Las mentiras precisas

¿Hasta qué punto es preciso mentir en el mundo editorial?

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Mi amiga Eva Cornudella ha publicado un libro titulado Las Mentiras Precisas. Este libro ha sido autoeditado. Fue imposible que se publicara en ninguna editorial española o que ningún agente decidiera representarlo. Pese a que el libro es excelente. Yo misma entregué el manuscrito a agentes y editores. Y conservo los mails de respuesta que invariablemente me decían más o menos lo mismo. La respuesta venía a ser idéntica.  Parecido contenido, redactado de forma diferente: La novela es buenísima, hace diez años la hubiéramos publicado sin ningún problema, pero ahora.

Pero ahora…

Pero ahora nos encontramos con varios problemas:

La novela es demasiado literaria. Y ahora lo que prima es la novela, plana, fácil de leer. A poder ser novela sentimental, con cierto toque histórico, novela rosa, para mujeres de más de cuarenta años.

La autora no es mediática, no es conocida. Y ahora necesitamos caras famosas, que salgan por televisión.  O que al menos sea youtuber. O que al menos tenga unas redes sociales muy nutridas, cien mil seguidores en Instagram , doscientos mil en twitter y en Facebook.

Así que aunque la novela sea literariamente un hallazgo no podemos publicarla porque esto es una industria al fin y al cabo, y una industria no puede permitirse perder dinero.

Así son las cosas.

España, junto con Italia es el país de la Unión Europea y el quinto país del mundo que más descarga. También podemos estar orgullosos (es un decir, apréciese la ironía) de ser uno de los países de la Unión Europea en los que menos se lee (solo los griegos y los portugueses leen menos que nosotros). Un 35% de los españoles no lee nunca. Así, tal cual, con un par.

O sea, los hay que no leen nunca. Y los que leen se descargan los libros.

De forma que si una industria quiere vender libros debe de hacerlo así:

Puede editar novelas rosas situadas en un contexto semi histórico, los años cuarenta o la guerra civil, estilo Amar en tiempos revueltos o El Tiempo entre costuras, destinados a mujeres de más de cuarenta años que no descargan porque ni saben hacerlo. Cuando digo “contexto semi histórico” lo digo porque  no importa mucho si hay errores históricos de bulto. Las lectoras no los van a pillar. Y si los pillan, tampoco les va a importar mucho

Puede editar novela erótica imitación de 50 sombras de Grey que en realidad no es más que una versión revisitada de Corín Tellado pero con más sexo. Es decir, jovencita ingenua conoce a millonario torturado al que redime con la fuerza omnipotente de su amor.

Puede editar el libro de un youtuber conocido. El youtuber pondrá la cara y el contenido ya lo escribirá otra persona, normalmente alguien que va a cobrar muy poco por hacerlo. A poder ser ese libro irá profusamente ilustrado, para evitar que se descargue. La idea es que en la feria del libro los admiradores del youtuber hagan cola para conseguir la firma de su ídolo, firma que solo podrán tener si compran el libro.

Puede editar el libro de un  personaje televisivo o mediático conocido. El  personaje pondrá la cara y el contenido ya lo escribirá otra persona, normalmente alguien que va a cobrar muy poco por hacerlo.  La idea es que en la feria del libro los admiradores del youtuber hagan cola para conseguir la firma de su ídolo, firma que solo podrán tener si compran el libro. En este caso no hace falta que el libro vaya ilustrado, porque el target al que se dirigen es más mayor, no está tan familiarizado con el mundo  digital y está menos acostumbrado a descargar.

A veces ese personaje no escribirá nada, pero nada. Ni siquiera un borrador. Habrá otra persona, un negro o negra, que  se ocupará de hacerlo por él.  Se hará un contrato por “servicios editoriales”.  Existe, por supuesto, un contrato de confidencialidad. El negro o negra está muy bien pagado y jamás se queja, porque le van a salir más trabajos, y vive de ello.

En otros muchos casos el personaje televisivo entrega lo que en jerga llamamos “un bruto”, un borrador. Y el equipo lo que en jerga se llama “un editing”. Es decir, se corrigen puntos y comas, se eliminan redundancias, se cortan párrafos, se cambia un punto y aparte aquí, y se pone un punto y seguido allá. Y el personaje televisivo o mediático se queda tan ancho y largo pensando que sabe escribir. Pero no sabe. Porque el estilo hace al escritor. Cualquiera puede escribir mal. Muy pocos podemos escribir con estilo.

Les pongo a ustedes un ejemplo.

