Cara de enfado. Ese día tenía cara de enfado. En el acto de Madridiario sobre Educación la cara de Cristina Cifuentes era un poema. Estuvo su discurso poco hábil en su discurso de clausura. Algo poco común en quien es una workaholic y prepara al detalle cada intervención. Sonreía sí. Pero su mirada era de esas que hielan al enemigo. Acababan de postularla para presidir el 18° Congreso del PP. Eso la apartaba, casi de manera indefectible, de poder tener peso en los debates. Ella misma reconocería pocos días después que esa función “le limitaría en sus intervenciones” a pregunta de Diario 16.

En el Partido Popular no suelen gustar los “versos sueltos”. Y Cifuentes lo es. No le ha importado solicitar que se legisle sobre procesos revocatorios para los senadores de designación autonómica, en referencia al caso Barberá. Ha estado solicitando el modelo de 1 militante 1 voto desde que se hizo cargo de la Gestora del PP madrileño tras la media fuga de la condesa consorte Aguirre. Algo que pone los pelos de punta en Moncloa, sector mariano y sector sorayo. No solo ha reconocido que hubo espionaje desde las instituciones, sino que ordenó entregar toda la documentación al juez. Ha aprobado leyes LGTBi pese a las presiones del sector ultra ortodoxo del propio partido. “Es una roja republicana” comentan algunos dentro del PP.

En el Partido Popular no suelen gustar los “versos sueltos”

 

El daño de un paraguas rojigualda

Se han sucedido una serie de noticias que parecen inconexas entre sí pero que, sin embargo, tienen una clara vinculación. La primera fue la difusión en los medios confidenciales de que no sería la sustituta de María Dolores Cospedal en la secretaría general. Una mínima referencia filtrada desde dentro del partido para que llegase a oídos de la interesada. En ningún momento ha expresado sus intenciones de optar a sustituir a la ministra de Defensa. Es más, siempre ha defendido que ella está “centrada en los madrileños” y si así lo decide, se presentaría “a presidir el PP de Madrid”. Pero desde sectores estratégicos del partido querían marcarle el territorio.

Un segundo hecho es la denuncia mediática de Elena González-Moñux por acoso laboral contra Enrique Ossorio, portavoz del PP en la Asamblea de Madrid. La información ha sido ampliamente difundida por los medios sorayistas y descartada por los demás. Es un caso extraño donde se han ocultado muchos datos, por cuestiones de ética profesional, pero que cada dos por tres aparece para ir mellando la imagen del portavoz y, por ende, la presidenta. Cifuentes animó a González-Moñux que denunciase si los hechos habían sido así. Por el contrario, todos los diputados del PP apoyaron unánimemente al portavoz. Sin fisuras ni filtraciones. Extraño, muy extraño.

Pero este caso provoca que el PP madrileño se quede sin mayoría en las votaciones de la Asamblea. Una mayoría necesaria para poder aprobar los presupuestos de la región. Y ahí sí se hace daño político. Cifuentes ha reconocido que “cuando lleguemos a ese río cruzaremos ese puente”. Pero entre sus diputados y diputadas no se andan con miramientos. “Si hace falta vamos a nuevas elecciones y ya está” es una frase que puede escucharse en corrillos.

 

Andaluces y machismo

La siguiente noticia que supuso un escándalo fabricado fueron sus declaraciones en la Asamblea, en respuesta a Ángel Gabilondo, diciendo que los madrileños pagaban la sanidad y la educación andaluzas. Es algo que hace siempre que interpela al portavoz socialista. ¿Por qué molestan entonces sus declaraciones un 17 de noviembre? ¿A quién interesaba que fueran noticia nacional? ¿Al grupo de los sorayos? A aquellas personas que no quieren que Cifuentes sea parte ni de sucesiones, ni de grandes cargos en el PP. Aquellos mismos que animaron a Mariano Rajoy para que la postulara para presidir en Congreso Nacional.

Evitar las comparaciones odiosas entre alguien que sabe moverse en la primera plana de los medios y aquella que mejor se mueve en los lados oscuros de los mismos. Cuando se tiene una gran responsabilidad en Cataluña es mejor que no salga ninguna otra gran dama popular a quitarle la luz de los focos. Así a nadie extrañó que el famoso vídeo de David Pérez con sus declaraciones machistas y antiabortistas se viese como fuego amigo. La filtración partía de dentro del propio partido conservador y se atacaba a una cabeza destacada del aguirrismo en Madrid. Dos pájaros de un tiro. ¿Extraña que se ataque a Aguirre para dañar a Cifuentes? No tiene por qué. Pues la ex-lideresa manifestó su apoyo a Cifuentes en las reformas internas del PP en una entrevista. Aunque existe una evidente separación. Casi nunca los ediles de Aguirre comparecen en actos de Cifuentes.

 

Cifuentes al ataque

Quienes lanzan esos ataques parecen no conocer a la presidenta madrileña. Es carne de aparato desde los tiempos de Alianza Popular y nada entre los afiliados como pez en el agua. Cifuentes contraatacó concediendo numerosas entrevistas en medios nacionales. A pesar de estos esfuerzos, la batalla se está librando de puertas hacia adentro. Como nos cuentan desde dentro del propio partido “que Cifuentes no piense que va a ser presidenta del PP de Madrid así como así”. ¿La pondrán un/a contrincante? No sería descartable aunque Rajoy no accedería a ello. Hombre de pocos jaleos acabaría imponiendo su poder sobre aquellos que están moviendo los hilos por detrás.

Además, Cifuentes no hace nada que no hagan sus compañeros de partido. Es liberal y, por tanto, no va a nacionalizar todos los servicios públicos. Más bien al contrario. Sigue haciendo una apuesta firme por los conciertos sanitarios o educativos. Es una neocon con todas las de la ley y con presencia muy mediática. Eso molesta, y mucho, en Moncloa y en Génova.

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