Muchos le consideran a día de hoy el mejor entrenador del mundo, y puede que lleven razón, ya que como poco es incuestionable verle entre ese ramillete de técnicos top a nivel mundial. Hablamos de Don Diego Pablo Simeone, entrenador del Atlético de Madrid y argentino de cuna, heredero tanto del brazalete de capitán como del dorsal 10 de Diego Armando Maradona en la Albiceleste, y eso en el mundo del fútbol no es moco de pavo. No obstante, ya venía de pequeñito en las inferiores liderando una de las generaciones más prolíficas de futbolistas argentinos, no fue sorpresa en aquel entonces, sino más bien el relevo razonable.

Simeone comenzó en Vélez, donde debutó como profesional el 13 de Septiembre de 1987, contando con tan solo 17 años de edad. Allí destacaría por su entrega en defensa y su capacidad rematadora, además de vislumbrarse como un líder del centro del campo. Eso le condujo al fútbol europeo tres años después, fichando por el humilde Pisa italiano, donde permanecería dos temporadas empapándose del Calcio y su famoso ‘catenaccio’. Revelándose como uno de los jugadores de mayor proyección en su puesto de volante central, “el Cholo” estaría a punto de dejar atrás Italia para llegar al fútbol español, donde se consagraría.

 

Antecedentes:

A principio de los años 90, la Argentina futbolística estaba dividida, enfrentados dos estilos de juego completamente opuestos en la selección. Uno buscaba la excelencia a través del buen trato individual de la pelota y dominando la posesión, tratando de ser preciosista. Era la idea que llevaría a “el Flaco” César Luis Menotti a ser Campeón del Mundo en 1978. Y por otro lado, el que buscaba la superioridad física y técnica a través del esfuerzo colectivo, y practicando el juego duro. Era la idea de “el Narigón” Carlos Salvador Bilardo, y con ella conseguiría ser Campeón del Mundo en 1986. Básicamente, uno defendía el fútbol de ataque, y otro el defensivo, y tanto trascendió, que el asunto llegó a ser cuestionado a nivel mundial.

Tanto uno como otro consiguieron alzarse con la Copa del Mundo, dos generaciones separadas tan solo por 8 años, pero que nunca pudieron ser más distintas. La de Menotti fue una selección que tuvo en Mario Alberto Kempes a su mejor jugador, y que contaba con futbolistas de la talla de Bertoni, Ardiles, Fillol, Gallego y… Pasarella. Y la de Bilardo fue la de Maradona acompañado por Ruggeri, Goycoechea, Caniggia, Valdano y… Pasarella. Sí, hay que mencionar dos veces a Daniel Alberto Pasarella, ya que es el único argentino que consiguió dos mundiales, aunque en el del 86 no jugaría por problemas físicos. Dos años después, en 1988, Bilardo llama a Simeone, jugador de Vélez, para que defienda los colores de Argentina.

1596_bilardo

Carlos Salvador Bilardo:

El técnico bonaerense llegaría a la Selección Argentina en 1982, tras el fracaso estrepitoso de Menotti en el Mundial de España, donde cayó eliminado en la segunda ronda. Desde entonces, el juego de la Albiceleste cambió radicalmente, abriendo un cisma dogmático acerca de cómo debería entenderse el fútbol. Conseguiría concretar su propuesta en México 86, siendo Campeón del Mundo. A partir de entonces Argentina jugaría rápido y duro, y para ello necesitaba jugadores que aportaran mucho trabajo en la medular, y con el mayor talento posible. Así llegaría Simeone a ser convocado por primera vez el 14 de Julio de 1988, para no dejar de ir hasta 2002, catorce años seguidos llegando a participar en tres mundiales.

