Acostumbra el pedo a ser una cosa carente de mérito dada la democracia, pues todo el mundo puede peerse como si fuera un cargo público; del mismo modo que todos los cargos públicos acostumbran a peerse, con mayor o menor acierto, eso ya es responsabilidad de la ciudadanía, de los jueces, o de las casas discográficas.Susodicho superhéroe, Su Pedorrísima Majestad, llegó al mundo tocando el himno nacional, como si fuera un Secretario de Estado o de un Ministro de Defensa se tratase. A los diecisiete años demostró su musicalidad tocando en la Centuria Romana del Cristo de la Sentencia, de la Hermandad de la Macarena de Sevilla. Tras su interpretación, el Cristo se tapó la nariz. «¡Milagro!», se escuchaba; «¡Amén!», dijo el cura; «¡Viva España!», proclamó un tipo que allí había; «¡Pégate otro!», exclamó una señora, emocionada. Y este hombre, que por satisfacer el ansia musical de la plebe ese día se comió un plato de fabes asturianas que llevaba bien de morcilla y bien de chorizo campero, tocó un solo de corneta oscura que hizo que el arco de la Macarena (hasta entonces blanco) se volviera amarillo.

Tiempo más tarde, la Orquesta Sinfónica de Sevilla recabó en su talento y grabó el pedo antes citado en una obra memorable: «Pedo en la menor», obra que marcó un antes y un después en el posmodernismo musical y en los calzoncillos de los intérpretes que siguieron esta senda, llenándose de rayitas color canela.

Con veintidós años, el señor Arroyo salió en la Banda del Cristo de las Tres Caídas, de la Esperanza de Triana. «Qué asco más grande, coño, yo me voy de aquí, esto no lo aguanta un romano», dijo el propio Cristo soltando allí su cruz, «me voy al bar», concluyó yéndose acompañado del romano allí presente, después de que el señor Arroyo interpretara su segunda obra maestra: Concierto de corneta oscura en Re.

Alabado sea el señor, dijo el Arzobispo, que a semejante potencia acústica le pone semejante energía olora, por si alguien fuese sordo y no se hubiese dado cuenta de que alguien se ha soltado un cuesco campanero, capaz de llamar a misa.

Puedo decir que conozco al Lionel Messi de los pedos. A un Michel Jordan eólico. Darth Vader en la Guerra de las Galaxias ahogaba a gente usando el lado oscuro, este hombre no es menos y de un pedo tormentoso, de estilo olímpico por aquello de los rayos y los truenos, podría ahogar a toda la galaxia. Un hombre que es capaz de dedicar los pedos por lo espesos que le salen. Pedos capaces de dar ruedas de prensa; pedos que escriben libros; pedos que van a las manifestaciones y cogen el megáfono y cantan su sílaba mortuoria para llenar de gozo a la ciudadanía.

Proclamo desde aquí mi intención de llevar al Congreso una Propuesta No de Ley para hacer homenaje nacional al señor Arroyo, cuyos pedos patrios han de ponerse a la altura de los Padres de la Constitución, cuando no del propio Rey, pues por hacer lo que hace todo el mundo (soltarse un viento de poniente) de una forma insuperable, bien merece representarnos. Que se levanten monolitos con forma de champiñón en expresión de los pedos que se pega. Que la portada de la próxima Feria de Sevilla tenga susodicha forma. Que el Instituto Cervantes se encargue de llevarlos por el mundo y diga en chino, en portugués, en mongol y en japonés que esos pedos son mundiales y que al Presidente norcoreano y sus bombitas de mierda no le tenemos ningún miedo.

Amén.

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