Foto: D. Sinova

Siempre hemos de tener presente el largo y tortuoso camino recorrido por las mujeres para conquistar espacios en la vida pública. La transformación social ha sido tan profunda en las cuatro últimas décadas que nos parece hoy extraordinariamente lejano en el tiempo que una mujer no pudiera abrir una cuenta corriente sin permiso de su marido, cuando es algo que les ha sucedido a nuestras madres y a nuestras abuelas.

Las leyes son hoy leyes de igualdad y las mujeres nos hemos abierto camino con esfuerzo en todas las esferas de la sociedad: en la cultura, en la ciencia, en las instituciones… Ningún territorio nos está vedado, aunque hoy nos enfrentemos en nuestro avance imparable a esos otros obstáculos sutiles y menos visibles, a ese famoso “techo de cristal” de las inercias heredadas o de un machismo subliminal. Además, estamos contribuyendo a crear unos nuevos esquemas de trabajo, mucho más abiertos y flexibles, algo que hemos aprendido de las mujeres que nos precedieron y que tuvieron que buscar fórmulas inteligentes para ver reconocidos sus méritos y su talento.

Desde hace unos años las mujeres somos más de un tercio en los cargos ejecutivos de los partidos políticos en España, según datos del INE, pero no podemos limitarnos a analizar nuestra actividad y presencia en términos de cantidad. Importa la calidad, y en este punto podemos plantearnos si nuestra ejecutoria en la vida pública debe o no estar condicionada por una perspectiva de género limitada al feminismo “precocinado” del lenguaje (“todos y todas”) y a la defensa a ultranza de catálogos de medidas de discriminación positiva.

En mi opinión, un ejercicio de la responsabilidad pública y del poder sin premisas ni complejos es la verdadera clave para una igualdad real. Cala mucho más que ciertas fórmulas rígidas, a menudo estériles, y que pueden incluso resultar contraproducentes a medio plazo. El “fórceps” de las cuotas, por ejemplo, busca equiparar a las mujeres hasta el listón del 50 por ciento, pero a partir de ahí limita y atenaza. Coarta a las mujeres, también a los hombres, y a la sociedad en su conjunto, porque los que al final se resienten son los principios de mérito y capacidad. La izquierda defiende a menudo que ese tipo de medidas de presencia obligatoria de un determinado porcentaje de mujeres en las listas electorales, en los cargos públicos o en los consejos de administración han demostrado históricamente su eficacia en lugares como Escandinavia, cuando ha sido el avanzado sustrato social de esos países el que ha llevado a una evolución favorable, más que el empeño específico de los legisladores.

Sin olvidar que ese feminismo encorsetado puede a veces convertirse en coartada para ocultar una realidad mucho más ramplona. Acabamos de ver cómo esa “nueva política” que lo esgrime como seña de identidad escenifica luego sus luchas de poder como un enfrentamiento de “machos alfa” a la más vieja usanza, testa contra testa, sin que el triunfador en la refriega deje espacio alguno al derrotado. Algo totalmente impropio de los espacios públicos de nuestros días, mucho más dialogantes que los del pasado, construidos en conjunto por hombres y mujeres. Y hemos asistido además al espectáculo de que el vencedor manifieste sin rubor que habrá que tener más mujeres portavoces, como si se tratara de una concesión graciosa.

Esto no significa que desde la política no tengamos una enorme tarea por delante a la hora de conseguir una verdadera equidad. Y en el Gobierno de la Comunidad de Madrid apostamos por construirla con medidas en el ámbito de la educación, de la conciliación o del emprendimiento. En ello estamos: no creemos que a las mujeres se nos tengan que “conceder” parcelas, sino que desde las instituciones nos corresponde garantizar que caminamos en condiciones de igualdad para conquistarlas.

Cristina Cifuentes es Presidenta de la Comunidad de Madrid

Artículo publicado en el número 11 de la revista Diario16

 

2 COMENTARIOS

  1. Espero que la parte «imagen» del artículo proporcionen ingresos publicitarios a D16. El resto no interesa, dadas las contradicciones flagrantes en que ha incurrido la «japonesa», para siempre, Cifuentes, antes y después del 8 de marzo. Y los «likes» son muy pocos, dado que van obligados en cantidad de sueldos que pagamos todos, incluidos los contrarios.

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