Tras los resultados de las elecciones presidenciales en Estados Unidos se dispararon numerosos análisis que pretenden explicar las consecuencias del comicio, sobre todo por lo inesperado de su resolución, y aunque parezca disparatado y distante, son muchas las enseñanzas que podemos tomar para nuestro país (Argentina).

Más allá de las propuestas electorales de Donald Trump, con las cuales no coincido, el primer aprendizaje que debemos tener en cuenta es que allende de lo que digan las encuestas electorales, a las que resultaron ser muy adeptos incluso quienes tanto las denostaban, lo que realmente importa es el voto ciudadano, y eso se cuenta al abrir las urnas.

El segundo aprendizaje es entender las reglas del juego y saber utilizarlas en su favor. Donald Trump perdió las elecciones… pero obtuvo más electores, y en un sistema de elección indirecta a través de Colegio Electoral, eso es lo que vale. Trump no ganó en Estados Unidos, ganó en los Estados que debía ganar para poder garantizarse la Presidencia de los Estados Unidos. Al momento de escribir esta columna Hillary Clinton obtenía 59.313.545 votos y 228 electores y Donald Trump 59.149.210 votos, pero 290 electores. Es decir, Trump perdió… pero ganó.

En el mismo sentido se entiende la targetización de la campaña electoral republicana que se orientó en aquellos sectores en los cuales su candidatura tenía mayor recepción, y tal como se ve en el cuadro que acompaña estas líneas, triunfó en todos los cortes realizados con la excepción de la comunidad negra que votó por unanimidad en favor de la propuesta demócrata.

Un tercer aprendizaje es la aparición de partidos minoritarios que, en una elección tan reñida, inclinaron la balanza. Y ejemplos de ello hay por doquier. Estados como Florida, Utah, Wisconsin o Michigan (estos dos últimos Estados con triunfos republicanos que no se producían desde 1988) pusieron de manifiesto que votantes demócratas descontentos con la candidatura de Clinton se mantuvieron fieles a sus principios no eligieron el mal menor, lo cual trajo como consecuencia el triunfo de lo que, en su opinión, era el mal mayor, ya que en una elección indirecta en la que no hay mayorías y minorías, quien triunfaba en el Estado se acreditaba la totalidad de los electores del mismo.

Otro aprendizaje refiere al rol de los medios de comunicación. A Hillary Clinton la apoyaron explícitamente alrededor de 600 medios en tanto que a Donald Trump lo acompañaron tan sólo 13, y a la luz de los resultados resulta evidente que se preocuparon más por la opinión publicada que por la opinión pública, se trabajó más para los medios que para los ciudadanos.

Y finalmente, Trump fue como es, sin importarle lo políticamente correcto, fue transparente, y el ciudadano estadounidense decidió darle un voto de confianza a esa transparencia, que paradójicamente es bastante turbia y opaca, en lugar de una conducta opaca y turbia que pretendía ser transparente.

Todos estos aprendizajes, que son tan sólo algunos de los que pueden extraerse de la experiencia estadounidense, se deben tener en cuenta de cara a la dinámica electoral argentina. Como se dice comúnmente, el triunfo de Trump quemó todos los papeles, y debeos aprender de ello puesto que como afirmaba Laurence Johnston Peter, sólo una cosa es más dolorosa que aprender de la experiencia, y es, no aprender de la experiencia, y la experiencia yanqui nos enseña mucho.

Históricamente el electorado argentino fue muy permeable a las estrategias de marketing político que vendían propuestas y candidatos que después en la práctica distaban mucho de lo que se prometía. La última elección en Estados Unidos demostró que con esto sólo no alcanza, ¿aprenderemos de la experiencia ajena y recuperaremos a los políticos que se preocupan por lo que dicen y hacen en lugar de priorizar cómo lo dicen o cómo lo hacen?

Donald Trump con su triunfo dio muchos aprendizajes… ¿los sabremos aprehender y aprender?

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