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Lazos amarillos y libertad de expresión

Daniel Múgica
Daniel Múgica
Daniel Múgica es novelista, dramaturgo, guionista y director de cine. Es autor de "La Dulzura"
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análisis

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Por supuesto que la ciudadanía independentista catalana puede y debe colocar los lazos amarillos en defensa de sus denominados presos políticos aunque juzgados por lo penal. De no hacerlo no cumplirían con uno de nuestros pilares, la libertad de expresión. Es su decisión y hasta su obligación en la defensa de lo que creen, pese a que otr@s nos encontremos en posturas contrarias. Esa pluralidad, la nacionalista, también define a la democracia. Puede o no puede que sea delito que retiren los lazos otros ciudadanos, casi el 50% de Cataluña, que no están de acuerdo con la independencia o con aquel referéndum donde se votaba hasta en una urna tirada en la calle, lo cual no contenía seguridad jurídica. El problema es dónde se ponen los lazos amarillos a fin de que no exacerben más los ánimos virulentos de una sociedad fisurada. Sin contar con que sus cargos electos apenas sacan leyes en pro del avance de una sociedad igualitaria y están realizando un claro incumplimiento en sus labores ejecutivas, ciñéndose casi por completo a las aspiraciones identitarias.

Copio, al respecto, el texto del Defendor del Pueblo: “La libertad de expresión de las personas en instalaciones públicas tiene un límite en el principio de neutralidad ideológica de los poderes públicos. Este límite se fundamenta en que los ciudadanos que acudan a ellas (ya sean hospitales, instituciones policiales, delegaciones de Hacienda o un largo etcétera, ejemplifica) tienen una pluralidad de posiciones sobre las más diversas cuestiones, todas las cuales deben ser respetadas sin que nadie pueda sentirse molesto o ajeno a la institución pública de que se trate, que es de todos y para todos”.

El Defensor, el Sr. Fernández Marugan, además, de no ser escuchado, podría recurrir a la fiscalía. Dada la magnitud espero que no se llegué tan lejos. Así mismo el Defensor afirma que no se ubiquen en lugares públicos siempre que se produzcan manifestaciones. A mi juicio, por una cuestión de higiene democrática y de pedagogía con los menores, está fuera de lugar la instalación de lazos amarillos en zonas comunes como plazas y parques. Esto es lo que motiva los brotes de hostilidad. Los parques, las plazas, las atracciones de la ciudad, en especial en la magnífica urbe de Barcelona, un deleite para los sentidos, pertenecen a cresos y pobres, creyentes y ateos, independentistas y anti independentistas; son lugares de donde hay que sacar el pugilato político y que cumplan su única función: espacios de solaz al margen de los credos. ¿Y a los niños? ¿Les vamos a restar la capacidad de jugar en los parques y les vamos a permitir entristecerse porque sus mayores discuten a causa de los lazos amarillos colocados al lado de los columpios?

En Madrid y en toda España, incluida Cataluña, el día posterior a los atentados del 11-M se colgaron infinitas banderas españolas de los balcones de las casas y, en casos, se pasearon por callejas y avenidas, que siendo zonas públicas no lo son por mor del esparcimiento y el ocio. Los lazos amarillos y las banderas del 11-M poco tienen que ver, pero sí la manera de proceder en su asentamiento. Al cabo es una cuestión de respeto mutuo y de sentido común, que rigen las relaciones que no se entregan a jaulas de grillos ni a imposturas de cara a la galería. Ambas abundan en los independentistas y en los anti independentistas.

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1 COMENTARIO

  1. Dice usted: «aquel referéndum donde se votaba hasta en una urna tirada en la calle, lo cual no contenía seguridad jurídica», y yo le pregunto:
    – ¿Usted cree lo que ha escrito hasta la coma?
    – ¿Tiene pruebas gráficas o testigos presenciales de gente votando por la calle en cualquier caja con ranura?
    – ¿Las tiene (las pruebas) o los tiene (los testigos) de que el contenido de tales hipotéticas urnas fue a parar a las que se usaron en el recuento en los colegios?

    Porque verá:
    1º Los asistentes al acto cívico y político convocado para el 1O pasamos largas horas esperando que hubiera urnas y papeletas al abrir los colegios, porque hasta minutos antes NO los había. Tuvimos que confiar en nuestras capacidades organizativas, que es tanto como creer los unos en los otros.

    2º Yo apostaría fuerte porque aquel día NO hubo urna alguna tirada por el suelo, ni TAMPOCO gente metiendo papeletas en ellas. Los electores que fueron arrastrados por el suelo no pudieron, ocupados como estaban en protegerse de los golpes. Y de esto sí hay pruebas gráficas, y testigos presenciales.

    La mayoría de urnas permaneció en los colegios donde se las usaba con fe democrática.
    Las urnas retiradas por los Mossos se entregaron a la autoridad judicial.
    Y las retiradas por las fuerzas y cuerpos de inseguridad españoles (que fueron las menos, aunque ejerciendo una brutalidad más digna de usarla contra los fascistas de ultraderecha), supongo que también, como quien exhibe un trofeo de caza.

    3. Los participantes en aquel momento histórico hemos segregado un respeto tan grande por las urnas que volvimos a llenarlas de papeletas (independentistas) el 21D, y obligamos a hacer lo mismo a los unionistas (que mayoritariamente se habían abstenido porque papá Estado ya haría «algo»… cualquier cosa)
    Y para capitalizar el esfuerzo de haber acudido a votar para taparle al Estado las vergüenzas, dicen desde entonces haber ganado las elecciones.

    Para ir acabando,
    4. Los lazos amarillos no traumatizan a los niños ni aun suponiendo que se los coloque en los espadios de juego… porque los niños son los únicos que los ven con naturalidad, como cualquier otro objeto cotidiano de cualquier otro color.
    El trauma lo siente angunos adultos al tener que responder a sus hijos por qué están esos lazos puestos.

    5. Coincido con usted en lo que añade después de la coma: «lo cual no contenía seguridad jurídica»
    Por encontrarle algún pero, digo que la seguridad jurídica no «se contiene» en hecho alguno (el pretendido o su contrario), sino que una circunstancia la «ofrece» o no a todos, participantes, abstencionistas y observadores.

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