Cuando Bilardo dejó de ser seleccionador, fichó por el Sevilla, trayéndose consigo a Maradona y a Simeone, procedentes del Nápoles y del Pisa respectivamente. La temporada 92-93 fue la última en la que coincidirían los tres bonaerenses, tanto en clubes como con Argentina. En el vestuario del Ramón Sánchez-Pizjuán se fraguarían tanto el relevo del gran capitán en la Albiceleste, aún con problemas tras cumplir la sanción que le impuso la FIFA por consumo de drogas en 1991, como el futuro de Simeone en el fútbol español, aunque eso sería un poco más adelante, con “el Sabio de Hortaleza” como técnico sevillista. Hasta entonces, “el Cholo” se consagraría destacando como uno de los mejores centrocampistas de la Liga española.

Simeone aprendió mucho de Bilardo, pero lo que más le caló fue el carácter, la raza, el pundonor, la sangre, ganas y coraje que exigía el bonaerense a cada uno de sus jugadores, y “el Cholo”, siendo el que mejor encajaba en dicho perfil, alcanzaría el estatus de jugador ideal para Bilardo, lo que con el tiempo le ha valido la etiqueta de “heredero del bilardismo”. Hoy día se puede comprobar cómo Simeone insiste hasta la saciedad a sus pupilos en esa misma idea de trabajo, pidiendo esfuerzo, intensidad, concentración, sacrificio, entrega y voluntad para alcanzar el éxito. Así lo aprendió de su maestro, y así lo aplica a sus jugadores, no hay otro camino para alcanzar la victoria y la gloria que el duro trabajo diario para emplearlo después.

Luis Aragonés:

El argentino se cruzaría con el de Hortaleza cuando éste tomó el relevo de Bilardo a cargo del banquillo sevillista, al igual que jugadores como Unzué, Rafa Paz, Jiménez, Súker, Monchi… hoy día personalidades relevantes en el mundo del fútbol. Aquel Sevilla sí tenía un color especial, y lo heredó Don Luis Aragonés porque Bilardo y Maradona, perseguidos todavía por la FIFA, no pudieron aguantar más en el equipo español y tuvieron que marchar. El técnico madrileño trajo consigo a Gabi Moya y Miquel Soler, y apuntaló la plantilla con jóvenes como Prieto y Tevenet. Por supuesto, en el centro del campo contaba con Simeone como titular indiscutible, su forma de ver y entender el fútbol se alineó rápidamente con la del técnico.

Solo una temporada juntos en el Sevilla valió para que Simeone y Aragonés se entendieran y continuaran con el crecimiento tanto individual como del club. Tanto fue así que el nivel del argentino terminó por llamar la atención de los grandes del fútbol español, que intentaron su fichaje. Sin embargo, cuando a Simeone le llega la oferta del Atlético de Madrid, lo primero que hace es preguntar a Don Luis en el vestuario del Pizjuán, quien simplemente le responde: “Estás tardando”. Y dicho y hecho, del vestuario sevillista al del Calderón, del Nervión al Manzanares, “el Cholo” al Atleti y con un lacito, Moacir para Sevilla y todos contentos. “El Pacho” Maturana sería su primer entrenador de rojiblanco, contando ya con 24 años.

Simeone aprendió de Aragonés no solo la forma de entender el fútbol, lo que más ahondó en el argentino fueron los valores y principios de Don Luis, la honestidad, el compañerismo, el orgullo, la humildad, compromiso y duro trabajo diario. La capacidad de liderazgo del técnico madrileño también fue algo de lo que “el Cholo” tomó buena nota, líder natural, supo entender el papel que le tocó y aprender del mejor en ese aspecto. Fue solo durante una etapa, ya que el destino les negaría una segunda, cuando tocó sacar del pozo al Atlético que tanto les dio, demostrando nuevamente humildad y agradecimiento infinito por los colores. Cualquier afición quiere tipos así en su equipo. El éxito, sin embargo, les llegaría por separado.

