Hay grandes periodistas que cuando escriben taladran conciencias y estómagos. Son aquellos que no se conforman con contar solo lo que sucede o se dejan embaucar por el corta y pega de una nota de prensa. Son profesionales convencidos de la función social del periodismo, del hacerse y hacer preguntas incómodas a quienes sin más pretenden marcar agenda. Ana Isabel Bernal (@anaisbernal) pertenece a ese selecto club de quienes a través de un teclado y de su trabajo en medios digitales (@publico_es @eldiario_es o @1000historias_ ) se meten en el fango y se pringan “porque la equidistancia no lleva a nada”. Así es esta licenciada y doctora en Periodismo por la Universidad de Málaga, consultora docente UOC e investigadora UMA-UAB, máster en Historia del Arte, poeta (Todo va directo al corazón), diseñadora a la que le gusta “dar voz a la gente que no tiene voz” y quien cuando ya no esté por aquí quiere ser recordada con un único titular: “fui buena persona. Parece que no es mucho hoy día, pero para mí es bastante”, dice.

 


 

¿El Periodismo es un acto de activismo?

Yo, más que activismo, siempre digo que hay que militar en el periodismo. Nos corresponde militar en nuestra profesión y tener claro que debes responder ante la sociedad. Y es duro, no es nada fácil porque además tenemos una profesión donde nos pagan muy poco, donde hay corresponsales de guerra a los que pagan 40 euros por crónica y estamos en una precariedad constante. Mantener los principios en esta profesión es una lucha continua y un campo de contradicciones, porque el poder no para de lanzarte «recompensas» y hay que tener muy claro qué pretendes con esta profesión para no sucumbir ante ellas. Y parte del problema es cuando el periodista no asume que es un trabajador más y punto. Con sus peculiaridades, que son muchas, pero sin creer que esta profesión es tener carta blanca en privilegios. Y es cierto que si asumes esa conciencia es complicado sobrevivir. Yo supe siempre que si cerraba la tele donde trabajaba, yo sería de las primeras en ser despedida por mis peticiones y quejas por compañeros que cobrábamos 400 euros y varias cosas más. Y así fue. Tenía mi tesis doctoral, de la que se reían, mis cuatro años allí y fui de las seleccionadas para despedirme.

A esto, añade otro punto. Nuestra responsabilidad sobre el lenguaje. Hay que decir las cosas por su nombre, porque a veces al desahuciado o al que se suicida se le ha mostrado como responsable de todos esos actos, sin reflejar bien la desesperación en la que se vive. Y me gustaría aquí hacer un añadido sobre las coberturas de violencia de género. Hay muchos errores en esos textos, en los titulares. Las mujeres no se mueren porque sí, las asesinan, las matan. El maltratador, por mucho que digan los vecinos que era una excelente persona, no es un loco, sabe lo que hace. Si hay una discusión entre la pareja no se puede usar como atenuante en un titular, porque eso es desconocer el propio proceso del maltrato. Hace falta una formación social a los periodistas sobre estos temas, porque se transmite una idea equivocada y así la prensa no puede originar una transformación social.

 

¿Hay exceso de información o de información sesgada?

Las dos cosas, pero hay que hacer un matiz. Se publica más de lo que se lee y de lo que se precisa, pero me refiero sobre todo a cosas banales. Lo que realmente debe publicarse, debe conocerse para que la sociedad sepa la verdad y tenga un criterio no manipulado… eso sale en pocos medios o bien en unos breves, sin abrir titulares. Y eso no es fruto de la casualidad. Es intencional. Eso deriva en que la gente esté pérdida en la época de mayor abundancia de  información, por paradójico que resulte. Esto explica, por ejemplo, que repitamos en el gobierno con corruptos. ¿Por qué? Porque la información es poder y la infoxicación consigue eso: desorientar. La vida y el funcionamiento del sistema se estructura en unos pilares sencillos y básicos, pero si todo eso se manipula, se inunda de retórica y se resta la capacidad crítica de los ciudadanos, se pierde el control de la realidad.  Aparece el miedo y así pervive lo que conocemos como nuestra realidad. La objetividad no existe. Hay que tomar partido y eso exige siempre una implicación. Pero implicarse ya lleva sus consecuencias negativas. Que te etiqueten, que te señalen… Y esto en las redes sociales se realiza con una impunidad enorme. Todo esto tiene muchas consecuencias sobre la ética o no de nuestra profesión.

 

¿Qué el 40% de los españoles no lea es cuestión de incultura?

