Estamos más que hartas de minutos de silencio en los cementerios.

De niñas y niños asesinados o heridos para siempre en su candorosa alma.

De violadores y pederastas, todos ellos irrecuperables, cuyas innecesarias vidas sólo sirven para arrojar cadáveres físicos y emocionales por donde pasan.

Del amor-fusión romántico que idealiza, en su teatralidad, las más nefastas dependencias.

Hartas de los gobiernos que, en posesión de las herramientas necesarias, no legislan contundentemente contra los abusos y asesinatos machistas en serie, lo que sin duda les hace cómplices.

Estamos indignadas todos los días con la machacona publicidad, apoyada por los medios, que pretende «hechizarnos» para hacernos creer que somos «media naranja» o, lo que es lo mismo, patéticas minusvàlidas emocionales.

Muy cansadas ya de falsas creencias màgicas y mitos contra el poder personal de las mujeres.

«Sin ti mi vida no tiene sentido», «sin ti no soy nada», frases e himnos al desvalimiento, como si fuésemos bebés perdidos en un bosque, en vez de adultos responsables de lo que sentimos, pensamos y de sus consecuencias.

Grandes engaños que provocan confusión entre la anulación personal y el amor.

Engaños que, por otra parte, ocultan alevosamente la sencilla lógica de la verdad y el sentido común.

Qué mejor manera de control y alienación que el mandato patriarcal de una heterosexualidad obligatoria y normativa, para justificar todas las agresiones y represiones hacia lo diferente.

Cuando lo diferente es, por definición, la cabecera de los avances.

Sin embargo, el gregarismo como control político, nos convierte en seres de granja.

Nos enseñan a no pensar, a no ser críticos, lo que nos hace fáciles presas de la más estúpida manipulación fáctica .

Machismo es poder fatuo, profunda inseguridad mal resuelta.

Aquellos roles, aprendidos en la infancia, exagerados y artificiales, son las creencias, emociones y conductas del presente.

Falsas e interesadas creencias en las que «ser mujer», significa mostrarse floja e insegura, tanto mental como físicamente.

Se nos niega el pensamiento y la racionalidad, parece que debiéramos ser leves mariposas revoloteando graciosa y caprichosamente entre las flores.

Eso sí, siempre solícitas frente al sacrificio y el sufrimiento.

No queremos ser como los hombres, nada envidiables en su gran mayorìa, pero sí reivindicamos la igualdad de derechos en todos los ámbitos; ya que, como es bien sabido, pagamos los mismos impuestos.

Para concluir, dadas las características de los asesinatos machistas, es decir, por su aleatoriedad, indiscriminación y el terror en el que sobreviven sus víctimas; es posible  afirmar que este estado de cosas se define como «terrorismo machista».

Y como cualquier otra clase de terrorismo, así debe ser tratado por los gobiernos de los países que lo padezcan.

O sea, todos.

 

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