En Diario 16 se está dando cuenta del devenir de las primarias del PSOE desde el principio. Se han contado con pelos y señales estados de ánimo, movimiento de posturas, apoyos y lágrimas incluso. Todo ello para intentar dar la mejor información posible a los lectores. Incluso en la propia sección de opinión las diversas partes en contienda han tenido, y tienen, a su disposición un espacio abierto. Sin embargo, no se ha escrito desde la posverdad que pretenden generar las propias candidaturas.

Posverdad, ese concepto utilizado por mentes débiles para explicar el uso de acciones emocionales para crear opinión pública. Si estas personas hubiesen leído a Erich Fromm o a Carl G. Jung sabrían lo que es el inconsciente colectivo y cómo se genera. Comprenderían que dichos procesos mentales se encuentran en cuentos infantiles como una forma más de dominación de clase o de género. La formación de las diversas ideologías no ha sido precisamente por apelación a la racionalidad pura y hechos objetivos, sino a los emotivos que son los que generan movilización. Ahora y desde que el ser humano descendió de los árboles. Por tanto no son mentiras emotivas (siempre contienen algo de verdad) sino mitologemas (narraciones que se utilizan para crear un mito). Hasta la propia ciudad ideal de Platón era posverdad. O la Salud de las Naciones de Adam Smith contiene su mitologema. Cuestión bien distinta es mentir, ocultar o utilizar eufemismos.

Son, por tanto, las primarias del PSOE fuente cotidiana de posverdad o construcción de mitologemas que se separan de la objetividad de los hechos, aunque permanecen unidos a ellos. Y son estos hechos los que deben ser recordados como se intenta desde las páginas de Diario 16. Natalio Blanco, José Antonio Gómez o Santiago Aparicio intentan día a día ubicar el discurso emotivo con la realidad de los hechos. Que Miguel Ángel Heredia, en un discurso tras los hechos de septiembre/octubre, afirmase lo que afirmó no es ni más, ni menos que el fiel reflejo de las construcción de un discurso alternativo u oficialista. Que Toxo haya desmentido a Heredia significa que utilizó la autoridad del sindicalista para esa construcción frente a las Juventudes Socialistas. Mintió, pero no menos de lo que lo hicieron por aquellas fechas los dirigentes afines a Pedro Sánchez.

Durante la gran pelea interna del PSOE, como bien recuerda José Antonio Gómez, Sánchez no invocó ninguna consulta a las bases para decidir qué hacer, sino un congreso extraordinario sin tiempo para prepararlo. El No es No poco o nada le preocupaba en aquellos momentos. Era casi un autogolpe de Partido. Que las baronías querían que Sánchez dimitiese no era nada nuevo. Unos cuantos lo tenían claro en Diciembre de 2015, pero tras mentir al Comité Federal y a Felipe de Borbón y caer de nuevo estrepitosamente en las elecciones generales de junio de 2016, se decidió el resto. Ya hubo en agosto analistas que advertían de lo que iba a venir en el siguiente Comité Federal, pero se esperó a las elecciones gallegas y vascas por si, como preveían las encuestas, los malos resultados decidían al secretario general.

Y claro que había negociaciones abiertas y acuerdos con ERC y PDeCAT. Directa o indirectamente, por medio de interlocutores o partidos, había un acuerdo. Pero Sánchez no lo dijo porque no quería quedar como el único candidato que había perdido una investidura. Quería hacer pasar a Rajoy por el mismo trance que él. Luego vinieron las luchas, las dimisiones y la abstención en favor del PP. Es después de todos estos hechos como se llega a las primarias socialistas, donde todos dicen ser lo que no son.

Patxi López aconsejó a Sánchez que dimitiese (¿Por el bien del partido?), como lo hicieron otros que ahora están con él. Eso sí, los que hicieron por dejar el acta de diputado se abstuvieron todos en previsión de tiempos mejores y asegurar sus puestos. Como se dice comúnmente, López y sus secuaces le hicieron la cama. Aunque no contaba el vasco con que, pese a los que le decían desde el aparato, las bases no se separasen ni un milímetro de Sánchez y los diputados que votaron No. Algunos de los cuales, por cierto, están siendo dejados de lado en favor de los nuevos conversos, como sucede con Susana Sumelzo.

Los sanchistas se quejan de que todo lo malo que existe en el PSOE es producto de la Gestora y los barones. El proceso de primarias y congresual está condicionado por el reglamento y los estatutos de la Gestora. Mario Jiménez es el mal en sí mismo. Pero no recuerdan que ese reglamento y esos estatutos fueron creados por Pedro Sánchez y era el que quería aplicar para el Congreso Extraordinario exprés. Una pérdida de memoria y de reconstrucción de la realidad que manifiesta una posverdad real e, incluso, cierta patología. Que los militantes no tuvieran tiempo para elegir al candidato en las elecciones de Junio, no existe en el sanchismo. Lo de defenestrar a toda una Federación como Madrid, es culpa todo de Tomás Gómez. Y así.

En el bando susanista también existe posverdad. Cualquier tiempo cercano no existe. Desde 2011 hasta 2017 sólo hay la victoria de Susana Díaz en las elecciones andaluzas. Ni Chaves, ni Griñán son citados. La abstención en favor del PP es fruto de la imaginación. Spiriman es un comic. Existe un vaciamiento histórico en la conformación del discurso. Ni González y Guerra se han peleado parece. Sólo existen las victorias. Ser un PSOE ganador, como tiempo ha; defender la unidad de España, pero desde el federalismo sin diálogo; la importancia de una dirigencia con experiencia política (la laboral si eso otro día); y algunas fórmulas más son parte de ese discurso emotivo y mitológico que desprende Díaz y los suyos.

El problema, que parece no entienden los candidatos, es que utilizar el lenguaje de la posverdad genera una confrontación emotiva y, por ende, agonística. No es de extrañar que los insultos o defensas acérrimas en las Redes Sociales de unos y otra sean constantes. Han generado una fractura emocional en la militancia. Que López o Díaz hablen de no insultar (básicamente que no les digan traidores) es antitético a sus propios discursos y acciones.

De todo esto pueden suceder dos cosas: que el partido se fracture emocionalmente y no haya hilo para coserlo; o que la militancia opte por la evasión emocional y caiga en el hastío durante todo el proceso. Todo depende de la forma en que manejen el mitologema y la campaña. Aunque en el caso de Díaz parece que se la está diseñando el enemigo o el gafe de Ferraz.

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