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Las habichuelas y algo más

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análisis

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Cada vez da más pena y también un punto de coraje oír decir, y más aún si el o la que lo dice es joven e inteligente, que pasa de la política, que ese es un tema que ni le va ni le viene. Y lo dicen como si la política fuera algo ajeno a ellos, una cosa a la que uno pudiera sumarse o no, gustarle o no, como si de un club de fútbol o de una serie de televisión se tratara; o una especie de moda que ponerse o no, como los pantalones de pitillo o la minifalda. Los que dicen eso puede que pasen de la política por la vía de esconder la cabeza debajo del ala, pero la política no pasa de ellos.

Nunca, jamás, ni un solo día deja de estar presente la política en nuestras vidas. Querámoslo o no, nos acompaña desde que nuestra madre nos da a luz, o mucho antes: desde el momento en que somos apenas un moquillo en el vientre materno (si hay un buen seguimiento del embarazo por medio de controles periódicos a cargo de buenos profesionales es fruto de una buena política).

Más todavía a la hora de asomar la gaita a este perro mundo (si el hospital está bien preparado, si médico, enfermera y comadrona, todos ellos acreditados profesionales, están en su puesto y con ganas de hacer bien su trabajo, todo ello es fruto de una  buena política sanitaria a cargo de políticos). Si el colegio público al que vamos tiene tan buena calidad de enseñanza como los privados, así como el instituto y la universidad, es por los buenos oficios de los políticos que velan por mantener el mejor nivel en la enseñanza pública destinando periódicamente fondos suficientes para ello. Si a la hora de trabajar hay salarios decentes y derechos laborales que permiten una vida digna, se implanta de forma masiva el empleo estable, se lucha seriamente desde la Administración para acabar con los contratos basura que generan el empleo precario y se persiguen los  abusos por parte de la patronal, es por que existe una buena política laboral que protege a los trabajadores, los más débiles, de los abusos y atropellos de la patronal, los más fuertes. A través de una buena política por parte del Estado es posible, tiene que serlo, conciliar, compatibilizar y equilibrar los intereses de unos y de otros. 

Y si hay una mala o directamente nula política de vivienda, si el poder político no toma las medidas adecuadas para proteger ese derecho de sus ciudadanos recogido en la Constitución, a la hora de buscar casa, nos encontraremos ante el grave problema que actualmente sufre una gran parte de la sociedad, sobre todo los jóvenes que viven en las grandes ciudades, a saber: el mercado inmobiliario está en manos de Alí Babá y los cuatrocientos ladrones, que nos esperan ( tarde o temprano hay que llamar a su puerta si uno no quiere vivir al raso o debajo de un puente) para clavarnos el “estoque” de la especulación hasta la empuñadura y, finalmente, “apuntillarnos” con una hipoteca que nos llevará media vida pagarla, y eso si antes no nos quedamos sin trabajo y el banco se queda con la vivienda por falta de pago. Para combatir esta injusticia que ya parece un castigo bíblico es necesario otra política de vivienda que proteja al comprador de los ataques de los mercaderes que operan sin más ley que la suya propia es decir, la de la selva.

Si después de una larga vida laboral trabajando como un alemán no nos encontramos con una pensión boliviana que apenas nos da para sobrevivir, es por una buena política de pensiones. Si la residencia geriátrica donde pasaremos nuestros últimos días es un lugar agradable dotado con todos los adelantos y estamos atendidos por cuidadores profesionales que saben hacer bien su trabajo y están bien pagados y contentos porque son suficientes para atender de forma adecuada a los ancianos y ancianas residentes, es también por lo mismo. Si a la hora de palmar hay un buen servicio funerario que se ocupa de darnos un entierro digno en un cementerio decente a un precido razonable, es por ídem de lo mismo.

Como se ve, la política nos acompaña a lo largo de toda nuestra existencia. Por eso, tan transcendental asunto no debe quedar exclusivament en manos de unos cuantos políticos que de puertas adentro hagan y deshagan a su antojo. Es un grave riesgo que no podemos ni debemos correr si no queremos sufrir las consecuencias de por vida, nunca mejor dicho. Imaginemos que el país es una comunidad de vecinos, ¿la dejaría usted en manos de fulanito o menganito, así por las buenas?, o de los impresentables del quinto A, por ejemplo, ¿ o de los del octavo C?. Nada de eso, usted estaría enterado de todo o debería estarlo, como es su deber, y acudiría a las juntas y vigilaría a sus representantes para que administraran bien el presupuesto y no se pasaran un pelo con las derramas. Estaría muy pendiente porque en ello le va nada menos que su calidad de vida. Los políticos deben gestionar el bien común y hacer que la sociedad entera avance, es su trabajo. Y siempre deben estar supeditados a los miembros de la comunidad a la que sirven, no al revés. Si dejamos la política exclusivamente en manos de los políticos, estamos dejando nuestras vidas (desde que somos engendrados hasta que nos visten con el traje de pino) en manos de gente que pueden hacer con ella lo que les venga en gana. Nosotros, la gente de a pie, los contribuyentes, tenemos la obligación de estar al tanto de la política y muy pendientes de las actuaciones de los políticos para que hagan bien su trabajo, para que se ganen nuestra confianza con hechos más que con palabras. Que no nos mareen con su verborrea, que no se vuelva a oír eso que una vez oí decir a una anciana después de un mitin electoral: “hay que ver que bien habla ese político que no se le entiende “ná”. 

Nuestro deber es, primero elegir bien a nuestros representantes y después asegurarnos que cumplen lo que nos prometieron y no resignarnos a sufrirlos como si fueran almorranas, muy al contrario, echarlos sin miramientos y que se dediquen a otra cosa. No podemos consentir que haya políticos que pasan toda su vida en el escaño sin hacer una sola propuesta de nada, sin molestarse en trabajar para mejorar la vida de los contribuyentes que les pagamos, y muy bien por cierto. No podemos consentir que haya políticos que solo se dediquen año tras año a su propio interés particular, a hacer carrera, medrar y subir en el escalafón.

Como podemos ver, todo es política, de modo que no digamos tan alegremente eso de “paso de política” porque no tiene sentido. La política, el buen ejercicio de ella, son nada menos que  nuestras habichuelas y algo mucho más importante que eso: la libertad. Si no defendemos esa libertad, si no andamos vigilantes, el castigo al que nos enfrentamos es la esclavitud. Nada menos.

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