Estamos en una época en la que no abundan los líderes consistentes. Esto de los liderazgos no es algo baladí. Un buen líder puede conducir hacia lo mejor a un país, a un partido o a una asociación de vecinos. Un mal líder o un líder tibio darán más vueltas que un perro antes de tumbarse y buscará que sea el tiempo el que arregle las situaciones.

Ahora el PSOE anda en el camino de darle su líder elegido no el poder, que ya lo tiene por la fuerza de los votos de la militancia, sino la autoridad para ejercer el poder con dignidad y con sabiduría. Esperemos que el futuro congreso federal sirva para esto y que no se conturbe la mente del recién elegido por mayoría absoluta de la masa militante y votante. Escribiré sobre os errores que no debiera cometer. Al artículo se le puede dar la vuelta y donde habla de errores se puede escribir de virtudes. He elegido la primera opción. Así que esta es mi aportación pública al líder que saldrá de un congreso en el que yo no estaré y, por extensión generalizadora, para quien, tras la lectura, saque alguna conclusión que le valga para su vida.

Un buen líder, con conciencia positiva de líder, con visión de líder y con actitud de servicio a las personas no debe distorsionar el liderazgo con errores que lleven a considerarlo un apersona soberbia, dictadora o cacique. Escribo a continuación una reflexión sobre los errores que no debe cometer una persona que se pone al frente de una organización. Pienso que Un buen líder no debe cometer los siguientes errores:

a) No aprovechar las inercias.

Un líder efectivo, para incrementar su liderazgo, debe aprender a «subirse a la ola» y aprovechar el impulso de las inercias sociales positivas. Hay que ponerse a la cabeza de las “manifas”, siempre que sean positivas y bien argumentadas. No hay que perder la fuerza impulsora de la inercia de los buenos momentos propios o ajenos. Para el recién elegido líder del PSOE, la inercia no puede ser más positiva con una militancia activa vitoreándolo. Espero que no lo mitifiquen demasiado y le leven los pies del suelo. Sé que en estos casos funcionan reacciones personales contrapuestas: el deseo natural de «tener control» y el miedo a perderlo. Ponerse al frente y aprovechar la inercia no quiere decir “controlar” una situación ya de por sí positiva. Si en vez de aprovechar la sinergia, queremos aplicar el control, frenamos el flujo de aquello que está sucediendo y las energías sociales se pueden volver en contra. Creo que se entiende y, por ello, voy a evitar poner ejemplos prácticos.

b) Vanagloriarse de los privilegios del liderazgo.

Es indudable que todo liderazgo supone privilegios. Hay que verlo como algo natural. Sin embargo, hay personas que no resisten el éxito de otras, aunque sea evidente su esfuerzo y su trabajo. Por esto, el líder reflexivo debe ser cauto y no exponer sus privilegios, ya que podría provocar una ruptura entre sus seguidores y comprometer su habilidad para liderar.

c) No formar equipos de personas expertas, inteligentes y leales.

Un gran líder siempre debe trabajar con personas que aporten, que sean mejores que él en muchos aspectos. Un líder no tiene que ser una enciclopedia ni tiene que ser el que tenga el argumento y la razón de todas las cosas. Los malos líderes piensan al formar sus equipos: «Si nombro a esta persona me traerá problemas, se dará cuenta de todos mis errores y, además, hasta podría robarme el puesto». Un buen líder, en cambio, piensa lo contrario, pues sabe que, si se rodea de los mejores, crecerán juntos como equipo y él seguirá siendo el líder con más autoridad, porque los buenos equipos también son elementos muy reconocidos por los seguidores. Las personas aprecian mucho y respetan la habilidad de nombrar -y liderar- un equipo de talento. En cambio desprecian a los líderes que solo se rodean de inútiles y zalameros.

d) No tener una persona, una “mano derecha” que le complemente.

Un líder tradicional, para poder sentirse cómodo, posee un «segundo al mando» que le complementa. Un gran líder, necesita «una mano derecha» o “una mano izquierda” que pueda realizar todo lo que él no puede, o para llevara a cabo aquellas acciones que él no debe comprometer, pero que son necesarias. Esta mano derecha o izquierda tiene que ser una persona que le complemente realmente, tanto en su estilo como en sus habilidades. La pareja paradigmática en la política española en la que formaron González y Guerra.

e) No delegar el poder.

Craso error el del líder que no sabe delegar con confianza. Un líder tradicional quiere hacer cuanto pueda, para ser visto como «un gran trabajador»; a veces son tan de opinión única que nadie del entorno se atreve a contradecirlos y se van convirtiendo en un liderazgo de dictadorzuelo. Pero un gran líder no es un dios, aunque algunos lleguen a creérselo. Un gran líder sabe que debe delegar en las facultades de otros, para que hagan el trabajo y tomen las decisiones, si desea que la organización crezca. Un líder debe enseñar a liderar a los que le rodean, aunque esto implique algunos fallos. Multiplicar el liderazgo con confianza y lealtad supone extender las organizaciones y llevarlas a objetivos más importantes.

f) No ser capaz de tomar duras decisiones.

El liderazgo es una suma de decisiones. A veces hay que tomar decisiones de razón que no van a ser comprendidas por muchas emociones. Sin embargo esa capacidad de actuar en los momentos difíciles es lo que define al gran líder. Los grandes líderes comprenden que -ciertas veces- deben tomar duras decisiones por el bien de la organización ¡y las toman! España, por ejemplo, ahora estaría necesitada de un líder que tome decisiones en asuntos de Estado.

g) Tratar de no tener «bajas»

Esta quizás sea la mayor lección que un líder tiene que aprender. Un gran líder sabe que, a medida que la organización avance y cambie de terreno, habrá bajas. En la película «Gladiador» un oficial llega para advertirle a Maximus que las tropas no están totalmente listas para el combate. Maximus responde que la otra parte está a punto de moverse y, si ellos no lo hacen primero, perderán la batalla. El oficial comienza a decir «Las bajas serán demasiado grandes…», pero Maximus interrumpe y dice: «Las bajas serán aceptables».

Un gran líder no disfruta con las bajas, pero comprende que, sin duda, existirán y debe aceptarlas, -aunque a veces sea duro emocionalmente- como parte del proceso natural de cambio y movimiento de la organización. Los seguidores dejarán equivocarse al líder, pero no le perdonarán un carácter débil.

Ahí dejo la reflexión por si a alguien le sirve en algún momento.

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