El pacto entre el PSOE de Pedro Sánchez y Ciudadanos es, desde la estrategia política, uno de los mayores errores que un partido ha cometido en toda la historia de nuestra democracia. Sí, la realidad nos dicta que es así y que, por muchas vueltas que se le quiera dar, por mucho envoltorio de papel de regalo que se le quiera poner, es la primera piedra del camino que nos lleva inexorablemente hacia unas nuevas elecciones. Del mismo modo en que el agua y el aceite no se pueden mezclar por mucho que se intente, intentar aunar dos ideologías que defienden (o deberían defender) aspectos totalmente opuestos es muy complicado. Habrá quien diga que la democracia es eso: llegar a acuerdos que parecían imposibles. Habrá quien ponga como ejemplo de ello lo que ocurrió en la Transición cuando personas tan diferentes como Adolfo Suárez, Manuel Fraga, Felipe González o Santiago Carrillo se pusieron de acuerdo, cosa que es cierta pero que olvida que lo que se pactó en aquellos años fueron pactos de Estado y no pactos de gobierno porque nunca hubo necesidad de ello. Habrá quien afirme que en la situación política actual, desconocida hasta la fecha, todos deben ser flexibles en sus planteamientos para alcanzar acuerdos, olvidándose de que una cosa es ceder y otra claudicar.

una cosa es ceder y otra claudicar

Tanto la derecha como los poderes fácticos en España no quedaron satisfechos ante los resultados electorales, ante lo que el pueblo español decidió con su voto el veinte de diciembre. Desde el día siguiente a las elecciones hemos visto cómo desde la banca, el empresariado, la Iglesia o desde los partidos de la derecha se han lanzado mensajes con el único fin de mantener al Partido Popular en el poder gracias a la «Gran Coalición» con el Partido Socialista e incluyendo en esta operación a Ciudadanos, el nuevo partido que representa los valores del neoliberalismo económico que les favorece. La negativa del PSOE a entrar en ese juego les hizo plantearse una nueva estrategia, un nuevo planteamiento que llevara al país a una paralización total de las negociaciones y, de ese modo, impedir que se creara un gobierno progresista y de cambio, un gobierno que desterrara definitivamente las políticas que benefician a unos pocos y que generan una mayor desigualdad con el pueblo.

Ese nuevo planteamiento pasaba por aprovecharse de la necesidad de Pedro Sánchez de alcanzar la Presidencia de Gobierno como único modo de seguir vivo políticamente. Mariano Rajoy declinó la oferta del Jefe del Estado para presentarse como candidato a la investidura. Felipe de Borbón le hizo esa misma oferta a Pedro Sánchez y éste la aceptó. Este fue un error capital porque aceptar la candidatura sin tener un acuerdo cerrado con el resto de las fuerzas de la izquierda contando sólo con los «históricos» noventa escaños fue de una irresponsabilidad inigualable. Pedro Sánchez debió hacer lo mismo que hizo Rajoy y esperar a tener un pacto cerrado para presentárselo al Jefe del Estado y que éste le nominara. Su necesidad y su interés personal le hicieron errar de esta manera. En el periodo de casi un mes que transcurrió hasta la Sesión de Investidura no forzó la negociación viendo la actitud irresponsable de Podemos que contrastaba con la de Izquierda Unida – Unidad Popular o la de Compromís. No lo hizo porque a él le beneficiaba que corriera el tiempo para contener las detracciones internas y para poner a la militancia como barrera frente a los dirigentes críticos (que son muchos) al plantear una consulta que enfrentara a las bases, teóricamente más progresistas, con los líderes regionales. Esa consulta estaba pensada para que la militancia avalara un pacto con Podemos del que muchos recelaban. No obstante Pedro Sánchez se vio con que se le acababa el tiempo por lo que tuvo que centrarse en intentar cerrar un pacto con quien fuera para no verse obligado a presentarse a la investidura sólo con sus «históricos» noventa escaños. Por eso firmó un acuerdo con Ciudadanos, la nueva marca de la derecha neoliberal europea, la marca en España del Tea Party, acuerdo en el que hizo tantas cesiones y que desvirtuó de tal manera el programa electoral que más de cinco millones de personas apoyaron el veinte de diciembre que supuso una claudicación en toda regla ante los nuevos conservadores. Pedro Sánchez firmaba un pacto con el diablo y caía en la trampa de los poderes fácticos. Eso sí, con una sonrisa y con toda la solemnidad posible.

