Nuestros buceadores no necesitan oxígeno embotellado, ni siquiera tubo; porque están en la superficie. Seré directo: ¿estamos analizando las causas reales del machismo o, simplemente, nos aterrorizan los hechos pero se los achacamos a un destino ineluctable? Sí, lo reitero: ¿realmente estamos trabajando para cambiar algo? A fuerza de bucear por la superficie, valga este oxímoron, confundimos la instantánea del oleaje con los movimientos de la mar, que son más profundos y brutos.

  1. Si yo fundara un club con un pasado histórico criminal, belicoso y colaboracionista con regímenes genocidas, un club entre cuyos principios fundacionales existieran narraciones degradando a la mujer como ser autónomo o que la culparan de los males de los miembros del grupo, que deslizara alabanzas a la virginidad en detrimento de su sexualidad libre, un club en el que ninguna mujer pudiera formar parte de la directiva porque así lo dicen los estatutos y que calificara la filosofía de recuperación de la dignidad de la mujer como “adoctrinamiento que impide la libertad”… ¿me dejarían educar en esos valores a generaciones de chavalas y chavales con financiación pública? ¿Lo cogen?
  2. Oigo un anuncio en la radio en el que una pareja (al parecer amorosa) queda atrapada en su coche por un atasco; ella le propone hacer un repaso sentimental de su relación para pasar el tiempo con algo útil y agradable, él le da un capotazo enorme, como preocupado y con supino desprecio de su afectividad porque le interesa más la chorrada de producto que anuncian. ¿Cómo coño queremos que nuestras hijas sean autárquicas si todo el entramado mediático le está diciendo que no existe o que no sirve? No me llamen exagerado, pero la prueba de la negación de la individualidad de una chiquilla llega con su socialización; hasta más o menos los cinco años juegan juntos y se agreden o ríen por igual con las mismas cosas (hay quien despega muy temprano por su puto ambiente), de pronto la niña se empieza a comportar como niña y necesitará reivindicar su presencia no con su cuerpo natural sino con el hipostasiado por una sociedad que la quiere “arreglada” (afeites varios) y “atractiva”, y el problema no es la mujer maquillada o conformada por dietas equilibrantes, allá cada cual, sino ¿dónde escondió a la niña con bigotillo, barriga, pelos desgreñados, ojeras y ropa de diario? La niña se hace mujer cuando aprende a negarse a sí misma: ahí arranca la labor del maltratador, que le da una realidad en la que poder ser alguien, algo. ¿Admitimos mujeres reales en nuestra sociedad?
  3. Vamos a una clase, muy moderna, una que mole, pero de pueblo o de barriada, no de éstas del repelente Vicente; viene un tía simpatiquísima y descarada a dar una charlita sobre sexo y condones, y enseña a las muchachas y muchachos cómo se ponen, y se permite alguna bromita simpática con ellas y hasta con ellos, con un pene de goma en la mano estirando un preservativo por su superficie, y el muchacho lo cuenta en casa; invirtamos los géneros, ahora es un tío salado y supergraciosete, y se permite hacer una broma con el pene gomoso en la mano y la muchacha estirando el condón por su contorno, y va ella y se lo cuenta al padre… O el chico que llega a casa y confiesa a su papá y titos en un rincón connivente, de cena familiar (o mejor en un bar con unos amigos), que se acaba de acostar con tres muchachas a la vez y una era negra; e imaginemos ahora a la chica que cuenta entre risas a papá y sus hermanos, hermanas y colegas (en un bar) que se acaba de acostar con tres tíos a la vez y uno era negro… Yo pregunto en mis clases, a veces, cuántos hombres tendrían una relación o se casarían con una mujer violada por cuatro hombres, ¿quieren saber la respuesta? O, también, afirmo que deberíamos matar a los homosexuales y los farmacéuticos, y antes de que acabe de hablar ya han preguntado por qué eliminar adivinen a quiénes.
  4. Es cuestión de tiempo. El triunfo del varón, que tiene tiempo para toda su patulea de actividades, deportes, actos públicos, paranoias y escapadas, hunde sus raíces sobre la espalda del sometimiento de una o varias hembras. Un varón (yo mismo) dispondrá de tiempo para estudiar con calma, buscar trabajo y disponer de su vida y reproducción, afinar su competitividad profesional y estructurar su horario no laboral, y lo triste es que la sociedad funciona gracias o por culpa de esto. Yo lo tengo claro, los úteros no podemos cambiarlos de sitio pero sí podemos obligar por Ley a tener las mismas responsabilidades a hombres y mujeres, por fuerza, esto es: no permitir la desventaja, compartiéndola. Y, por cierto, trabajar en casa es un trabajo infame y brutal, ¿por qué mientras dura una relación no se obliga a las empresas a ingresar las nóminas divididas en dos, una para cada parte? Sería pedagógico, evitaría debates inservibles en los divorcios. Es lo mismo pero no es igual… y fíjense: ahora que nos quieren quitar las pensiones, yo reivindico el derecho a que el Estado cotice por esas personas que hacen el trabajo del hogar y que eso les proporcione una pensión equivalente a la de cualquier cotizante. Así podrían sentirse trabajando con todo derecho.

Hoy no quería hacer metafísicas, porque si suman a todo esto las respuestas de los cuestionarios sobre el trato entre las parejas jóvenes (incluso las homosexuales), comprobando el horror en que viven muchísimas muchachas (y muchachos), tendrán un panorama real, una perspectiva de por qué se mata: ciñéndonos a los hechos y no a esa vaguedad (quizá necesaria) de los pactos de Estado y otros oleajes de pantomima superficie. Seamos mujeres libres, nos darán por todos lados menos por donde nos guste.

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