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Las Lagunas de Villafáfila. Salina, salitral, cazadero y Reserva Natural

Daniel Martínez Castizo
Daniel Martínez Castizo
Historiador y antropólogo. Investigador y divulgador del patrimonio salinero
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análisis

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Los pueblos y culturas que han habitado la submeseta norte han sabido identificar, en diferentes épocas, el potencial de las Lagunas de Villafáfila. La historia de este paisaje salino es, como los yacimientos arqueológicos así lo demuestran, la de un medio natural fuertemente transformado por los diferentes aprovechamientos (sal, salitre o caza), que el ser humano ha explotado. Actualmente, las lagunas, ostentan un nuevo aprovechamiento vinculado a la conservación y gestión del patrimonio cultural y natural.

 

Un territorio clave para pueblos y culturas

Las cualidades medioambientales de las Lagunas de Villafáfila han convertido este complejo semiendorreico (el arroyo Salado comunica las lagunas y drena sus aguas hacia el sur), en un territorio clave para los pueblos y culturas que, a lo largo de la historia, se han venido asentado en su entorno.

Este paisaje salino de interior (conformado por 10 grandes lagunas entre otras muchas), debe su origen a la depresión existente entre los ríos Duera y Valderabuey. En dicha cuenca se vienen a encontrar todas las aguas superficiales del valle interfluvial que, de forma temporal, dan lugar a un conjunto de lagunas saladas. Su propiedad salina se debe a la presencia de sales en los sedimentos del entorno que, previamente y durante el paso de las aguas, han sido disueltas, arrastradas y por último depositadas en la cuenca. La continua deposición de sales y posterior desecación han ayudado al aumento de la concentración salina hasta dar lugar a salares.

De esta forma, el principal atractivo para los primeros pueblos sería la recolección de esa sal nativus que, durante el periodo estival, caracterizaba los suelos de las lagunas. Posteriormente, como así lo demuestra la abundancia de briquetage, la explotación se haría más compleja a través de la cocción de salmuera en cerámicas para la obtención, tras la ruptura de dicha pieza, de panes de sal. En ese sentido, los trabajos arqueológicos efectuados, no hace más de una década, vienen a señalar una ocupación asociada al aprovechamiento de sal desde época calcolítica.

Desde entonces, los pueblos que se han ido acercando a las lagunas, con mayor o menor intensidad, han mantenido de forma constante la producción de sal. Los restos materiales romanos y visigodos en las inmediaciones de las lagunas y, por todo el territorio, vienen a demostrar que el principal atractivo para su asentamiento seguía siendo fundamental para la conserva y elaboración de alimentos.

Método de cocción forzada para la obtención de sal. Fuente.villafafila.net.

 

La época dorada de la sal y su final como salitral

Durante el siglo X, el paulatino avance hacia el sur (en detrimento del control árabe del territorio), por parte del reino de León y, posteriormente, de Castilla, permitió una nueva organización del aprovechamiento salino que se mantendrá hasta el último tercio del siglo XVI.

Entonces, la técnica empleada para lograr la precipitación de la sal consistía, a través de unas instalaciones de pozos y eras, en el aprovechamiento de la radiación solar y energía eólica. Posteriormente, en las cabañas, se llevaba a cabo la desecación y protección de la sal obtenida. Este método, de procedencia e influencia árabe, lograba una considerable reducción de costes así como una mayor producción.

Al socaire de esta actividad surgen, para acoger a cientos de trabajadores, consumidores y comerciantes, las poblaciones de Villarrín de Campos, Villafáfila, Otero de Sariegos y Revellinos. Recordemos que, como hemos visto en otro de los artículos dedicado a la Mesta, en esos momentos la cabaña de ganado se comenzaba a configurar y, si existe algún sector que demande abundante sal, ése es el ganadero. A ello hay que sumar la fuerte demanda para el abastecimiento del curtido de la piel y las conservas o elaboración de alimentos (pescados, carnes y quesos).