Pedro Sánchez firmaba un pacto con el diablo y caía en la trampa de los poderes fácticos

La investidura fue un fracaso. En ese mismo instante debería haber olvidado lo firmado y centrarse en retomar las negociaciones con Podemos y el resto de fuerzas progresistas. En cambio hizo todo lo contrario. Pedro Sánchez se enrocó con Albert Rivera imponiendo a las demás fuerzas que cualquier pacto de gobierno debería estar bajo lo firmado con Ciudadanos. El resto de partidos, evidentemente, se negaron a esa condición. Y así estamos hasta hoy en que se ha anunciado que el próximo jueves se producirá una reunión PSOE-Podemos-Ciudadanos. Mientras en el Partido Socialista se dice con mucho bombo, platillo, clarines y tambores que no se levantarán de la mesa hasta que se cierre un acuerdo que permita a Pedro Sánchez ser Presidente del Gobierno y sobrevivir políticamente, Albert Rivera ha dejado claro que Ciudadanos se levantará de la mesa de negociación si Podemos no se une de manera incondicional al «pacto de la vergüenza» entre su partido y el PSOE. Utiliza la misma técnica del Partido Popular que sólo acepta el consenso si a los actores a los que se invita a sumarse a ese consenso se embarcan sin cuestionar nada de lo suscrito. Evidentemente, esto nos lleva a unas elecciones salvo que Pedro Sánchez abandone la defensa del «mestizaje ideológico», del «gobierno parlamentario» o de la «transversalidad» y se centre en lo que se debió centrar desde el día veintiuno de diciembre. Por otro lado, estamos viendo cómo Rivera no hace más que insistir en la necesidad de que el pacto necesario para España es el de PSOE-PP-C’s, es decir, el mismo que solicitan los poderes fácticos.

El pacto de Ciudadanos con el Partido Socialista es la mayor trampa política que se ha visto en España desde la Transición. Lo que la derecha pretendía con ese pacto era ganar tiempo para generar hartazgo en los españoles, hartazgo que se traduciría en una mayor abstención en las elecciones de junio, una abstención que siempre beneficia a la derecha. Lo que realmente se busca es que se repitan los comicios para que finalmente la suma de escaños del Partido Popular y Ciudadanos den una mayoría suficiente para gobernar y para seguir bajo el yugo del neoliberalismo, de la austeridad, de los recortes y para terminar la destrucción del Estado del Bienestar que inició Rajoy en 2012. Pedro Sánchez cayó en esa trampa que los poderes fácticos le tendieron al firmar el pacto con Rivera sonriendo y creyéndose un estadista. Estamos a menos de veinte días para que se cierre el plazo para que el Jefe del Estado disuelva las Cortes y lo que se ha encontrado el Secretario General del PSOE es un portazo por parte de su socio de acuerdo, una puñalada que todos los que hemos criticado el «pacto de la vergüenza» esperábamos que llegaría tarde o temprano, que le deja dos opciones: elecciones o cerrar la vía de un verdadero pacto de cambio y progreso. El jueves tendremos respuestas a muchas preguntas y, por el bien de todos, esperemos que se dé cuenta del error cometido y retorne a la cordura.

3 COMENTARIOS

  1. Increíble que un periodista profesional pueda escribir un artículo tan sectario y tendencioso del único político que ha estado a la altura de unos inesperados resultados, que exigían una negociación, desde posiciones de inferioridad de cualquiera de ellos, en la que solo el hábil Rivera fue lo suficientemente inteligente para ponerse del lado de la sensatez de Pedro Sanchez, abdicando ambos, en parte, de personalismos e ideologías, para intentar formar un gobierno que sacara del poder al corrupto gobierno de Rajoy, pero no contaron con que los intereses de los otros partidos no pasaban resolver los problemas de los españoles con la formación de un gobierno, sino con anteponer la consecución de sus propios objetivos , Pablo I. queriendo tener cuatro grupos, la vicepresidencia, xxx ministerios, etc. etc., Alberto Garzón defendiendo la «pureza ideológica», los periféricos «a la suya», y Rajoy, consciente de que la única posibilidad de salvarse el y su partido pasaba por conseguir la presidencia del gobierno que le permita controlar al Fiscal Gral y el Mº de Justicia que impida el ingreso en la carcel de varios de sus compañeros de partido. ¿Ofreció alguien alguna alternativa viable?… ¿Porqué ese interés en culpabilizar a Pedo Sanchez, que el único delito cometido ha sido el de dar la cara por los errores de sus antecesores y alguna coetánea? Lamentablemente y como consecuencia de la arrogancia de unos, la prepotencia de otros y la indiferencia de los demás nos encaminamos a nuevas elecciones, que de persistir los encasillamientos de los partidos y sus dirigentes…, ¡¡¡nos llevarán a otras nuevas elecciones!!! Siempre os quedara el recurso de resposabilizar a Pedro Sanchez por «dar la cara» para intentar rompersela en lugar de agradecer el esfuerzo.

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