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Los mitos de la Transición

Fernando Ayala
Fernando Ayala
Doctor en Historia y miembro de la CEP del PSOE de la provincia de Cáceres. Responsable del Área de Memoria Democrática de la Ejecutiva Regional del PSOE de Extremadura.
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análisis

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Recientemente una diputada del PP en la Asamblea de Extremadura manifestaba, sin ningún tipo de rubor, que la izquierda española despreciaba la Transición.

Sería recomendable que leyera un poco más. Que hablara con los protagonistas que aún están vivos. Que no tratara de generalizar y entendiera que existen los matices, como hemos señalado en más de una ocasión.

Cierto es, que en torno a la Transición se ha elaborado un aura de leyenda que ha tratado de desacreditarse por un extremo o de ensalzarse, en algunos casos, por otros.

Sophie Baby, en su libro “El mito de la transición pacífica: violencia y política en España (1975-1982)” reflexiona en el sentido de que ante el debate de ruptura o reforma, lo que se produjo fue un híbrido, fruto de un gran consenso.

Nos encontramos con situaciones en las que no hay que minusvalorar la importancia o influencia de las movilizaciones colectivas: de abajo a arriba, la cultura de la negociación y los pactos.

Por otra parte, un tema muy recurrente ha sido la violencia política en la Historia del siglo XX en Europa. Y España no es una excepción. Por eso, la violencia que se produce fundamentalmente en las décadas de los 70 y 80 nos desvían del mito de transición pacífica, sin derramamiento de sangre, que algunos historiadores han querido plasmar, apuntando, si acaso, a momentos puntuales como el 23-F o el terrorismo vasco.

Se ha olvidado, en numerosas ocasiones, el papel de las víctimas y su Memoria en aras de no empañar un modelo que ha servido para países que dejaban regímenes autoritarios

El caso real es que nos encontrábamos en el momento fundacional de la actual democracia ( hace unos días nos lo recordaba el profesor Enrique Moradiellos). La sociedad española ha cambiado mucho durante estos últimos 40 años y si antes no se podía hablar, comentar o criticar alguno de estos temas, ahora podemos encontrarnos, en otro extremo, también injusto, de echar por tierra todo lo que se avanzó en unos momentos especialmente convulsos.

En nuestro imaginario colectivo debe quedar el esfuerzo del gradualismo que ha supuesto pasar de una Dictadura a una Democracia en un espacio de tiempo en el que era fácil que convivieran elementos distorsionadores.

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