No me gusta asociar esto a incultura, porque se vincula a un clasismo con el que no me siento cómoda. He conocido gente que tenía dificultades para leer pero que conocía del mundo más que cualquiera de nosotros. Otro punto de inflexión es el qué. ¿Hablamos de cultura con libros como 50 sombras de Grey? Porque hay cultura y cultura del espectáculo en los libros. Si sirve para leer, crear un hábito y mejorar la ortografía, a estas alturas, casi me conformo. Pero yo eso no lo considero cultura. Mi visión de la cultura es humanista, en la medida en que permite desarrollarse mejor como persona.

Y sobre quienes no leen… Me pueden decir que quien no pueda económicamente puede recurrir a las bibliotecas públicas. Sí. Pero es que todo eso hay que analizarlo dentro de un entorno social y de una estructura personal. Luego se une un sistema educativo y cultural que no ha sabido fomentar el hábito de lectura. A la vez, la precariedad constante de nuestras vidas no favorece en absoluto el consumo de cultura, y ya no sólo en el aspecto económico, sino por pura motivación. Y nos guste o no, a mayor precariedad tenemos medios de evasión como la tele o la red, a golpe de un click, como. Todo esto deriva en más cambios de rutinas. Cada vez queremos más pantallazos, más mensajes breves… La lectura requiere de una práctica de concentración y atención en el tiempo. Se están uniendo muchas variables en el camino que modifican esta pauta.

 

¿Eres pesimista o tienes cierta esperanza en el ser humano y en su evolución?

Últimamente hay una tendencia a difundir informaciones que se encuadran en lo que yo denomino «filosofía happy». Esa necesidad de justificar la pobreza o la desigualdad porque no genera infelicidad o que otros están peor que tú, es una estrategia para inmovilizar a la gente, para resignarse. Es un mensaje vacío. Eso no indica que seamos unos depresivos, amargados y que nos cortemos la vena cada día. No. La mayoría somos felices con nuestro trabajo, familia, amigos y poco más. Lo que ocurre es que cuando lo básico se merma, surge este tipo de filosofía de optimismo casi obligatorio, que consiste en dejar de ver el drama o la destrucción.

Ahora mismo, quien me escucha o lee, dirá que soy pesimista, pero creo que soy bastante realista. No olvido a las buenas personas, voluntariosas, activistas… que dan esperanza y consiguen cambios. Pero siempre hay un tope, el que marca el poder. Hay colectivos que defienden la vida pero…a esos colectivos no los he visto haciendo manifestaciones o denuncias cuando han desaparecido niños en las fronteras. ¿Esos no eran vidas o es que como son «de fuera» no debemos tenerles en cuenta? Esa doble moral es absolutamente repugnante. Y como te decía hay un tope porque hay un sistema que está en agonía pero que se mantiene succionando a la sociedad y a nuestro propio medio ambiente, que parece que la gente piensa que es infinito. Es un sistema que siempre se mantiene agarrado con uñas y dientes.

En el sistema capitalista sabemos que, en su fase terminal, es: o me muero o te mueres. Y si esa muerte pasa por despojarte de todo, como recursos económicos, laborales, medioambientales, derechos… No tiene reparos. Y lo va a hacer con impunidad y sin importar las consecuencias. Mientras sigamos eligiendo estos gobernantes, estemos con las mismas instituciones que protegen al poderoso y no al débil, mientras no se vaya el miedo dentro de cada uno de nosotros y mientras no haya claridad en la alternativa y un cambio de discurso real y profundo, no puedo ser optimista en el porvenir.

Todo va directo al corazón (autora portada Marta Juanola).

 

¿Si hubiera más personas como Federico García Lorca el mundo sería un lugar mejor?

El mundo sería mejor  no sólo con más Federicos, sino con todos los que quedaron callados en las fosas. Los que estaban cargados de ideas revolucionarias y evolucionadas, con las que alimentaban el alma y construían un mundo mejor. ¿Si todas personas, las buenas, hubiesen sobrevivido, te imaginas qué explosión de humanidad existiría? Se hubiesen asegurado otros valores, lejos de los actuales, y creo confiar en que sería un mundo mejor.  Y ahora suma todos aquellos muertos inocentes de hoy día, todas las mujeres asesinadas por sus parejas, los inmigrantes muertos en los desiertos o bajo el mar, los suicidados por estar desamparados o asfixiados económicamente… Si todos y todas se hubiesen salvado, este mundo sería mejor, lejos de un cementerio de personas anónimas que parecen no haber contado nada.