Comparen ustedes estos dos párrafos:

Hacía ya muchos años que no existía para mí de Combray más que el escenario y el drama del momento de acostarme  cuando un día de invierno al volver a casa, mi madre,  viendo que yo, tenía frío  me propuso,que tomara en contra de mi costumbre una taza de té…. Primero dije que no; pero luego sin saber porqué volví de, mi acuerdo… Mandó mi madre por uno de esos bollos cortos y abultados que llaman magdalenas,que parece que tienen por molde una balva de concha de peregrino…  y muy pronto abrumado por el triste día que había pasado y por la perspectiva de otro tan melancólico por venir me llevé a los labios unas cucharadas de te en el que había echado un trozo de magdalena pero en el mismo instante en que aquel trago, con las migas del bollo tocó mi paladar  me estremecí… mi atención en algo extraordinario que ocurría,  en mi interior, un placer delicioso , me invadió… me aisló sin noción de lo que lo causaba y él me convirtió las vicisitudes de la vida en indiferentes sus desastres en inofensivos y su brevedad en ilusoria todo del mismo modo que opera,  el amor  llenándose de una esencia preciosa pero  mejor dicho esa esencia  no es que estuviera en mí es que era yo mismo.

Hacía ya muchos años que no existía para mí de Combray más que el escenario y el drama del momento de acostarme, cuando un día de invierno, al volver a casa, mi madre, viendo que yo tenía frío, me propuso que tomara, en contra de mi costumbre, una taza de té. Primero dije que no; pero luego, sin saber por qué, volví de mi acuerdo. Mandó mi madre por uno de esos bollos, cortos y abultados, que llaman magdalenas, que parece que tienen por molde una valva de concha de peregrino. Y muy pronto, abrumado por el triste día que había pasado y por la perspectiva de otro tan melancólico por venir, me llevé a los labios unas cucharadas de té en el que había echado un trozo de magdalena. Pero en el mismo instante en que aquel trago, con las miga del bollo, tocó mi paladar, me estremecí, fija mi atención en algo extraordinario que ocurría en mi interior. Un placer delicioso me invadió, me aisló, sin noción de lo que lo causaba. Y él me convirtió las vicisitudes de la vida en indiferentes, sus desastres en inofensivos y su brevedad en ilusoria, todo del mismo modo que opera el amor, llenándose de una esencia preciosa; pero, mejor dicho, esa esencia no es que estuviera en mí, es que era yo mismo.

Evidentemente entienden ustedes el segundo párrafo y no entienden el segundo. El segundo está bien editado, el primero no.

El autor, por cierto, es un tal Marcel Proust.

Pues bien, cuando a mí me ha tocado editar textos, me llegaban textos del estilo del primero Puntos suspensivos constelando el texto al tuntún, sin que el que había escrito el texto tuviera en realidad la más remota idea de cuál es el uso normativo de los puntos suspensivos según la RAE. Porqués que nada tenían que ver con los porqués que el texto reclamaba, comas fuera de su sitio, párrafos abigarrados. Créanme, corregir un texto así es una tortura. Y sí, la persona que lo ha escrito se cree de verdad que es escritor o escritora. Eso es lo triste.

Hay una forma muy simple de saber si ese personaje mediáticos, ese presentador de televisión, youtuber, modelo, cantante, socialite, lo que sea, ha escrito su libro. Mire usted sus redes. Su perfil de Instagram. De twitter. De Facebook. Su blog. ¿Tiene un estilo personal. inconfundible? ¿Ironía? ¿Gracia? ¿Mala baba? ¿Mete la pata un montón de veces? ¿O es de un políticamente correcto que da miedo? ¿Es muy uniforme o ecléctico? ¿Parece escrito por una persona individual, con sus días buenos y sus días malos o por el becario de una agencia de comunicación que no se arriesga nunca? Yo no le voy a decir quien no escribe sus libros. Les diré quién sí escribe los suyos. Yo. Espido Freire. Carlos G. Miranda. Silvia Grijalba. Basta con que sigan nuestras redes para que se den ustedes cuenta. No cometemos faltas de ortografía ni semánticas, aunque yo cometo muchas erratas taquimecanográficas debido a mis problemas de viusión (presbicia, astigmatismo y miopía, o sea, lo que viene siendo que veo menos que un gato de escayola)

Y lo triste es que yo tenga que escuchar (yo, precisamente) que a mí los libros me los escriben. Es que me descojono viva, venga.

En fin.

