José Vega de los Reyes. Trabajador Social en la Federación de Asociaciones de Mujeres Gitanas. FAKALI. Comunicador y activista pro Derechos Humanos.

A diferencia de la connotación negativa que supone la palabra, que intenta discriminar y seguir distanciando a un colectivo por su orientación sexual, no supone en mi microsistema tal insinuación. Dicho de otro modo, mi niñez y adolescencia se han desarrollado bajo unos parámetros y una serie de códigos en los que la palabra “maricón” se ha utilizado o se utiliza para aquella persona que ha hecho un daño irreparable; como si de una traición o una amenaza se tratase. Recuerdo el caso –hace unos años- que se vivió en mi barrio, situado en una zona de clase obrera de la Sevilla de los ochenta en la que un chico, “el chuli” lo llamaban, prendió fuego su casa en un arrebato de cólera contra su madre. Tras ese día, las vecinas del barrio no paraban de mirar aquel bloque de pisos, con aquel primero casi calcinado por los arrebatos del chico. Incluso en el barrio, los niños que lo conocíamos le increpamos por lo que hizo hasta que uno le dijo aquello de: “Tú eres un maricón, esas cosas no se hacen”.

A medida que han ido pasando los años, he ido adquiriendo otras palabras quizás más elaboradas para tratar de alejarme de ésta, que se asocia al colectivo de gais, lesbianas, transexuales y bisexuales, no por ser yo políticamente correcto, sino que debido a este ser repleto de recuerdos, vivencias y aprendizajes al que llamamos persona cree que los maricones no son los que gozan de una orientación sexual “alejada de la normalidad” impuesta y dispuesta, sino que los maricones son finalmente los colectivos de personas perversas que, como “el chuli” son capaces de ejercer un daño atroz a alguien o a algo.

Podríamos si quisiéramos hacer una larga lista que llenara calles enteras con aquellas personas que son realmente “maricones” o cobardes o traicioneros con los principios de la moralidad y la ética, como aquellos que ataviados con sus trajes de firma deciden bombardear poblaciones enteras por puñados de euros, dólares o libras. Sí, libras, sobre todo ahora que hablamos del Reino Unido, víctima también de una vorágine propagandística euroescéptica y racista que ha llevado al territorio a un caos hasta ahora poco visto. Traicioneros o maricones aquellos que ponen sus manos sobre una mujer para ejercer su hombría repleta de testosterona sobre la piel de quien una vez dijo que amaba y maricones aquellos que se llevan nuestro dinero y nuestro esfuerzo a unos paraísos fiscales y que después de demostrarles lo que son, van a la cárcel pero no devuelven lo robado. Después de todo, el maricón no es una mujer en piel de hombre, no. El maricón es un nivel de sinvergonzonería, que eleva las soflamas simplistas y xenófobas a los cuatro vientos esperando ser aplaudido, ganando adeptos por cierto, fomentando el odio y el desprecio. ¿Maricones? Son maricones los  que no entienden que no se puede opinar sobre la identidad sexual de otra persona, como los representantes del Partido PoPular y VOX de Sevilla, quienes han catalogado de “obscena” la representación fotográfica que ahora mismo puedes ver en la Avenida de la Constitución, a favor del Orgullo Gay. Mariconear es marujear, cotorrear, correr con el cotilleo para llenar de pájaros las mentes de las personas para ganar votos, que estamos o estábamos en campaña.

¿Por qué va a ser maricón quien deposita sus labios sobre los labios de otra persona?, ¿vas a ponerlo tú en tela de juicio por haber creado un hetero-sistema? No. Para maricón tú, que traicionas la Constitución y luego llevas banderas patriotas. Maricón tú y “el chuli”, que no paró de quemar su casa.

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