Radomir Antic:

Cuando Simeone llega al Atlético de Madrid, se encuentra con un club muy inestable y que coquetea con el descenso. Uno tras otro, se suceden hasta cuatro entrenadores esa temporada 94-95, primero el colombiano Francisco “el Pacho” Maturana, que dirige nueve partidos muy pobres, lo que enfurece a Jesús Gil, presidente de la entidad. Después llegó Jorge D’Alessandro, quien lo había hecho bien salvando al equipo al final de la temporada anterior. Tras 13 jornadas bastante malas, es destituido. Le sustituye el tercer míster, el argentino Alfio Basile, quien tenía en Simeone al capitán de la Albiceleste. Duró 14 jornadas, ni siquiera se hablaba con Gil. Por último, Carlos Sánchez Aguiar, técnico de la casa que dirigió 2 partidos.

La temporada siguiente la dirige Radomir Antic, técnico serbio procedente del Oviedo. En la campaña 91-92 el Real Madrid le despidió por su mal juego, a pesar de que era líder. Eso le dejó ganas de revancha, y el Atlético era ideal para ello. El balcánico armó un equipo que a la postre terminó haciéndose con “el Doblete” de Liga y Copa, y en el que Simeone tuvo un papel de relevancia. Llegaron jugadores como Penev y Pantic, terminando sus carreras, y desconocidos como Molina o Santi, que descendieron con el Albacete. Mantuvo a otros como Caminero o Kiko, y confió en canteranos como Toni y Solozábal. Sin embargo, Antic sabía lo que hacía, alcanzó la gloria con un grupo humilde de jugadores que reunían hambre y talento.

Simeone aprendió de la mano de Antic durante dos temporadas, y son muchas las similitudes entre ambos. Lo más relevante que aprendió el argentino del balcánico fue su capacidad para trabajar los detalles, por pequeños que fueran. La importancia de las jugadas de estrategia, la disposición de los volantes interiores, la forma de presionar y descongestionar, las basculaciones, o la distancia entre líneas, son claros ejemplos de lo que se parecen. Y también en multitud de detalles, incluso menos importantes, como los colores de las redes del Calderón, en rojiblanco, o las flores de la señora Margarita en el córner del fondo sur, que hoy perduran. Antic fue un adelantado a su tiempo, y “el Cholo” lo aprovecha hoy a conciencia.

simoni

Luigi Simoni:

Parecía imposible que la unión entre el Atlético y Simeone pudiera romperse, pero al final lo consiguió la Inter de Milán el verano del 97, poniendo mucho dinero encima de la mesa colchonera para llevarse al argentino a un equipo de leyenda, donde coincidiría con Ronaldo, Youri Djorkaeff, Pagliuca, Zanetti, Taribo West, Iván Zamorano, Paulo Sousa, Nwanko Kanu, Nicola Berti, Aaron Winter… mucha tela, de aquella. Y el encargado de dirigir ese banquillo no fue otro que el veterano Luigi Simoni, que contaba con 58 años en ese momento. Ese año quedaron subcampeones de la Serie A peleando el título con la Juventus hasta la última jornada, y se alzaron campeones de la Copa de la UEFA venciendo a la Lazio en la final.

Simoni era un entrenador de la vieja escuela italiana, y como tal no le gustaba descubrir su defensa para buscar más goles, a pesar de contar con uno de los mejores equipos del mundo en ataque, y el mejor delantero centro del momento. Muchos le criticaban por ello, pero él guardaba cautela y seguía trabajando en la misma línea, consiguiendo resultados favorables. No fueron pocas las veces en las que tuvo que lidiar con las iras del presidente, Massimo Moratti, mucho más inestable. Esas fricciones condenaron la relación en 1998, cuando tras 11 jornadas Mircea Lucescu sería el nuevo técnico del equipo. Le seguirían Luciano Castellini y Roy Hodgson, pero con Ronaldo lesionado se terminó haciendo un mal año.