Todos mentimos, cada día. Salimos de casa con un dolor de cabeza que nos trepana las sienes y con los ojos todavía doloridos de llorar por la noche, y cuando la vecina nos pregunta cómo estamos, respondemos por costumbre: “Bien”. En la oficina, cuando el jefe nos cuestiona  si envíanos ayer el presupuesto pendiente, decimos que sí, justo en el momento en el que recordamos que se nos pasó enviarlo, y que el presupuesto sigue en la carpeta de tareas pendientes. Cuando nuestro amante o novio o marido nos pregunta si nos ha gustado lo que acabamos de hacer, le decimos que nos ha encantado porque ¿cómo íbamos a decir que en realidad estábamos con la cabeza en ese presupuesto que hemos enviado demasiado tarde? Cuando nuestro hijo adolescente nos pregunta si nosotros hemos probado las drogas, lo negamos categóricamente. Cuando nuestra nieta nos pregunta si el abuelo está en el cielo, le decimos que sí, aunque no lo creamos.

Las mentiras  muchas veces son necesarias. Y es imposible abstenerse de ellas.

Algunas mentiras no son dañinas. A veces, y de eso trata la  novela de Eva Cornudella, de que las mentiras son precisas. Es una novela sobre la necesidad de mentir.

Están las mentiras que funcionan como un mecanismo de defensa, que surgen como una necesidad, ante una posible amenaza  – real o fantaseada-  de perder nuestro lugar en el mundo, nuestro prestigio, nuestra relación sentimental. Pero también mentimos para eludir responsabilidades, para gustar,  para para salvar nuestra imagen o para ser aceptados. O mentimos porque nos gusta dar una buena imagen, y así enmascaramos nuestros defectos o mostramos  solamente una versión idealizada y edulcorada de nosotros mismos. La mayor parte de los adultos mentimos en nuestro día a  día, ya sea como recurso para obtener algo, o para no perderlo, o simplemente como manera de embellecer o disimular algunos aspectos poco atractivos de la realidad.

La literatura precisamente es una gran mentira, es una ficción. Escribir literatura es mentir. Pero ¿hasta qué punto es lícito hacer del mercado editorial una enorme mentira como últimamente viene siendo? ¿Hasta qué punto entre todos la hemos matado y ella sola se ha muerto? ¿De verdad podemos estar orgullosos de haber conseguido que a día de hoy sea imposible que una novela digna, inteligente, no se pueda publicar en España porque sea demasiado literaria?

Les hago reflexionar con esta historia y, para terminar, les digo que el libro de Eva Cornudella se puede encontrar en:

VIA INTERNET: FNAC y AMAZON

Y si lo queréis dedicado y con regalo de marca páginas, pídeselo a Eva en [email protected]

3 COMENTARIOS

  1. Me gustó tu artículo. Me siento identificado con algunos aspectos que comentas. En mi caso, tras más de diez años intentando publicar, cinco de los cuales con agente literario incluido, he acabado por publicar con una pequeñísima editorial que me ha pedido una pequeña suma por la compra de 50 ejemplares a un precio rebajado. Con ese dinero sufragarán parte de los gastos de corrección y maquetación y yo podré recuperar mi inversión enchufando mi libro a todo amigo, cuñado, familiar y conocido que se preste. Me doy por satisfecho con los comentarios realizados por la correctora mientras acabábamos de corregir el texto. Mi novela le había encantado e incluso me dijo que le parecía muy hispanoamericana, lo cual me dejó muy buen sabor de boca, pues soy de Barcelona y me encanta la literatura del boom hispanoamericano, así que de algo han servido mis lecturas. No aspiro a vivir de la literatura: me dedico a la docencia y dudo que mi nivel de vida fuera el mismo si sólo me dedicara a escribir. Considero que el verdadero objetivo de escribir ha de ser el de hacerlo para disfrutar y porque sientes esa necesidad.

  2. como siempre, que grande eres, cuando alguien te dice que lee mucho y resulta que siempre está leyendso el mismo libro con distintos títulos, cuando te dicen que han leido el mejr libro de su vida (el único) y te sueltan cualquier basura de dan Brown, cuando te piden un articulo o libro por el que no vas a ver un duro y te empeizan a poner condiciones …. y cuando la mujer de un político presenta un libro como suyo escrito por un negro que lo ha plagiado de otro y se le da tanto bombo…

  3. La mera existencia de editoriales como Libros del Asteroide o Pepitas de Calabaza te desmienten punto por punto. Ni todo es novela para mujeres de más de cuarenta ( yo misma estoy en esa franja de edad, por cierto) ni es cierto que sólo publican youtubers o belenestebans. Tal vez, en su momento, fuera tu caso, con aquellos debates y apariciones en tv; viendo el trabajo que hacen Anagrama y muchas otras, dudo mucho que sepas de qué hablas.

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