No era cosa de cuatro trajes. Por lo visto había más. Mucho más. Y todo ha estallado en el año 2018 que ahora termina, el peor en la carrera política del siempre excesivamente melodramático y enfático Francisco Camps. Hasta cuatro imputaciones acumula ya el honorable president de la Generalitat Valenciana, entre ellas el caso Fórmula I, las supuestas irregularidades en la vista del Papa y las adjudicaciones del Gobierno valenciano a la trama Gürtel. La última de ellas se ha conocido hace solo unas horas, después de que el juez de la Audiencia Nacional José de la Mata haya acordado citar como investigado a Camps para que declare por la presunta adjudicación irregular a la empresa Orange Market del contrato para la instalación de un stand expositor en la feria de turismo Fitur 2009.

El magistrado quiere saber si Camps cometió delitos de prevaricación y fraude a la administración. La citación para la comparecencia del ex líder del PPCV no tiene fecha por el momento y se señalará en función “de las disponibilidades de agenda del Juzgado Central de Instrucción 5”, según una nota de prensa difundida ayer por la Audiencia Nacional.

Desde que en enero de 2012 Camps se sentara en el banquillo de los acusados para responder a la acusación de haber aceptado unos cuantos trajes a medida de la trama mafiosa Gürtel, la Justicia no ha parado de hurgar en las polémicas decisiones políticas del expresidente. Del feo asunto de los trajes Camps consiguió salir absuelto sobre la campana (un jurado popular lo declaró inocente del delito de cohecho pasivo impropio por cinco votos a favor y cuatro en contra) pero su imagen personal y política quedó seriamente tocada. Durante aquel juicio se escucharon las grabaciones en las que mantenía sospechosas conversaciones con Álvaro Pérez ‘El Bigotes’, uno de los empresarios implicados en la red corrupta. En esos audios, el presidente valenciano llamaba “amiguito del alma” a ‘El Bigotes’ y le obsequiaba con amables palabras como “te quiero un huevo”. Todo aquello parecía enterrado y olvidado, Camps salvó el pellejo in extremis y terminó esfumándose de la vida pública como un Houdini de la política.

Sin embargo, pese a que en los últimos años Camps ha practicado el escapismo tratando de pasar a un discreto segundo plano, el pasado siempre tozudo parece revolverse una y otra vez contra él. Así, durante el juicio por la trama levantina de Gürtel, cuya sentencia se conoció el pasado verano, varios acusados apuntaron directamente al president como máximo responsable de la financiación irregular del PP valenciano y de los contratos que se pudiesen haber adjudicado al margen de los procedimientos legales. Fue el caso de Ricardo Costa, número 2 de Camps, que fue condenado a 4 años de prisión. Al ser preguntado por quién era la persona que ordenaba las adjudicaciones en el Gobierno autonómico, apuntó directamente a su jefe. “Sí, es cierto que el PP se financiaba con dinero negro”, dijo contundentemente. Tampoco ‘El Bigotes’ se mordió la lengua cuando tuvo que señalar con el dedo acusador al honorable. “Costa llamó a la persona que le consultaba todo y le dice: aquí hay problemas muy serios y esa persona le dice que es la única forma de cobrar. Esa persona es Francisco Camps”.

Desde ese mismo momento, la posición de Camps resultaba insostenible. Ayer, en un auto de última hora, el magistrado De la Mata acordaba la imputación del expresidente a petición de la Fiscalía Anticorrupción. El magistrado afirma en su resolución que “lo cierto es que han sido puestos de manifiesto elementos que relacionan a Camps Ortiz con los hechos con la suficiente consistencia como para, en este momento, dirigir contra él el procedimiento en calidad de persona investigada”.

Al final, los viejos fantasmas del pasado han vuelto para ajustar cuentas con Camps. Ese hombre a quien el periodista Arcadi Espada define en uno de sus libros como “un buen tío”. Ese hombre a quien, cierto día, Mariano Rajoy le dijo aquello de “yo creo en ti”, antes de prometerle que siempre estaría “detrás” de él “o delante o a un lado”. Elogios elocuentes que quedaron para la historia. Lástima que las palabras se las lleve el viento y hoy Camps esté más solo que nunca ante su enésimo reto judicial.

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