Obviamente, este potente recurso, generador de riquezas, pasó de las manos de propietarios libres, a órdenes monásticas, obispados y ricos hombres hasta que, finalmente, quedó constituida como monopolio real en 1348.

En esa la lucha por hacerse con la gallina de los huevos de oro no se contempló jamás que, como todo recurso sujeto a sobrexplotación, se corrían riesgos de colapso y desaparición. En 1564, la misma Real Cédula que incorporaba todas las salinas de Castilla al control de la Corona, se produjo, tras cientos de años, el definitivo cese de la actividad al no contemplarse su explotación por el bajo rendimiento.

El nuevo impulso productivo en el entorno de las lagunas tendría lugar en el siglo XVIII, de la mano del Estado y, esta vez, para la obtención de salitre destinado a la producción de pólvora. En ese sentido se creó la “Real Fábrica de Salitres de Villafáfila” que mantuvo su actividad hasta que fue clausurada por la administración de José Bonaparte.

 

De cazadero a Reserva Natural

A mediados de siglo XIX el entorno de las lagunas era un reconocido espacio de caza de perdices, libres, patos o avutardas (actividad que se mantendría hasta su definitiva protección), en el que convivían la agricultura y ganadería tradicional.

Un siglo después, estos cultivos tradicionales eran sustituidos, poco a poco, por el sistema intensivo de la moderna agroindustria, a la vez que se comenzaba a drenar las lagunas con la canalización del arroyo Salado. En 1972, coincidiendo con este nuevo proceso de sobreexplotación, el Instituto para la Conservación de la Naturaleza (ICONA), declaró las Lagunas de Villafáfila Zona de Caza Controlada.

Posteriormente, en 2006, el gobierno de Castilla y León procedió a la protección del patrimonio cultural y natural de las Lagunas de Villafáfila a través de su constitución como Reserva Natural, una figura a la que hay que sumar las de carácter internacional (ZEPA; RAMSAR y LIC).

El objetivo fundamental de esta protección se fundamentaba en la conservación del ecosistema salino que, al fin y a la postre, es el que ha dado lugar a la existencia de una biodiversidad única (especies vegetales y animales), y permitido la presencia de pueblos y culturas ligadas a la explotación de la sal (instalaciones y yacimientos). Pero también con las miras puestas en la consolidación de la identidad de los pueblos a través de la investigación, la divulgación, interpretación y disfrute del patrimonio cultural y natural.

Restos de lo que fue la Real Fábrica de Salitres de Villafáfila.Fuente.villafafila.net

 

El potencial de los Paisajes Salinos

Como hemos podido comprobar, el aprovechamiento de los bienes y servicios ecosistémicos de las Lagunas de Villafáfila se remonta, como mínimo, al calcolítico. Este paisaje ha sido empleado como salina, cazadero, salitral y, en su etapa más reciente, a través de la protección y revalorización del patrimonio cultural y natural, se ha constituido como Reserva Natural.

Desde el Instituto del Patrimonio y los Paisajes de la Sal (IPAISAL), se viene a señalar el potencial valor que estos paisajes tienen para la sociedad presente, sobre todo, mediante la gestión responsable y sostenible de su patrimonio.

En este caso, la Reserva Natural de las Lagunas de Villafáfila, siguiendo las políticas de desarrollo rural, es un ejemplo de cómo las administraciones entienden el patrimonio como un bien que se puede aprovechar para la generación de empleo y riqueza. De esta forma, la Reserva Natural, se han convertido en uno de los principales atractivos económicos del entorno.

Por último, conviene señalar, que la revalorización de los paisajes salinos, así como cualquier otro tipo de patrimonio, nos traslada al debate de la mercantilización de estos bienes. Es decir, hasta qué punto éstos y su población corren el riesgo de ser transformados en un parque de atracciones (donde lo importante es obtener beneficios a través del turismo), en vez de un territorio vivo y en manos de sus gentes. El riesgo y el reto es más que evidente.

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