Sin hacer mucho ruido, Simeone aprendió de Simoni la forma de gestionar un vestuario y las distintas situaciones de presión a las que se ve sometido un técnico de equipo top. Tener la paciencia suficiente como para abordar cada problema y saber resolverlo con solvencia. Y por otro lado, saber que con una buena defensa, si se cuenta con jugadores talentosos en ataque, es más sencillo conseguir la victoria, aunque ésta sea más ajustada. Es la base del ‘catenaccio’, y por supuesto esa idea de juego marcó al argentino. La practicidad de los resultados mandan en el fútbol moderno, y esa manera de gestionar del fútbol italiano termina con sus equipos consiguiendo títulos europeos, estaban a la vanguardia del fútbol en la década de los 90.

Sven-Goran Eriksson:

En la temporada 1999-2000 Simeone abandona la Inter de Milán para embarcarse en otro equipo legendario, la Lazio de Roma. Esta vez “el Cholo” tiene al sueco Sven-Goran Eriksson como valedor de su fichaje, un entrenador de relumbrón internacional. Y por si fuera poco, compartiría vestuario con jugadores de la talla de Alen Boksic, Marcelo Salas, Pavel Nedved, Juan Sebastián Verón, Alessandro Nesta, Sinisa Mihajlovic, Roberto Sensini, Matías Almeyda, Attilio Lombardo y Fabrizio Ravanelli. Todo un equipazo. Allí conseguiría ser campeón de la Serie A, la Copa de Italia, la Supercopa de Italia y la Supercopa de Europa en su primera campaña. La Lazio alzaba el segundo ‘scudetto’ de su historia 26 años después.

El técnico sueco era famoso por trabajar con las más avanzadas tecnologías, además de por tener una propuesta de juego ofensivo y axfisiante al mismo tiempo. No era del todo resultadista, como acostumbran en Italia, sino que Eriksson trataba de jugar al ataque con todo lo que tenía, reinventó una especie de “fútbol total” en el que el físico era una parcela que se debía trabajar incuestionablemente. Tener a sus jugadores al máximo de su capacidad le otorgaba poder competir con solvencia contra cualquier rival, y eso le hizo siempre llegar muy lejos. El sueco estaría en el equipo hasta mediados de la temporada siguiente, siendo el veteranísimo Dino Zoff quien le sustituiría en el banquillo celeste tras 13 jornadas disputadas.

Simeone tomó muy buena nota de Eriksson, tanto en profesionalidad como en la forma de trabajar. El uso de las tecnologías así como nuevos métodos de entrenamiento fueron claves para el devenir del “Cholo” y su mecánica de trabajo. La idea de que el físico es lo más importante para el fútbol moderno, y que sin él no hay forma de llegar a la excelencia, lo adquirió del técnico sueco. Tras ello, Simeone continuó en la Lazio hasta 2003, para volver al Atlético de Madrid con 33 años y ayudarle a mantenerse en la Primera División Española, jugando a partir de entonces como hombre libre en la defensa colchonera. Dos años después regresó a Argentina para jugar en Racing Club, donde colgó las botas en 2006.

 

Otros entrenadores:

Destacar a los cinco técnicos principales de quienes se ha nutrido Simeone en su idea futbolística no sería justo sin mencionar a otros que, en distinta medida, también han dejado su huella en el hoy entrenador del Atlético de Madrid. Por ejemplo, en la Selección Argentina, tras el paso de Bilardo llegaría la etapa de Alfio Basile, quien propondría un juego vistoso y contundente al mismo tiempo, y con una generación liderada por jóvenes como Diego Pablo Simeone, Leonardo Rodríguez, Gabriel Batistuta, Darío Franco y Fernando Redondo, entre otros. Más tarde, en 1994, cogería el testigo Daniel Passarella, quien continuaría trabajando con esa generación que heredaría Marcelo Bielsa en 1998 para darle fin, ya sin Maradona.

