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El Mago y el homenaje a Manuel Marín

Javier Puebla
Javier Pueblahttp://www.javierpuebla.com
Cineasta, escritor, columnista y viajero. Galardonado con diversos premios, tanto en prosa como en poesía. Es el primer escritor en la historia de la literatura en haber escrito un cuento al día durante un año, El año del cazador, 365 relatos que encierran una novela dentro.
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análisis

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Se equivoca Ana Pastor cuando, desde el escenario del magnífico salón de actos que la UNED tiene en la ciudad universitaria, afirma que los homenajes a las personas hay que hacerlos en vida, no hay que esperar a que se mueran.

Estoy sentado entre el público, exquisito, superselecto, que llena el patio de butacas del anfiteatro de la Facultad de Humanidades –humanidades- en la calle de la Senda del Rey, flanqueado por Miguel Ángel Aguilar, izquierda y Fermín Bocos, a la derecha, y un poco más a la derecha: Julia Navarro. Hay muchos más periodistas, decenas y decenas, todos conocidísimos, influyentes y consagrados, cada uno sentado en la butaca donde previamente se había colocado un cartel con los respectivos nombres para que no hubiese equivocaciones. Me gusta ver mi nombre entre los de tantas estrellas.

En las filas delante de las nuestras aún más estrellas: la familia del homenajeado, sus amigos, y un firmamento de ministros y ex ministros y secretarios de estado; entre ellos, haciendo el papel de estrella fugaz: Josep Borrell, que llega cuando ya están sentados todos los actores protagonistas de la obra y las cámaras y los focos se abalanzan sobre él. Y digo fugaz, estrella fugaz, porque Borrell se va en cuanto termina de hablar González; algún asunto urgente de nuestra política exterior, es de suponer.

González, Felipe, el ex presidente es el mayor peso pesado que soporta la tarima del escenario, junto a él, haciendo de maestra de ceremonias, la impecable Nativel Preciado (su segundo apellido también es González, pero supongo que se trata de una simple coincidencia), y a continuación -de izquierda a derecha- el rector magnífico de la UNED, Alejandro Tiana, y a su lado la presidenta del congreso de los diputados: Ana Pastor; el siguiente es el presidente de Iberdrola: José Ignacio Sánchez Galán, y el último, el que ocupa el asiento más a la derecha del escenario (visto desde la perspectiva del público) es Abel Matutes.

Empieza la obra, tan perfecta como si estuviésemos ante una pieza de Chejov dirigida por Stanislavski, y poco a poco, cada vez con mayor intensidad, se empieza a sentir la presencia de Manuel Marín, el hombre que inventó “los Erasmus”, el tipo que se lo tomaba todo en serio, que confiaba en el respeto de las formas como clave para evitar enturbiar el fondo de los asuntos. Y cuando acaba el acto, en la cerrada y larga ovación, Manuel Marín está allí, por completo, entre nosotros y ante nosotros, más vivo que jamás lo estuvo cuando aún no se había ido.

Y por eso se equivoca, se equivocaba, Ana Pastor cuando en su turno sobre el escenario afirmó que los homenajes deberían hacerse en vida. No. En vida se hacen otras cosas. Cuando nos hemos muerto es cuando se nos debe homenajear, para que durante un momento, un rato, unos minutos, unas horas, días quizá, podamos volver, y quienes nos querían y nos apreciaban nos sientan a su lado -fuertes y temporalmente inmortales- otra vez. Y así fue como sucedió en el magnífico anfiteatro de la biblioteca de la UNED: Manuel Marín, servidor público (me encanta lo de servidor público) estaba allí: se le podía sentir.

Pero en verdad en verdad le digo, le susurro al oído, a cualquier persona que pueda estar leyendo estas palabras, que esa magia no se hubiera conseguido si detrás de cada cartel pegado en las butacas, de cada invitación y cada movimiento que se hacía, no hubiese estado una persona excepcional, alguien a quien yo llamo -ya desde hace años- El Mago, y cuyo nombre legal, aunque otras veces sí lo he dicho, no voy a desvelar. Porque el protagonismo, todo el protagonismo -era la voluntad de El Mago- es, ha sido y debe de ser en el día de hoy únicamente para Manuel, Manolo, Marín.

Un aplauso y una sonrisa, desde el corazón, para él.

 

 

(Mecanografía: M. D. Frutos)

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1 COMENTARIO

  1. La única que se sabe vestir en la foto, con personalidad y no un simple uniforme o intentando simplemente no llamar la atención en exceso, es Nativel Preciado. Un aplauso para ello y para ese Mago sin nombre también, amigo Javier.

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