Lo saben los dueños del marketing: la cola mola. Es casi un deporte nacional, el deporte más cansado y nocivo para las piernucas y piernacas de esta dócil sociedad.

Cada vez que veo una cola me pregunto qué dan, qué es tan importante como para hacer la cola. Me dejo llevar e imagino que al final de la cola está Chicote, que te abraza como el oso y te da una brocheta de pollo mientras mira fuera de plano.

Pero no. Y sorprende comprobarlo. En el centro comercial descubro a unas 40 personas (no son muchas) en fila india delante de una máquina expendedora. La máquina expendedora, tras dar tus datos, privacidad y posibilidad futura de spam te regala una bolsita de caramelitos.

-¿Cuánto vale mi tiempo? – pienso.

Hay que estar mínimo una hora esperando para obtener una bolsita cuyo precio no llega a 2 euros, seguramente. ¿Y si le doy los dos euros al que la acaba de conseguir? ¿me la venderá o pensará que vale mucho más? ¿seguro que vale más? ¿cuánto más?

Me dejo llevar e imagino que la máquina expendedora me regala años de vida o un bono para el Leyendas del Rock o una visita guiada a la biblioteca de Ruiz Zafón o sexo con amor.

Siento la misma sensación viendo a la gente haciendo cola con lluvia, con frío, dirección a Doña Manolita para comprar lotería. Por tradición, por fe en el destino, en el azar, en una suerte de mezcla de supersticiones que nos lleva a pensar que a nosotros, por una serie de causalidades, desgracias y ojo al elegir el número, más la administración de la que se trata, nos bendecirá el éxito. Un éxito que merece el sacrificio.

Me dejo llevar e imagino que la lotera no me da el décimo sino una bolsa llena de maravedíes para gastar en San Ginés a base de chocolate, churros y agua fresquita.

Colas en la playa, cuando reparten gratis un zumo de frutas con sabor a jarabe que la marca ya no sabe qué hacer para que cuaje en el mercado. Niños y mayores se rozan emborrizados de arena, como croquetas gigantes e inquietas. Alguno incluso repite y vuelve a la cola en lugar de disfrutar del agua, las tetas vecinas y la tapa del chiringuito.

Me dejo llevar e imagino que el zumo es psicodélico y me hace viajar de buen rollo por mundos que me ayuden a escribir la novela definitiva.

Colas a la entrada de las rebajas. La puerta cerrada, gente agolpada en una anárquica fila. Y luego esa gente corriendo y peleando por gastar en mierdas, cayendo en la trampa del precio rebajado que subió antes, por mucho que insistan en el telediario los de las asociaciones de consumidores. Y colas para pagar, en rebajas y en cualquier otra época. Cajas vacías en una gestión vergonzosa del personal, al que marean y putean con los turnos y los ratos de no pagarles y sólo una caja abierta donde todos pacientemente chequeamos el whatsapp sin parar, ansiosos por ir a otra cola distinta.

Me dejo llevar e imagino que la cajera me quiere y cierra la caja para fugarse conmigo a Tarifa dejando a la gente varada en una cola rota, suspendidos en mitad del proceso consumista.

Hacemos cola para votar, para registrarnos en el INEM, para pedir ayudas en la Administración, para comer migas gratis en las fiestas del barrio, para entrar en un sorteo de cesta de navidad en el súper, para ser atendidos en el sangrante y trasnochado banco, para comprar el roscón, para que te vea el médico, para sacarse sangre, para entrar en el AVE, para el control del aeropuerto ¡¡pipipi!!, para entrar en un concierto, para salir del concierto, para mear en los bares, para pedir, para recoger el pedido en las franquicias de fastfood, para salir del Metro. Tenemos ya hasta colas virtuales para comprar entradas por internet.

Me dejo llevar e imagino.

El ser humano reducido a elemento dentro de una fila, numerado, preguntado ¿quién da la vez? ¿quién es el último? Ser el último y ceder el testigo al siguiente último y reducir la tensión ya integrado en la cola, uno más, entre dos más, seguro en ese grupo social que se ha creado, con un vínculo con el resto: el premio al final del camino. Al final de la cola. ¿Y si al final de la cola lo que hay es una cola? Locura de cola. Loca cola.

Lo que nos gusta una cola.

 


Si quieres ver a David César en directo:

Miércoles 26 de abril 21:30.
La Chocita del Loro de Carabanchel.
Entradas aquí:
Sábado 29 de abril: 11:00 a 14:00. Taller de Comedia impartido por David César.
Sábado 29 de abril: 23:45. 
Círculo Creativo.
Carlos I, 26, Yuncos.
Entrada Gratuita.

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