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Lo llaman democracia y es «happiness»

Ezequiel Arauz Salmerón
Ezequiel Arauz Salmerón
Ezequiel Arauz Salmerón, (Lleida ,1967) Licenciado en ADE, especialista en Derecho Tributario y Controller Financiero con 25 años de ejercicio profesional. Ex-militante del PCE y PODEMOS (si es que existe la figura del militante). Actualmente pertenece a la plataforma Somos Izquierda.
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análisis

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Ocurrió y no tiene vuelta atrás. Cuando el Neoliberalismo entro por la puerta, la Democracia salto por la venta. Y así, como ratas de laboratorio, convivimos un día sí y otro también entre experimentos socios económicos mientras el virus de la desigualdad se extiende como aquella peste que azotaba a la ciudad de Cádiz en la obra “El Estado de Sitio” de Albert Camus.

Este Neoliberalismo es la reprogramación de aquel capitalismo al que se enfrentaron movimientos populares a finales del siglo XIX y principios del XX y que aspiraban a una sociedad igualitaria y de justicia. Aquella transformación queda a medias al intervenir rápidamente el “establishment” probando en determinados tubos de ensayos lo que se vino a denominar “el estado de bienestar”, pequeñas concesiones, obviamente dirigidas, y de la que hoy en día, prácticamente, solo queda el consumo.

Esta doctrina económica, tiene al Estado como garante y brazo ejecutor con sus políticas de recortes en el gasto público, recuerden aquello de ¡¡ Es la Economía, estúpido ¡¡ en plena campaña de Bill Clinton en 1992 y que lo llevo a la Casa Blanca.

Mientras tantos, si alguien se plantea que unos pocos manejan como títeres a unos muchos le inoculan la bacteria peligrosa de las ideas políticas y revoluciones 3.0 que no es otra cosa que el efecto placebo de creerse ir contra el sistema y cuyos efectos secundarios están controlados por la clases dominante para seguir dirigiendo el “status quo” de esta sociedad.

Por ello, me resulta patético escuchar tal o cual entrevista o intervención de cualquier político, a todos les iguala el neoliberalismo, la sociedad de consumo, el ser colaboradores pasivos y/o activo de las desigualdades. Tod@s participan y participamos en expandir esta “peste” cuando compramos nuestro móvil a sabiendas que sus baterías son fruto de la explotación y muerte infantil en el Congo, que el comprar ropa en determinadas multinacionales fomentamos la cuasi esclavitud y precariedad laboral en Asia, y así un largo etc.

De nada vale, porque está escrito en el guión, el manifestar que puedo llevar unas zapatillas “X” y ser crítico con determinadas políticas económicas, es como aquello de ándeme yo caliente y ríase la gente, demagogia de salón, de novela que lleva escrito el final en el prologo.

Un ejemplo de todo esto, es la película de clase B que se han montado en Catalunya con una Republica del sí pero no, riéndose de un pueblo independentista o no que se quedo perplejo asistiendo en directo como sus representantes donde dijeron digo se postularon por el diego. Que pensaría esa señora que recibió golpes a diestro y siniestro por parte de la policía por ejercer su derecho a decidir y cuasi pierde un ojo o aquellos que en plena calle sufrieron la represión de un estado policial cuando el Sr. Puigdemont cogió las de Villadiego, sin tener la valentía de izar la estelada en el Palau de la Generalitat. En fin, como siempre el pueblo expone su vida en beneficio de la clase dominante, esa clase que nos maneja como títeres.

Mientras tanto, entre Supremos, Audiencias, Junqueras y Belgas, pasa desapercibida la ratificación del CETA, el acuerdo de libre comercio entre la Unión Europea y Canadá que entre sus “perlas” esta la eliminación de impuestos aduaneros, la creación de tribunales para la resolución de litigios entre inversores y Estados cuando las empresas se sientan perjudicadas por cambios legislativos, lo que pone en solfa la soberanía democrática de parlamento y gobierno. El acuerdo beneficia a las multinacionales en contra de los derechos laborales, medioambientales e incluso del consumidor y por supuesto, nos llevara a la privatización de los servicios públicos.

Lo queramos o no, somos ratas de laboratorio con las que experimentan y para no ver la realidad, ciegan nuestros ojos con cortinas de humo. Cualquier día de estos levantan un monumento a la Clase Obrera, como el que levanto el Instituto de Citología y Genética en (Novosibirsk, Rusia) a las ratas, por su gratitud hacia nosotros, al sucumbir con el “soma” que nos dan mientras le hemos entregado nuestra educación, cultural, trabajo, democracia… NUESTRAS VIDAS.

“La democracia se ha convertido en un instrumento de dominio del poder económico y no tiene ninguna capacidad de controlar los abusos de este poder”

Jose Saramago.

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