 

¿Qué define a una mujer valiente?

Creo que las mujeres son valientes desde que nacen porque ya saben que van a partir en posición de desventaja. Solo tienes que pensar en las mujeres que huyen de la guerra que incluso han sido violadas, como mercancía, con sus hijos o sin ellos, con la responsabilidad de ser el núcleo central de la familia… Cruzan el mar o caminan kilómetros incluso embarazadas. La mujer jamás se achica ante nada, salvo ante el maltratador, porque él sí sabe cómo jugar sus cartas. Y aquí me gustaría hacer un inciso porque su desorientación llega a ser tan fuerte y su autoestima tan pisoteada, que siente que no vale nada. Y no, la mujer que es maltratada ha sido una mujer valiente, que ha amado por encima de sí misma, a pesar de todas las consecuencias. Por amar de corazón nunca hay que culparse y, mucho menos, hacerla sentir culpable.

Tenemos una tendencia a justificar al maltratador y a responsabilizar siempre a la víctima, lo que genera una impunidad social que no ayuda para nada en la lucha contra la violencia machista. Entiendo que llevamos encima siglos de patriarcado, pero debemos esforzarnos por no confundir el mensaje.  Y ellos saben del poder de la mujer, de esa fortaleza interior que va más allá de la fuerza física y que, por eso, algunos no pueden llegar a comprender. No por gritar más, por humillar o por pegar eres el más valiente, ni más inteligente ni más hombre. A veces sospecho que, a lo largo de la historia, los hombres tomaron las riendas tan pronto en la sociedad y en los estamentos de poder porque veían que las mujeres serían más fuertes en todo.

 

¿Y a un hombre cobarde?

A un cobarde lo definen sus mentiras, sus ocultaciones, sus insultos, su silencio, el no dar la cara sobre su realidad, el que viene para aprovecharse por un interés personal y lo hace a sabiendas de que la mujer está en un momento débil, el que insulta, el que grita, el que te cosifica, el que viola… No tienen otros argumentos, porque eso sería enfrentarse a una realidad que no quieren asumir, que es la suya propia, que no se atreven a cambiar. Y ese es otro de su punto de cobardía. El paradigma de hombre cobarde es, sin duda, el machista y el maltratador, aunque ellos se crean superiores a ella. En mi último poemario, añadí unos versos que responden a tu pregunta y que dicen:

«Un día despertó.

Y ya no tenía miedo.

La valiente vencía al cobarde.

La maltratada vencía al maltratador»

 

¿Corren malos tiempos para tener el poder sobre nosotras mismas?

Malísimos. Y el sistema lo sabe, por eso se fomenta. Da miedo el feminismo, da miedo que la mujer avance en la sociedad. Ese es un miedo que no se quita. El sistema sabe que cuanta más desigualdad, peor. La crisis trae menos dinero y peores condiciones de vida. Lo que lleva a aumentar la dependencia. Y si la dependencia económica se une a la emocional ya tenemos la mezcla perfecta para llegar a la violencia con una pareja machista. Todas las desigualdades y dificultades que nos vienen encima generan menos capacidad de reivindicar, porque te resignas a las condiciones, o te resignas a dedicarte al hogar y  a los cuidados. El sistema sabe que todo esto va en contra del desarrollo autónomo de la mujer, porque tienes menos poder sobre ti. ¿Alguien piensa, por ejemplo, en las consecuencias de la desigualdad económica a largo plazo? Las mujeres seran jubiladas con peores pensiones porque cobran  menos y sus trabajos suelen ser los más precarios y temporales.

Estamos indefensas incluso en las redes sociales, donde no sólo hay acoso machista sino el uso de estos espacios como puesta en escena. Está de moda hacer creer que eres feminista aunque no lo seas. Solo nos tenemos a nosotras. En crear redes de colaboración y ayuda, pero sincera. No me vale de nada el feminismo de escaparate, si reclamas sororidad y luego no lo cumples de forma intencional. Porque eso fortalece al patriarcado y, lo peor, dejas indefensa a la perjudicada y desorientada.  La deslealtad entre nosotras, por inesperada, duele más. Pero cada una sabe lo que hace, el por qué. Lo bueno es siempre dormir tranquila. Me refiero a dormir tranquila sabiendo que se hace el bien. A la vista está que hay gente que duerme tranquila aunque hagan atrocidades, pero me gusta pensar que son la minoría.

