La obra del sociólogo polaco Zygmunt Bauman (1925-2017) alcanzó su cénit con el concepto de Modernidad Líquida. Para el pensador, que ha fallecido en su casa de Leeds (UK), la sociedad moderna líquida “es aquella en que las condiciones de actuación de sus miembros cambian antes de que las formas de actuar se consoliden en unos hábitos y en unas rutinas determinadas”. Algo así acontece en la política patria. A pesar de tener un sistema consolidado y partidos “clásicos” y nuevos, todo parece ser líquido. El discurso de ayer, hoy ya carece de sentido. De hecho se habla de relato y no de discurso como muestra de esa liquidez y falta de profundización.

De todos los partidos el más líquido seguramente sea Ciudadanos. El partido del cuñadismo, y no hay nada más líquido que un cuñado, hoy puede defender un acuerdo con la izquierda moderada como mañana defenderlo con el partido conservador. En el centro político está lo líquido. Ciudadanos critica constantemente a Cristina Cifuentes en Madrid, pero ni presenta moción de censura, ni deja de apoyarla. Pero sí intenta apuntarse todas las políticas que se instrumentan. Lo mismo podría decirse de su comportamiento en Andalucía.

De todos los partidos el más líquido seguramente sea Ciudadanos

Podemos también tiene su cuota de liquidez. En una misma campaña electoral o en menos de un año, son capaces de ser socialdemócratas, socialistas, revolucionarios, populistas, antisistema, casta y anticasta, o la primera cosa que se les pase por la cabeza. Eso sí con tono intelectual y repipi. El arriba y abajo, o pueblo y casta son conceptos unidos íntimamente al sentido líquido de la modernidad. Siempre valen aunque no signifiquen lo mismo.

PSOE y PP no son líquidos. O al menos no tanto como los nuevos partidos. El peso de la tradición todavía les enclaustra dentro de unos parámetros más clásicos. Tienen sus apariciones líquidas. Especialmente Rajoy cuando hace de Mariano. Su discurso líquido sobre el alcalde que quiere la gente porque la gente quiere un alcalde o lo que le dijo a Susanna Griso “Somos sentimiento y tenemos seres humanos”, pueden ser un gran ejemplo de un cerebro líquido. La máquina de coser de Susana Díaz también es líquida, porque va tan rápida que hasta llega a olvidar el hilo y la máquina.

 

“Periódico de ayer”

Un concepto de esa modernidad líquida es la desechabilidad de las cosas. En esto la política española y los medios de comunicación van de la mano. La cantidad de sucesos que acontecen en la política española con ruedas de prensa insulsas y sin noticia relevante, las notas de prensa para que sean copiadas y pegadas, el tema del día que al siguiente segundo ya no lo es, los cafés que realmente son cafés, la falta de sonrisas por los pasillos y los debates basura son todo producto de esa desechabilidad de la política española. La mayoría de diarios españoles hablan de lo mismo, con las mismas palabras y la misma falta de profundidad en el tema. ¿Para qué profundizar si mañana ya no será ni curiosidad? Como cantaba Héctor Lavoe muchas son noticias del periódico de ayer.

En varias cosas no ha dejado de ser la política española líquida: los ciudadanos no importan hasta la fecha de las elecciones, los amigos del poder siempre sacan dinero de lo público pese a que piden que desaparezca, la corrupción de los mismos que creen que el Estado es de su propiedad y la violencia machista. En eso, por desgracia, no hay liquidez. Es una rutina constante en la vida de los españoles.

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