Y a nivel de clubes, además de los ya mencionados habría que añadir a Alberto Zaccheroni y Roberto Mancini, técnicos que tuvieron a Simeone bajo sus órdenes en la Lazio, o Gregorio Manzano y César Ferrando, que dispusieron del argentino en su segunda etapa en el Atlético de Madrid. En ambos casos no se obtuvieron buenos resultados, la inestabilidad en los banquillos y la irregularidad de vestuarios en aquella época hicieron de esos años los más complicados en la carrera del “Cholo”. Pero claro, un buen líder no puede serlo si no conoce bien el sabor de la derrota. Quizá eso sea lo que haya aprendido el argentino en estas dos etapas, en las que también sufrió lesiones de distinta gravedad que casi le cuestan un Mundial.

Simeone siempre fue correcto y sincero con todos sus entrenadores, tal y como le gustó siempre que fueran con él, “ir de cara” lo llama el argentino. Sin embargo, no todo fue un camino de rosas. Admitamos que la mayoría de anécdotas no se conocen, porque “lo que sucede en la cancha, se queda en la cancha”, así es “el Cholo”, pero también se conoce que el temperamento y carácter ganador del argentino a veces chocó con la actitud de algunos de sus compañeros y técnicos. “Con el esfuerzo no se negocia”, fue lo primero que dijo nada más llegar al Atlético, y no es nuevo, si alguien no se esforzaba al máximo terminaba irritando al argentino, que respondía con dureza, pero eso sí, siempre de puertas para adentro.

 

Curiosidades:

A Diego Pablo Simeone se le conoce como “el Cholo” porque a partir de los años 60 en Vélez, y tiempo después también en Boca, hubo un jugador llamado Carmelo Simeone al que por sus rasgos mestizos decidieron apodarlo sus compañeros como “Cholo”. Ese jugador se distinguía por su empeño y carácter aguerrido, lo que le llevó a la Selección Argentina en el Mundial del 66. Cuando Diego Pablo apareció en las inferiores de Vélez en el 84, al verle tan entregado, y por la similitud de apellido, Victorio Spineto comenzó a llamarle “el Cholito”. Y con el paso de los años terminaron llamándole “el Cholo”, apelativo por el que se le conoce y del que se acuña el término “Cholismo”. Por herencia, a su hijo Giovanni también se le llama “el Cholito”.

Simeone coincidió en más de una ocasión con alguno de sus entrenadores. Fue el caso del rumano Mircea Lucescu, primer entrenador que tuvo en Europa cuando fichó por el Pisa italiano en 1990, y con quien coincidiría en la Inter de Milán en 1998. Y también es el caso del argentino Carlos Salvador Bilardo quien coincidió con “el Cholo” tanto en la Selección Argentina, desde 1988 que comienza a ir convocado, hasta reencontrarse en el Sevilla en 1992, cuatro años después. Y el tercer caso es el del también argentino Alfio Basile, con quien coincidió en la Albiceleste en 1991 y en el Atlético de Madrid en 1994, cuando llegara a mitad de temporada para sustituir a Jorge D’Alessandro. Solo llegó a dirigir 14 partidos al Atleti.

Tras un añito en el infierno, Gregorio Manzano fue entrenador de Diego Pablo Simeone cuando el Atlético de Madrid subió a Primera División. En esa plantilla fue en la que “el Cholo” encontró a su amigo Germán “el Mono” Burgos, y en la que también jugaba Fernando Torres, que debutaba esa temporada en la máxima categoría del fútbol español. Cuando Simeone regresa al Atlético para sentarse en el banquillo en 2011, sustituye a Gregorio Manzano en su segunda etapa rojiblanca. Y para cerrar el círculo, hoy día, Simeone es el entrenador de Fernando Torres, quien atraviesa su segunda etapa de rojiblanco. Quién sabe, quizá en el futuro veamos al “Niño” siendo el entrenador de “el Cholito”, rizando el rizo.

DEJA UNA RESPUESTA

Comentario
Introduce tu nombre