 

¿Cuánto daño ha hecho a la mujer la idea del amor romántico?

Letal. La dependencia o la sumisión vienen de ahí. La omnipotencia del amor es falsa. También la idea de la media naranja, la pasión eterna, los celos, el sufrir por amor… Esto es la teoría porque la práctica es diferente. Durante siglos nos han educado con esas ideas. Somos feministas pero educadas desde la cuna en una sociedad patriarcal. Y eso es inevitable. Frases, ideas, actitudes, miradas, silencios, reflexiones, comportamientos, la educación, la cultura… Nuestras 24 horas del día, desde pequeñas, hemos estado asumiendo todos esos valores. Y ahora hay también un resurgir de ese amor en las redes sociales que es puro envoltorio.

El amor no es eso que nos venden bajo la etiqueta de «romántico». Es hablar. Es respetarse. Rectificar. Asumir… Pero eso exige mucho esfuerzo para algunos porque implicar apostar por una relación y no jugar sucio. Es mucho más fácil regalar una rosa, o una caja de bombones, o una estrella o dedicar una canción. Y nos hemos tragado el cuento. No existen los príncipes azules. Por eso también es el amor que más interesa vender. Tiene su parte de negocio. San Valentín es el paradigma del amor romántico y no es otra cosa que el día de los centros comerciales. ¿De qué me sirve una rosa en San Valentín si es resto del año me clavas las espinas? Pero insisto. Es normal. Hemos vivido y criado en esa sociedad patriarcal. Lo importante es llevar todo esto a la práctica, aunque cueste. Y si se cae en el error, darse cuenta lo antes posible. Pero tampoco flagelarnos por enamorarnos y sentirnos engañadas, que en eso también fallamos. ¿Culparse de qué? ¿De amar? El problema es de quien no amó.

 

¿Tu libertad tiene forma de dibujo?

De dibujo, de letra… No sé hasta qué punto soy libre pero sí es cierto que, a veces, hay situaciones donde solo escribir o dibujar ha sido una terapia. Ese ejercicio te lleva a expulsar todo lo que no quieres decir o a reflejar lo que te angustia, porque yo he sido mucho de callar. Y te salva. Prometo que te salva de muchas cosas. Ayuda a ver todo desde otra perspectiva. Ahora, que he tenido experiencias negativas en las redes sociales y ya les dedico menos tiempo, escribir se ha convertido de nuevo en esa forma de terapia, de echar fuera todo lo no dicho, todo lo tragado, de patalear frente a quien ya no puedes, de dar golpes en la mesa con las palabras, de reafirmarse ante determinadas posiciones, de gestionar la impotencia… En esa medida, crear, ya sea bueno o malo, libera. Muchos que van haciendo daño de forma gratuita e intencionada en la vida real o virtual podrían dedicarse a otras actividades más creativas, y canalizar ahí todas sus frustraciones, como todos tenemos. Pero, al menos, no se dañaría a la gente.

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Es periodista feminista, autora de Hombres por la Igualdad (Ed LoQueNoExiste), editora, organizadora de eventos feministas y responsable de Comunicación y RR.PP. de Juan Merodio. Además es Máster en Producción Radiofónica (RNE), Biblioteconomía y Documentación (Universidad Complutense) así como Mujer y Liderazgo (Escuela Aliter). Fue becaria “Erasmus” y “Leonardo” en Roma. En la actualidad colabora con Diario 16, Público, El Español, 20 minutos y AgoraNews, entre otros medios. También es formadora en periodismo con perspectiva de género y ha sido galardonada con el “Premio de Diario 16” por la labor profesional y personal en la defensa de la igualdad (2018), el de “Embajadora de honor de yocambioelmundo.org” (2018) y el de “Candidata a las Top 100 Mujeres Líderes en España” (2018) en la especialidad de medios de comunicación.

2 COMENTARIOS

  1. Pues para mi un periodista de verdad es el que cuenta lo que sucede, con objetividad e imparcialidad. Todo lo demás son «formadores de opinión» o «troles» a sueldo (o no) del partido político de turno. Y llamar periodista a eso lo considero un insulto para los demás.

    • Discrepo de ddreff. Un periodista lo que tiene que ser es independiente. ¿Se puede ser objetivo ante el terrorismo, la injusticia, la violencia de género, la violación de derechos humanos, …? Además, desde el momento en el que eliges que vas a hablar de un tema y no otro ya estás dejando de ser imparcial.

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