos. Hacía ska. Como si no hubiese nada ni nadie más sobre la pista del circuito de Interlagos.

Y eso era exactamente lo que sucedía. Que no había nadie más. Sólo estaba él. Max Verstappen. Corriendo contra sí mismo. Probando hasta donde era capaz de llegar.

Sucedió el trece de noviembre de 2016. El día que hizo historia el «amazing» mister Max.

 

Otro burbon, por favor.

2 COMENTARIOS

  1. Vi la carrera en compañía de la chica de las piernas largas, la rubia de las piernas largas, que es una auténtica fan de Nico Rosberg. Pero hasta ella quedó deslumbrada por la exhibición de magia en el arte de pilotar que hizo Max Verstappen. Si los dioses no le soplan en contra llegará a ser campeón mundial. Tigre tigre

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